Una nueva narrativa

La llegada de Boric en Chile, de Castillo en Perú, en menor medida de Castro en Honduras y sin duda el liderazgo de Petro en las encuestas en Colombia tiene una razón común

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El candidato presidencial colombiano, Gustavo
El candidato presidencial colombiano, Gustavo Petro

Las elecciones en Colombia son el capítulo final de una batalla por el imaginario colectivo en nuestros países que desafortunadamente ganó la izquierda más radical del continente.

La llegada de Boric en Chile, de Castillo en Perú, en menor medida de Castro en Honduras y sin duda el liderazgo de Petro en las encuestas en Colombia tiene una razón común: la narrativa que lograron imponer en nuestras sociedades.

Ello no quiere decir que nuestros países no tengan problemas. Claro que sí y muchos. O que exista un cansancio, o hastío en algunos casos, con los distintos gobiernos y por ende se busque un cambio. Pero lo sucedido va más allá y es producto de una estrategia exitosa de muchos años, muy coordinada y que con las redes sociales como altavoz logró crear en nuestras sociedades un narrativa nociva y destructiva de la democracia, de la libertad de empresa, de la autoridad e incluso de la libertad de prensa.

Para la muestra un botón. En Colombia en las elecciones primarias del Pacto Histórico, el de Gustavo Petro, le preguntaron a los 7 candidatos si Colombia era un democracia. Seis, incluyendo el hoy candidato presidencial, contestaron que no. Sin un sonrojo. Otro. Muchas veces, muchas en serio, en redes sociales y ante críticas al candidato Petro, jóvenes informados me dicen, con un descaro aterrador que estamos peor que Venezuela. Y eso que tenemos más de 3 millones de venezolanos en nuestras ciudades y campos que huyeron del hambre y de la miseria del que hasta antes de Chávez y Maduro era uno de los países más ricos del continente.

Esta nueva narrativa tiene varias características. Todos los que fueron o son funcionarios públicos y eran o son empresarios son corruptos. Los únicos que no son corruptos son ellos. La palabra empresario la convirtieron en un estigma asociado a todos los problemas de nuestras sociedades. La única autoridad es la que les sirve a ellos lo demás es paramilitar o fachista. El mejor ejemplo es la política de “abrazos no balazos” de AMLO que en solo tres años deja más muertos que en el sexenio anterior. La libertad de expresión está al servicio de los intereses comerciales, políticos o fachistas cuando no está de acuerdo con ellos. Petro tildó de nazi a un analista de origen judío que habló por la radio. La educación y la salud es solo para los ricos. Y la inequidad, que existe, es un producto de todo lo anterior.

Para poder entender qué tanto ha calado esta narrativa solo basta leer una encuesta hecha en Bogotá donde cerca del 80 por ciento de los encuestados dice que el derecho a la salud y a la educación no existen en una ciudad cuyos índices de cobertura en ambos sectores está por encima del 95 por ciento.

Lo más triste de este escenario es que tenemos el espejo de Venezuela que generó un conformismo, “aquí nunca va a pasar eso”, y evitó crear una narrativa que contrarrestara la que esa izquierda radical imponía en nuestros países. El centro o la derecha nunca defendieron lo conseguido. En Chile, en Perú o en Colombia. No defendieron a esa clase media que creció muchísimo en nuestros países y que es la primera que ese populismo de izquierda destruye. La importante disminución de la pobreza o de la pobreza extrema en nuestros países, con desafortunada alza en la pandemia, solo es discusión de expertos economistas.

Y las voces que desde el principio alertaron de esta crisis, como la de Alvaro Uribe quien se inventó el término castro-chavismo, fueron ridiculizados -a pesar de que el tiempo le dio la razón- o perseguidos en la justicia y en los medios. Parte de esa narrativa conlleva destruir a los opositores. Isabel Zuleta una senadora del partido de Petro y líder de su campaña de Petro narró con descaro absoluto lo que hicieron, incluso utilizando las entidades de control, para destruir, sus palabras no las mías, al candidato de centro izquierda Sergio Fajardo. Además, son expertos en utilizar todo tipo de bodegas en redes sociales que con argumentos pueriles o falsos destruyen la reputación de quienes se les opongan.

En el mundo bipolar de hoy, que se divide entre el autoritarismo y la libertad y con la desinformación que conllevan las redes sociales, la batalla por la narrativa se vuelva cada día más vital para defender la democracia liberal. La izquierda populista, autoritaria y dictatorial hizo la tarea y los resultados se ven: Chávez y Maduro, Ortega, Evo Morales, Kirchner, Boric, Castillo, Castro y Petro.

La pregunta es, ¿Cuándo empezamos la tarea del otro lado? Para mañana es tarde.

* El autor fue vicepresidente de Colombia entre 2002 y 2010.

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