Una turbulencia política y económica que no termina de pasar, ¿qué podemos hacer?

Ana Reátegui. directora general de administración de Esan, señala que reordenar nuestras finanzas es, en estos tiempos, lo mejor que podemos hacer hasta esperar de la mejor manera posible el 2023.

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El cambio de ministros se ha vuelto algo constante. (Andina)
El cambio de ministros se ha vuelto algo constante. (Andina)

La turbulencia política del país continúa. El ingreso y salida de ministros se ha convertido en eventos cotidianos que agudizan la gestión del Estado. Ministerios sin rumbos claros solo pueden tener resultados por debajo de lo que se espera de ellos, con lo cual, la economía observa como uno de sus motores pierde efectividad.

Asimismo, en momentos en los que la economía global continúa con una alta incertidumbre por la crisis energética que se viene dando, y que posiblemente se agudice conforme el invierno del hemisferio norte vaya llegando, solo nos queda esperar que las principales economías sigan con tasas de crecimiento muy bajas, lo que, por supuesto, aletarga las demandas mundiales, entre ellas, las de las materias primas, que son, hasta el momento, nuestra principal fuente de ingresos de dólares. Así, por ejemplo, en la zona euro, se espera un crecimiento de 2.7% este año y un discreto 1.4% para el próximo, datos que dejan, desde ya, las cosas bastante claras.

En este contexto, ¿qué necesitamos? Pues crecer obligatoriamente a tasas que permitan que los jóvenes y aquellas personas que tienen empleos precarios puedan mejorar su posición económica. Pero, ¿es eso posible? Lamentamos decir que es poco probable.

La situación global descrita y el ruido político nacional, así como lo sucedido en el reciente proceso de compra de urea (con denuncias por extorsión), sienta un precedente nefasto.

Respecto a este último evento, ¿quiénes vendrían a trabajar a un país que no puede asegurar un proceso transparente y clave de compra para apuntalar su agricultura? Seguramente los proveedores e inversionistas serios, aquellos que buscan relaciones de largo plazo, dejarían de mirar al Perú como un mercado atractivo, ya que los buenos negocios se basan en confianza, palabra que va siendo más difícil de pronunciar.

Una cosa llama a la otra, sin nuevas inversiones, poca efectividad en el gasto, una balanza comercial (que hasta ahora nos ayuda bastante) que podría aletargarse un poco, y un consumo que también se resentiría, pues pareciera que estamos planificando “cuidadosamente” un futuro inmediato desafortunado. Una verdadera revolución en el Perú sería convertirnos en un verdadero atractor de inversiones de mediano y largo plazo, pero ese escenario va siendo cada vez más lejano.

Finalmente, ¿qué podemos hacer quienes todos los días debemos enfrentar los problemas de la vida cotidiana? Pues como consumidores, tener claras nuestras prioridades para que no nos falte aquello que es vital en nuestras vidas. Si tenemos empresas, manejar muy bien los flujos de caja de tesorería, las necesidades de capital de trabajo deben estar puestas en blanco y negro. Esto también permitirá priorizar y diversificar nuestras fuentes de financiamiento si fuera necesario. Reordenar nuestras finanzas será en estos tiempos lo mejor que podamos hacer y esperar de la mejor manera posible el 2023. ¿Alguna buena noticia? Pues la inflación ya estaría encaminándose, lo cual ayudará a calmar nuestras expectativas sobre la evolución de los precios.

Ana Reátegui firma
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