(Un día todo será diferente, un día mis pupilas aún jóvenes pero agotadas de tanto sufrimiento, verán la luz de la esperanza)
La frase, desgarradora pero hermosa, cargada de ilusión por un futuro diferente, pertenece a Emilio Frías, popular cantante cubano, director de la orquesta El Niño y la Verdad.
Así lo dijo cuando tuvo que concluir abruptamente el concierto que ofrecía en la Casa de la Música de La Habana porque iracundos agentes de seguridad del régimen interrumpieron el evento, desconectando equipos de sonido y desalojando a los asistentes.
Luego agregó: “Sáquenme de todos lados. Sáquenme de la televisión, sáquenme de la radio. De donde no me van a poder sacar es del corazón de todos los cubanos”.
Esta nueva demostración de intolerancia de un fracasado y quejumbroso gobierno comunista, con 63 años en el poder, proyecta el agravamiento de la crisis en la isla caribeña. Según el diario El País de España (13/09/2022) en los últimos once meses 180 mil cubanos ingresaron ilegalmente a Estados Unidos desde la frontera con México y la Guardia Costera USA reportó que 5, 421 balseros fueron “interceptados en alta mar tratando de cruzar el estrecho de La Florida, y unos tres mil han logrado tocar tierra”. En total, de acuerdo a la ONU, los migrantes cubanos superan el millón 650 mil personas, cifra que corresponde al 14.6% de sus habitantes.
Este masivo éxodo -agrega el medio- es mayor que los anteriores y todo indica que continuará por las deplorables condiciones de vida y las cada vez más graves penurias económicas de una población hastiada de escuchar que las autoridades continúan responsabilizando al bloqueo norteamericano de la pobreza del país. Sin embargo, no dicen una palabra de que en las seis décadas de gobierno comunista su economía fue solventada por la ex Unión Soviética y Venezuela, ni hacen mención que sí pueden comerciar y recibir inversiones de todos los países del mundo, además de préstamos y donativos de los organismos multilaterales de crédito.
El hartazgo ante las precariedades ha llevado al medio oficialista CubaDebate a publicar un reportaje titulado “El pan nuestro… ¿de cada día?” donde expresan que “el pan no solo es de mala calidad, sino que, en ocasiones, no alcanza a comprar la cuota de panes asignados por núcleo familiar”
En ese sórdido contexto, en julio de 2020 miles de ciudadanos salieron a las calles reclamando libertad y bienestar. Las agencias noticiosas revelaron que 1,484 personas fueron detenidas, entre ellos 55 menores de edad. De ese total 701 resultaron encarcelados y 297 sentenciados a penas entre 5 y 25 años de prisión.
De acuerdo a Human Rights Watch muchos estuvieron “incomunicados durante días, semanas y a veces meses…algunos fueron golpeados, obligados a hacer sentadillas desnudos, privados del sueño y otros abusos que en algunos casos constituyen tortura”.
Sin embargo, la maquinaria represiva no se detiene. Después que el cándido papa Francisco se jactó de tener una “relación humana” con Raúl Castro, la respuesta del régimen fue no renovar la visa de trabajo al superior de la Compañía de Jesús, padre David Pantaleón, lo que significa que debe abandonar el país. Su delito: no controlar los comentarios políticos del personal jesuita. Ante la dimensión de esta crisis, nos preguntamos si estamos presenciando el final de una larga dictadura comunista.
Es un tema muy importante no solo para los cubanos sino para todo el hemisferio porque el régimen de La Habana se ha constituido en el soporte ideológico del Foro de Sao Paulo y del Grupo de Puebla y brinda apoyo politico a las dictaduras de Venezuela, Nicaragua y Bolivia.
Si se desploma el gobierno comunista de la isla caerían, una a una, sus satélites de la región. Algo así como sucedió con la caida del muro de Berlín.
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