En el artículo anterior titulado Las afectaciones internacionales de la invasión rusa a Ucrania se desarrollaron algunos elementos de afectación producidas por el ataque ruso contra territorio ucraniano en febrero pasado y que se mantiene hasta este momento como un conflicto activo con posibilidades de extenderse por muchos meses más, con el agravante en estos momentos que el hemisferio norte está camino al invierno con lo que esto puede significar por el tema energético.
De acuerdo con lo anterior, el artículo no abordó de manera exhaustiva todos los aspectos que afecta el conflicto, pero se mencionaron algunos factores que son importantes de mantener en la línea del comportamiento de los Estados conforme a sus intereses, dejando de lado las luchas clásicas entre “derecha e izquierda” como lo proponen algunos autores realistas en Relaciones Internacionales, y serían vistos en función de un “choque de visiones” entre el mundo occidental y el no occidental.
Además, se mencionaron dos bloques que no funcionarían de modo “homogéneo” como ocurría en la época del bipolarismo, sino en cuanto a las necesidades que cada uno interactúa con un sector u otro. Entonces, esos dos grandes grupos se resumirían entre los países poderosos del G7 y sus aliados por un lado y los países de las BRIC y los suyos por el otro.
Asimismo, cada una de estas alianzas tienen un “líder” o Estado con mayor influencia o que sale en defensa de su posición. En el caso occidental, el estandarte de “hegemón principal” lo tiene los Estados Unidos, incluso entre los países más poderosos del bloque occidental es quien dictamina las reglas de sus “socios”, como la OTAN o la UE, así como las naciones que no son desarrolladas pero que se alinean con esta visión de mundo.
De igual importancia, en el otro “bando”, está encabezado principalmente por la República Popular de China quien mantiene incluso una imagen más positiva de la que posee la Federación Rusa, quien también pertenece a este grupo y aporta su visión política a través de la noción de la necesidad de un crecimiento de la influencia euroasiática en un mundo globalizado por el pensamiento occidental.
Además de esta conceptualización de supremacía euroasiática encabezada por Moscú principalmente y útil para los intereses político – comerciales de Beijing con proyectos como la “Franja y la Ruta” (OBOR). Se suman países de lo que se ha denominado el “Sur global”, encabezados por Estados “tercermundistas” con líderes populistas o anti-establishment.
A pesar de la connotación negativa que el término tercermundista significó para referirse a economías deprimidas o sobre explotadas por los Estados poderosos. El dogma en la actualidad se refiere a esas naciones que decidieron oponerse a los líderes que consideran “imperialistas” o “neocolonialistas” y basado en esas nociones se alinean con otros gobiernos con ideas opuestas a las políticas “intrusivas” de las fuerzas globalistas.
De esta forma, países como Venezuela durante el gobierno de Hugo Chaves Frías y hoy en manos del PSUV, la República Islámica de Irán principalmente durante el gobierno de Ahmadinejad, Daniel Ortega en Nicaragua, Evo Morales en Bolivia y Lula Da Silva en Brasil por citar algunos ejemplos más conocidos tenían como estandarte la lucha contra la influencia occidental en el mundo.
Al mismo tiempo, este tercermundismo suma el componente de populismo en el discurso como ha ocurrido en liderazgos latinoamericanos, también el nacionalismo religioso como hace el gobierno de Teherán exaltando la mística del chiismo y la figura del Ayatola. Siendo disímiles entre ambas corrientes, comparten un frente común que es esa lucha contra el “globalismo degenerativo y empobrecedor” desde sus propias perspectivas que se suma a la visión de reestructura global euroasianista.
Sin embargo, pese al enfrentamiento que existe a lo interno de estos grupos, las Relaciones Internacionales modernas son entendidas en la dinámica cooperación – conflicto e incluso, hay países que tienen relaciones tensas en materia militar, pero que comercialmente su situación es buena y no es común que se detengan salvo para enviar algún “mensaje” político temporal.
Ejemplo de lo anterior, el caso de las relaciones comerciales entre Estados Unidos y China. La oficina comercial del país norteamericano registraba para el año 2020 USD559 mil millones de dólares en intercambio comercial transformando a la nación asiática en el mayor socio comercial, siendo principalmente exportador de productos a territorio estadounidense.
Por eso, pese a estos aspectos que parecieran tenernos de nuevo de cara a un mundo bipolar y a un enfrentamiento bélico de características apocalípticas, lo cierto es que el sistema internacional está tan marcado por el anarquismo de las alianzas, que son pocos elementos que unen posiciones para intentar luchar contra algunas posiciones.
Tampoco, esto significa que los propios actores involucrados debido a las necesidades de sus propias estructuras o de sus agendas los haga decidirse por coquetear o cambiar de bando para lograr de esta forma garantizar beneficios que manteniéndose cerrado de manera dogmática no lo podrían lograr.
Por último, el mayor reto de analizar la situación de las Relaciones Internacionales en la actualidad está en lograr quitarse de encima las viejas concepciones y paradigmas de Estados “amigos” y comprender cómo la funcionalidad y utilidad de los vínculos son los que determinarán las agendas entre estos y que, si bien hay doctrinas que todavía buscan romper con el statu quo, es posible generar cambios debido al entorno y la coyuntura que se esté desarrollando como en Ucrania.
SEGUIR LEYENDO: