Desde hoy y hasta día 26, diplomáticos de 190 países, se congregarán en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York a revisar por décima vez desde su entrada en vigor en 1970 el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares (TNP). Esta Conferencia de Revisión, que se realiza cada 5 años, y que fuera diferida dos años por la pandemia, es sin dudas el evento multilateral más relevante en los asuntos de seguridad internacional.
El contexto actual no puede ser más desafiante. Los conflictos que se desarrollan en simultáneo en diferentes regiones del planeta tendrán una incidencia directa en el clima y la efectividad de las negociaciones.
La invasión rusa a Ucrania elevó las tensiones internacionales a un nivel nunca visto desde el fin de la Guerra Fría, en 1991. El riesgo latente de uso de armas nucleares por parte de Rusia, el shock global por la escasez de gas y petróleo con el consiguiente incremento de los precios internacionales, así como la crisis alimentaria global por la reducción de exportaciones de granos y los múltiples y crímenes de guerra, han caldeado los ánimos internacionales hacia el régimen de Putin, con altísimos niveles de consenso en contra de esta guerra que se ha prolongado por más de 5 meses y tiene un futuro incierto.
También gravitará en el debate el riesgo de proliferación en Irán, luego de la reactivación de su programa de enriquecimiento de uranio. El pacto nuclear de las principales potencias con la República Islámica, también conocido como PS+1 e Irán, acotaba el enriquecimiento a niveles sólo compatibles con el desarrollo de la energía nuclear para fines pacíficos. La decisión de Trump de retirar a Estados Unidos del acuerdo, y reinstalar fuertes sanciones a empresas e individuos iraníes, efectivizada en mayo de 2018 abrió una caja de Pandora. A partir de entonces el régimen de los ayatolas incrementó la producción de uranio enriquecido sobrepasando los límites del acuerdo, hasta alcanzar cantidades y niveles muy cercanos a los requeridos para fabricar un arma nuclear. Asimismo Irán ha restringido información y acceso a los inspectores del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), a cargo de verificar el uso exclusivamente pacifico de los materiales e instalaciones nucleares.
La hostilidad creciente entre Occidente y China también tendrá su protagonismo en la mesa de negociación nuclear. Influirá sin dudas la conformación en 2021 de la alianza estratégico-militar denominada AUKUS entre Australia, Estados Unidos y el Reino Unido, que prevé la provisión al gigante del sur de 8 submarinos de propulsión nuclear con el fin, entre otros, de contener expansionismo chino en la región. Como es esperable, China ha definido este acuerdo como de una gran irresponsabilidad. También pesarán las crecientes tensiones por Taiwán, que una vez más se han explicitado pocos días atrás con movimientos de tropas en regiones contiguas de China continental y con amenazas respecto de la posible visita a la isla de Nancy Pelosi, la presidente de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos.
En medio de ese clima, el experimentado diplomático argentino Gustavo Zlauvinen que presidirá la Conferencia, enfrentará grandes desafíos para llevar a buen puerto este trascendental ejercicio diplomático, tanto desde la discusión sustancial del debate como desde lo operativo.
Deberá intentar orientar el debate hacia acuerdos productivos entre las Partes, en una Conferencia que emerge como la más polarizada de la historia del Tratado. Esto incluye revisar aspectos tales como los compromisos de no-proliferación de los Estados no-poseedores de armas nucleares, el derecho de todas las naciones a los usos pacíficos de la energía nuclear y el siempre controversial esfuerzo hacia el desarme nuclear.
La realidad muestra que los nueve países poseedores de armas nucleares lejos de desarmarse están modernizando sus arsenales en eficiencia y varios de ellos en número.
Hoy existen en el mundo alrededor de 12 mil setecientas armas nucleares desplegadas en Estados Unidos, Rusia, Reino Unido, Francia, China, Estados Parte del TNP más, India, Pakistán, Israel y Corea del Norte, que están fuera de él y por tanto no están alcanzados por los compromisos adquiridos en virtud del Tratado. Pero además, cien de esas armas están ubicadas por los acuerdos de la OTAN en cinco países de Europa: Alemania, Bélgica, Países Bajos, Italia y Turquía.
Desde lo operativo, y anticipando lo que ya ha sucedido en foros internacionales, Zlauvinen deberá lograr acuerdos de buena voluntad entre los Estados que permitan un debate productivo y sin disrupciones ni incidentes entre diplomáticos de naciones enfrentadas por el conflicto de Ucrania. Una tarea para nada sencilla.
En pocas palabras, la Conferencia de Revisión del TNP, es un ejercicio prolongado y costoso, pero a la vez imprescindible para la supervivencia y fortalecimiento del Tratado, base del orden nuclear global.
En esta oportunidad, con el nivel de conflictividad internacional descripto y la centralidad de la dimensión nuclear en dichos conflictos, las expectativas de resultados positivos deberán ser realistas y, por lo tanto muy cautas.
Quedó atrás la época en que se vinculaba el éxito de la Conferencia con lograr un documento final de consenso, abarcativo de los puntos tratados. Dada las circunstancias, se anticipa que esta vez el consenso será esquivo. La pandemia y la guerra en Ucrania trajeron un cambio de época y también de paradigmas en las relaciones entre países e individuos.
Los procesos diplomáticos, más temprano que tarde, deberán reflejar esos cambios. En ese sentido la Décima Conferencia de Revisión del TNP puede resultar una oportunidad de transformación, sin que se pierda ni el propósito ni la esencia del Tratado. En ese marco, es necesario que los Estados que apuestan a la convivencia pacífica redoblen sus esfuerzos en favor de un mundo más seguro que, aunque hoy parezca lejano, todavía es posible e imprescindible.
* Comentarista de política internacional y nacional. Presidente de la Fundación NPSGlobal.