Junio se despide con nuevos impactos para la economía mundial. Por una parte, el Grupo de los Siete (Alemania; Canadá, Estados Unidos, Francia, Inglaterra; Italia, Japón) terminó su reunión en los idílicos parajes bávaros indicando al mundo que se unían de manera indisoluble detrás de la causa de Ucrania y que se inicia una competencia con China por el desarrollo de nuevas rutas comerciales con inversiones en infraestructura.
Ambas noticias afectan negativamente a la economía mundial. Porque en la medida que se perpetúe el conflicto en Ucrania en la misma medida continuaremos experimentando severas dislocaciones en la cadena de suministro de energéticos y por ende los precios seguirán siendo elevados y quizás se elevan aun más. Esto paradójicamente conviene a Rusia porque puede mantener sus ventas de petróleo fuera del espacio geográfico sancionado a precios similares a los que prevalecían antes de iniciar su invasión a Ucrania. Por tanto, Rusia continuará percibiendo el nivel de ingresos que posiblemente haya colocado en su presupuesto 2022 con lo cual podrá continuar el esfuerzo bélico al tiempo que inflige daños colaterales a Occidente.
En lo que a la iniciativa de inversión en infraestructura para desarrollar nuevas rutas comerciales se refiere, si bien a largo plazo esta iniciativa será beneficios en el corto plazo va a alimentar la inflación. Y la espiral inflacionaria ya ha dejado de ser un fenómeno controlable para convertirse en una Hidra Lerna que se está devorando los ingresos de las clases medias del mundo.
En el medio del encuentro se produjo el default de Rusia que por primera vez desde 1918 deja de pagar su deuda externa. Esto afecta a todo el sistema financiero internacional en momentos de gran debilidad solo comparable a la experimentada en el 2008 cuando hizo explosión el sistema de derivativas o bonos estructurados sobre la base hipotecas. Y aun cuando Rusia niegue que ha habido un default ya que indica que tiene como pagar sus obligaciones, pero no puede ejecutar pagos por las sanciones que la impusiera Occidente, la cesación de pagos afecta la liquidez de muchos bancos occidentales. Y esto sucede en momentos en que los bancos centrales no pueden intervenir en los mercados financieros porque mayores inyecciones de liquidez equivalen a echarle gasolina al fuego inflacionario.
De manera que la economía mundial está atrapada en varios dilemas de difícil solución. Y al hilo del default ruso uno se pregunta si la ausencia de solución de esos dilemas provocara una cadena de crisis financieras en América Latina, región que, al contrario de Rusia, es experta en declarar defaults con la mayoría de sus países cayendo en esta situación más de nueve veces en su historia. Sera que vamos de nuevo por ese camino? Si así lo fuera la famosa década perdida de los años ochenta quedara pálida ante la desaceleración económica que se viene. Y la pregunta del día es: ¿resistirán las tembleques democracias latinoamericanas esta sacudida del destino?