Crear civismo para fortalecer a la Sociedad Civil

Se pueden organizar concursos con variadas modalidades para fomentar en esos colectivos de jóvenes el fervor democrático y cívico.

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La adolescencia es un momento óptimo para crear civismo
La adolescencia es un momento óptimo para crear civismo

Prefiero decir “crear civismo” que “promover civismo”. Pero las dos ideas sirven: son potentes y útiles para la actualidad de nuestras democracias, tan necesitadas de activismo cívico.

¿Qué es el civismo?

La Real Academia Española nos trae dos conceptos: “celo por las instituciones e intereses de la patria” (el primero) y “comportamiento respetuoso del ciudadano con las normas de convivencia pública” (el segundo).

Ambos conceptos, muy relacionados, deben tener como eje al ciudadano y a las organizaciones de la Sociedad Civil (las nacionales -asociaciones, fundaciones- y las internacionales -las ambientales, por ejemplo, como Greenpeace, o de derechos humanos, como Human Rights Watch-).

Ejercer el poder reaccional

Suele ocurrir que esos ciudadanos y esas organizaciones no gubernamentales tienen el riesgo de acercarse a una situación de fracaso, claudicación o frustración porque son superadas por una realidad política que hace muchas veces oídos sordos a sus reclamos, imponiéndose, en cambio, el “arreglo político” para las más variadas situaciones institucionales y/o cívicas. Y ello, a veces, por falta de medios o condiciones jurídicas para ejercer el poder reaccional en condiciones de eficiencia.

Es muy necesario crear civismo (y crearlo ya): una idea práctica

El civismo representa, de alguna manera, a la Sociedad Civil en acción. Si bien suelo hablar en mis columnas de la Sociedad Civil y de la imperiosa necesidad de su fortalecimiento, hoy deseo proponer una idea práctica y concreta para “crear civismo” sin que pueda decirse “eso no se puede hacer por falta de dinero”.

Vamos a ello. Conozco de cerca alguna organizaciones cívicas (algunas de abogados, otras mixtas) que están permanentemente debatiendo sobre la necesidad de preservar el Estado de Derecho y criticando tantas y tantas decisiones u omisiones del poder de turno -o la falta de transparencia-, cualquiera fuera el partido político en el poder, o el país donde ello ocurre.

Y entonces me acuerdo de cuando yo tenía 16 o 17 años, en los finales de la enseñanza secundaria, en los que teníamos asignaturas vinculadas con la “educación democrática” (los nombres de las asignaturas han ido cambiando). Nuestros profesores nos hablaban de la Constitución y de las instituciones del Estado. Y la cosa no pasaba de ahí. Ahí está la clave. Trabajar con esos jóvenes. Se es fértil a esa edad en términos cívicos. Hay que aprovecharlo.

¿Qué se podría hacer de novedoso en términos de civismo?

Creo que se pueden imaginar y crear concursos con variadas modalidades para fomentar en esos colectivos de jóvenes el fervor democrático y cívico. Y estas organizaciones cívicas de las que hablaba (nacionales e internacionales), integradas por ciudadanos activos y quejosos, podrían proveer jurados ad honorem para estos concursos a crearse y desarrollarse.

¿Quiénes organizan los concursos? ¿Cómo serían?

Alguien me dirá: ¿pero quién organiza? Respuesta: las organizaciones cívicas que ya están en funcionamiento (un colegio de abogados, por ejemplo, o una asociación de profesores).

Así, uno de sus miembros redactará las primeras bases y sus compañeros, siempre sedientos de realización cívica concreta, comentarán y mejorarán las propuestas iniciales; de ese modo saldrían los primeros concursos cívicos patrocinados por algún medio de prensa (Infobae, por ejemplo, con presencia regional en América). Y el premio se llamaría “Premio XX (la organización cívica de que se trate)-Infobae.

¿En qué consistiría el premio?

No en dinero, porque eso nunca hay, pero sí en un reconocimiento institucional -muy útil para el joven- y en la posibilidad de que los ganadores que resulten (de 16 o 17 años) hagan prácticas breves en condiciones y lugares que habría que pensar y determinar. Por ejemplo: una semana en una defensoría del pueblo, o en la redacción de un medio de prensa, o en la secretaría de la organización cívica (asociación, colegio de abogados, fundación, etcétera).

Aunque no faltarán agoreros, creo que las posibilidades de desarrollar la idea precedente son ilimitadas. Y será, sin duda, una genuina creación de civismo para fortalecer a la Sociedad Civil.

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