Ortega y Gasset sostenía que los hombres se parecen más a su tiempo que a sus padres. Me parece que podemos decir algo similar de las constituciones. Estos documentos normativos que recogen los acuerdos políticos fundamentales de un Estado son, al mismo tiempo, reflejo de las contingencias históricas y de los proyectos políticos que caracterizan a la época en la que son adoptados.
Así empieza Pedro Salazar, director del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, uno de sus artículos sobre el Nuevo Constitucionalismo Latinoamericano. Desde esa misma idea podría darse una de las tantas lecturas posibles sobre el abrumador triunfo del rechazo en el referéndum de salida del proceso constituyente chileno.
Con una votación sin precedentes (se trataba de una elección de voto obligatorio), casi ocho de los trece millones de chilenos que acudieron a las urnas se pronunciaron en contra del proyecto de nueva constitución que durante un año se debatió en un cuerpo colegiado de 155 integrantes, con paridad entre hombres y mujeres y 17 escaños reservados para pueblos indígenas. La izquierda tuvo la mayoría de los integrantes de la Convención y los partidos políticos tradicionales fueron largamente superados por candidatos “independientes”.
El resultado de este proceso fue un proyecto de Constitución que se inscribiría en lo que se ha llamado el Nuevo Constitucionalismo Latinoamericano: amplísimas cartas de derechos, reivindicaciones identitarias para pueblos indígenas, especial énfasis en las agendas ambientalistas, feministas y de la diversidad sexual. Gabriel Boric se convirtió en el presidente más joven de Chile hace ocho meses con esa misma agenda y plenamente identificado con el proceso refundacional que se expresaba en la constituyente.
¿Cómo entender que este proyecto político fuera rechazado en todos los territorios del país y que las zonas más pobres de Chile fueran precisamente aquellas en las que es aún mayor la diferencia entre apruebo y rechazo? Si las constituciones son hijas de sus tiempos, ¿este resultado es también una evidencia de nuevos tiempos que no se corresponden con ese proyecto de constitución?
América Latina -y Chile no es distinta en esto- entre el fin de la era de bonanza y el devastador impacto del COVID-19 perdió 20 años de avances en la atención de sus necesidades más primarias: el nuestro es hoy un continente en que el hambre, la pobreza, el desempleo, la angustia por la desprotección frente al delito, son las preocupaciones sobre las que los ciudadanos esperan y exigen respuestas.
Incluso antes de medir los efectos que ha tenido en la región la guerra en Ucrania, en América Latina la crisis alimentaria arrojaba las peores cifras de los últimos 15 años. Mientras en todo el continente crecen las cifras de delitos y baja la confianza en la justicia, ¿cómo explicar posturas políticas de contemplación y complicidad con la violencia siempre que venga de sectores políticos afines? ¿Cómo se compadece con estas urgencias un artículo sobre “los derechos de las personas neurodivergentes” (artículo 29)? ¿Necesitaban las personas sordas un artículo que declare “la lengua de señas chilena como lengua natural y oficial” (artículo 12.2)?
Sí, la economía, el bloqueo del quinto retiro, las noticias falsas, la presión migratoria, la impaciencia de los votantes de Boric son factores que merecen su propio análisis, pero tal vez los nuevos tiempos nos obligan a volver los ojos a lo fundamental: justicia e igualdad ante la ley antes de que las reivindicaciones se confundan con privilegios; prioridad en resolver la nutrición de los niños, el hambre, la salud primaria de las familias y medidas para impulsar la recuperación del trabajo; uso reglado de la fuerza en lugar de romantizar el vandalismo y la violencia; búsqueda de mínimos comunes en lugar de imposiciones maximalistas desde una superioridad moral que no existe.
Más allá de la resolución política interna que Chile y los chilenos identifiquen para este momento, el rechazo de este domingo es un espejo en que toda la región puede y debe mirarse; los problemas son muy parecidos, la insatisfacción y la impaciencia están ahí. En un escenario tan complejo no hay triunfo para nadie. El llamado de atención es para todos a quienes nos importa la democracia como forma de gobierno y la dignidad como objetivo para la vida de todos.