Algo muy raro le ocurre a Evo Morales, que todos los días culpa a Luis Arce -su pupilo- de conducir un gobierno corrupto y ha llegado al extremo de acusarlo de extorsionar a los narcotraficantes. La rabieta del dirigente cocalero se disparó con la derrota de la constitución socialista en Chile, donde él y su partido habían aportado tanto en los disturbios de 2019 y luego en la redacción del proyecto que fue rechazado en el plebiscito.
Lo cierto es que parece como trastornado. Habla incoherencias y hace escándalos incluso por nimiedades.
Dijo que en una reunión política se le perdió un teléfono celular, aunque luego dijo que eran tres, y que el responsable era el ministro de gobierno, Eduardo del Castillo.
Nunca antes Morales se había mostrado como posible protector del narcotráfico, pero ahora lo ha hecho y es probablemente el peor error de su vida política. Siempre había dicho que su condición de líder de los productores de coca no lo hace necesariamente socio de la industria de la droga.
Acusa al gobierno de haber elaborado, junto con militares jóvenes, una tramoya para eliminarlo. Aseguró que se trata del “plan negro” y advirtió que si algo le sucediera, el único responsable sería el gobierno de Arce.
El presidente Arce le ha dicho que deje de ser tan susceptible respecto del teléfono perdido, que quizá aparezca, y el ministro del Castillo le garantiza que el contenido del aparato no será un problema, ni siquiera si tuviera contactos peligrosos.
Pero él cree que las llamadas que hizo o recibió podrían servir para que el gobierno lo señale como miembro del narcotráfico, y está muy nervioso. Asegura que el gobierno de Arce ha autorizado a la DEA norteamericana a retornar a Bolivia, a pesar de que él la expulsó en 2008.
Ha llegado a acusar a uno de los hijos del presidente Arce de estar haciendo negociados en la empresa estatal del petróleo y ha denunciado que la televisión estatal no pasa sus declaraciones completas, sino cortadas, y eso le parece un atropello a su libertad de expresión.
¿Qué le pasa al cocalero? La derrota de la constitución populista en Chile fue un golpe que no esperaba. Contaba con un triunfo y estaba preparado para viajar a Santiago y asistir a los festejos. Para ello había hecho contactos con Nicolás Maduro y Gustavo Petro, además de Alberto Fernández. Pero el voto de los chilenos les aguó la fiesta.
Está muy alterado. Hay quienes dudan de su salud mental, pero también están aquellos que atribuyen toda esta pataleta a que él está ahora seguro de que no volverá a ser presidente de Bolivia. Las encuestas muestran que si él fuera candidato en las elecciones de 2025, su partido perdería, incluso si se mantuviera el esquema de fraude implantado por el MAS en 2009.
Por lo tanto, queda Arce como el ganador del forcejeo interno para aspirar a la reelección dentro de tres años. Y esa sería la causa que ha convertido a Morales en un torbellino.
No se habla de otra cosa en los medios que no sea de las denuncias que hace el cocalero, aunque también se habla de los preocupantes síntomas de la crisis económica que crece a pesar de que la inflación es la más baja de la región.
Y hay otro elemento. Morales acaba de tener una derrota interna en la guerra de los productores de coca de las zonas tradicionales con aquellos que la producen en zonas no autorizadas.
Los cocaleros de Yungas de La Paz asaltaron y destruyeron el mercado ilegal que Morales estaba propiciando y que debía servir para que se venda la coca ilegal e incluso la procedente de Perú.
Grandes derrotas, internas y externas, serían la causa de la paranoia del cocalero Morales, que podría poner en riesgo el futuro de su partido, el Movimiento al Socialismo.
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