El escándalo del avión venezolano iraní prueba que las alianzas de Maduro son una amenaza para toda la región

El dictador permite que países antioccidentales utilicen a Venezuela como su patio trasero para el cumplimiento de sus agendas geopolíticas

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El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, se reúne con el ministro de Petróleo de Irán, Javad Owji, en Teherán, Irán, el 13 de junio de 2022 (Reuters)
El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, se reúne con el ministro de Petróleo de Irán, Javad Owji, en Teherán, Irán, el 13 de junio de 2022 (Reuters)

Cuando un mandatario emprende una gira internacional, su objetivo supremo es lograr acuerdos que permitan ensanchar las oportunidades de progreso para sus ciudadanos. Al menos es este el común de un gobernante que concibe el poder como un instrumento, emanado del mandato popular, para generar bienestar social. Ahora, cuando se trata de un gobernante de espalda a la Constitución y a la voluntad ciudadana, es decir, un dictador, la razón fundamental de una gira es otra. Un dictador busca construir alianzas, alianzas que le permitan continuar gobernante de forma despótica, sometiendo a un país a sus designios y a sus ansias de poder.

Es precisamente ese el caso de Nicolás Maduro, un dictador que ha sido desconocido por más de 60 países y que no tiene respaldo ni nacional ni internacional. Ha sido aislado por las principales democracias del mundo por violar DDHH y erosionar el sistema democrático venezolano. Es así como Maduro, frente al cerco internacional de Occidente, ha buscado refugio en otras latitudes, aliándose con países antidemocráticos y antioccidentales. Hace una semana encabezó una gira internacional por Turquía, Argelia, Irán, Kuwait, Qatar, Azerbaiyán. Todos destinos que comparten un horizonte en común: el desprecio por la democracia. Son países donde no existe división de poderes, ni respeto DDHH, ni menos elecciones libres, directas y secretas. Los gobernantes de estas naciones fungen como emperadores modernos que manejan la hacienda pública como si tratara de su propia billetera, persiguiendo a todo aquel que les exija rendir cuentas. Son dictadores que al igual que Maduro desprecian las leyes, el Estado de Derecho y la democracia. De tal forma que Maduro, frente al aislamiento internacional, lo que hace es girar sobre un mismo eje antidemocrático y antioccidental.

No obstante, esta gira del dictador Maduro tiene diversos enigmas que son importantes analizar. El primero es que se da en medio de un contexto en el que se celebraba la Cumbre de las Américas. Una reunión a la cual Maduro no fue invitado por ser considerado un dictador. Mientras en la Cumbre de las Américas la región sellaba un compromiso por la renovación de la democracia y la defensa de los DDHH, el dictador venezolano se burlaba en las narices de los lideres latinoamericanos, retratándose con dictadores y violadores de DDHH. De manera que se trataba de una escenografía que ponía en relieve el verdadero debate, el cual no es otro que la lucha entre quienes defienden los valores occidentes y los que como Maduro pretenden destruirlos.

Por otro lado, entre los elementos de la gira de Maduro que despiertan hermetismos, destacan los convenios firmados. Se anunció la firma de un acuerdo para la construcción de una central tecnológica con Irán, sin especificar detalles sobre los recursos que se invertirán, los aportes de cada nación, los fines del proyecto y las instituciones involucradas. Fue una información escueta que al final profundiza las dudas razonables sobre estos acuerdos, más cuando detrás están países como Irán. Hay que recordar que Irán desde hace un tiempo está ejerciendo una influencia desmedida dentro de la Fuerza Armada venezolana, impartiendo cursos en áreas como ciberataques y mostrando el prototipo del sistema de avión no tripulado artillado (equipado con misiles).

El último cabo suelto del recorrido internacional de Maduro es el escándalo que explotó en Argentina, con un avión venezolano-iraní que aterrizó en Buenos Aires. Justo cuando Maduro estaba en Teherán, detuvieron en el Aeropuerto de Ezeiza una aeronave venezolana que contaba con una tripulación conformada por catorce venezolanos y cinco iraníes, al menos uno de los iranies estaría estrechamente vinculado con grupos que patrocinan el terrorismo. La justicia argentina ha levantado pruebas fehacientes que no descartan la posibilidad de que este avión haya llegado a Argentina con insumos para la planificación de un atentado terrorista. Se trata de un gran escándalo que ha revolucionado la opinión pública en Argentina. Lo lamentable es que el gobierno de Alberto Fernández, en lugar de asumir esto como un asunto que pone en riesgo la seguridad de los argentinos, lo ha banalizado, al punto de normalizar el hecho de que iraníes con conexiones terroristas viajen en un avión que pertenece a una aerolínea sancionada por traficar armas.

Lo importante en este caso de Argentina es que la región está asumiendo algo que venimos advirtiendo desde hace mucho tiempo: la alianza de Maduro con regímenes como los de Irán es una amenaza no solo para los venezolanos, sino para toda la región. Maduro permite que estos países antioccidentales utilicen a Venezuela como su patio trasero para el cumplimiento de sus agendas geopolíticas. Por eso vemos que los iraníes vinculados al terrorismo vuelan en aviones venezolanos, por eso también vemos que los rusos trasladan drones a la frontera con Colombia para espiar las comunicaciones del ejercito del vecino país, por eso presenciamos cómo China vende tecnología de espionaje a Maduro para consolidar su régimen de asedio sobre la sociedad civil; y por eso vemos que los servicios de inteligencia cubanos se despliegan a lo largo y ancho del territorio venezolano. Todo esto conforma un complejo andamiaje donde Venezuela se convierte una ficha en un tablero de ajedrez internacional, que persigue un claro objetivo: romper la democracia de Occidente.

En tal sentido, la mirada de las democracias del mundo no puede seguir siendo neutral frente a un proyecto de esta envergadura, o, peor aún, no podemos ver un conflicto de esta naturaleza con unos binoculares ideológicos, donde en lugar de ir a la yugular del problema, que no es otra que la lucha por la supervivencia de los valores occidentales, nos desenfoquemos en debates estériles de izquierda y derecha. La lucha no es entre una ideología u otra, la lucha tiene que ser para que esa esencia democrática que caracteriza a Occidente siga rigiendo la vida de nuestra humanidad.

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