Estabilidad para combatir el subdesarrollo

“Los últimos años han conmemorado el bicentenario de nuestra república con un deprimente espectáculo: el de traer al presente los horribles vicios de los años posteriores a la independencia”, señala, Jorge Zapata, presidente de Capeco.

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El Ejecutivo actual, encabezado por el presidente Castillo, ha tenido a la fecha más de setenta cambios ministeriales", señala el presidente de Capeco (Andina)
El Ejecutivo actual, encabezado por el presidente Castillo, ha tenido a la fecha más de setenta cambios ministeriales", señala el presidente de Capeco (Andina)

Nuestro país tuvo que esperar más de cincuenta años para tener su primer presidente civil; antes de ese raro acontecimiento, en los albores de la república se habían arrebatado el poder caudillos militares en turnos de gobierno muy efímeros, produciendo ello una inestabilidad política absoluta, la cual nos costó subdesarrollo, pobreza y peor aún: la pérdida de territorios como consecuencia de derrotas militares. ¿Aprendimos algo de esta trágica historia?, al parecer poco; se destituye a un alcalde como el de la ciudad de Lima electo por sufragio ciudadano y que gobierna una urbe de once millones de habitantes y meses después se censura a una presidenta del congreso en cuestión de horas, sin debate ni análisis adecuado de los hechos; es decir sin ninguna razón aceptablemente sólida en ambos casos. Por otro lado, el Ejecutivo actual, encabezado por el presidente Castillo, ha tenido a la fecha más de setenta cambios ministeriales. Y en esta tómbola de ministros con sus respectivos cargos de confianza, el ministerio más zarandeado ha sido el del Interior, precisamente el que se ocupa del problema que más inquieta a la ciudadanía: la inseguridad y la creciente delincuencia que ha tomado las calles de las ciudades del país.

El recientemente nombrado ministro de Economía y Finanzas acaba de presentar el Plan Impulso Perú”; plan que hace un buen diagnóstico del presente económico del país y esboza propuestas coherentes, poniendo énfasis en la recuperación de la confianza por parte de los actores económicos. Esta tarea es sin duda compleja, dado lo señalado en las líneas anteriores, además de la mala performance del gobierno en diversos sectores. Sin embargo, queremos creer no solo en las buenas intenciones del ministro, —no se puede negar que ha evidenciado buenas formas— sino en que sea capaz de sacar adelante tamaño reto, que sin lugar a dudas requiere que permanezca en la cartera largos meses. Ojalá ocurra.

Asimismo, el ministerio de Vivienda Construcción y Saneamiento, conoce la problemática de su sector y las soluciones a implementarse de forma oportuna para impulsar el desarrollo de la vivienda en el país; asunto que es de vital importancia para nuestro desarrollo como nación y como ciudadanos de esta república. Las medidas anunciadas van en el camino correcto. Es de importancia capital hoy más que nunca que exista una política de vivienda ambiciosa y comprometida, a fin de compensar los efectos negativos que ha producido en esta industria la situación internacional. Esperamos también que se produzca la estabilidad necesaria en este sector, la cual permita implementar las propuestas planteadas.

La buena marcha de la economía del país produce crecimiento económico y con ello más empleo, más recursos para las familias peruanas y sobre todo que más hogares puedan salir de la pobreza; es decir es un asunto demasiado importante como para no darle una continuidad a su gestión. Lo mismo podemos decir de la política de vivienda que es la que se ocupa de dar a los hogares peruanos mejor calidad de vida, construyendo con ello a que el país tenga mejores familias y mejores ciudadanos en el futuro. Confiamos en que estos dos sectores se puedan encaminar. Es necesario que esto ocurra, motivo por el cual hay que darles la continuidad necesaria. Lo mismo debemos pretender para los demás sectores del gobierno, poderes del estado e instituciones públicas, ya que sin estabilidad no construimos absolutamente nada. No sigamos repitiendo la historia: Los últimos años han conmemorado el bicentenario de nuestra república con un deprimente espectáculo: el de traer al presente los horribles vicios de los años posteriores a la independencia. Es hora de cambiar el rumbo.

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