La Novena Cumbre de las Américas ya está a la vuelta de la esquina. En la víspera de este evento hemisférico, el Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, ha liderado una activa y penosa campaña en favor de las dictaduras de Cuba, Nicaragua y Venezuela. En esta fiesta de las democracias, AMLO se ha convertido en el mariachi sin sueldo de las dictaduras que nos han hecho llorar y llorar.
Este grito desesperado en defensa de sus tres amigos, está cobijado bajo la excusa de no exclusión, autodeterminación, solidaridad y toda esa retórica añeja a la que nos tenía acostumbrado el difunto Hugo Chávez. Obrador, no se detuvo allí, también desempolvó el anacrónico discurso izquierdista de decapitar a la OEA y fortalecer una secta hemisférica de estériles resultados llamada CELAC. Dicho en otras palabras, AMLO apuesta por una organización excluyente, sin Estados Unidos, sin Canadá y sin ningún compromiso con los derechos humanos y la democracia representativa.
Por su parte, la dictadura de Cuba y sus más de 60 años de infamia y represión, también exige su lugar en la mesa en la Cumbre de las democracias. La isla, cuyo principal producto de exportación es la ideología y los políticos fracasados, sigue siendo el paraíso perdido de muchos dirigentes zurdos y absurdos de América Latina e incluso de algunos estadounidenses y europeos. Todos ellos miran y admiran el modelo castrista como un sistema perfecto, 3 presidentes, más de 60 años y ni un solo organismos de derechos humanos. ¿Envidiable verdad?
Por otro lado, la dictadura de Venezuela también quiere su ticket gratis para ir a Los Ángeles. El país con la reserva petrolera más rica de las Américas, es hoy el mendigo del Hemisferio Occidental. Su fórmula del éxito es conocida. Durante casi dos décadas el sistema chavista regaló petróleo ajeno a casi todos los países del mundo a cambio de favores políticos, quebrando su andamiaje económico y productivo, eliminando cualquier vestigio de democracia y estableciendo la segunda dictadura más cruel y sangrienta de América Latina.
Finalmente, la Nicaragua de Ortega se jacta de gastar millones en policías y armas, mientras el país se hunde en la extrema pobreza, la represión y el narcotráfico. En país de lagos y volcanes, cada vez hay más policías armados y menos ciudadanos libres. Las fuerzas del orden público se dedican las 24 horas del día a perseguir estudiantes, periodistas y sacerdotes, mientras el país se convirtió el año pasado en la nación centroamericana que menos droga y narcotraficantes captura. Por si fuera poco, en este país el Presidente lleva 15 años atornillado en el poder y sin sonrajarse nombró a su esposa, Rosario Murillo, como su flamante Vicepresidente de por vida.
Siendo objetivos, no hay gobiernos perfectos, en América Latina ni en Estados Unidos. Sabemos que se viven tiempos complejos y desafiantes. El Salvador con las maras y el autoritarismo, Costa Rica con un gobierno dudoso, Argentina con un liderazgo ineficiente y endeudado, Colombia con la amenaza del socialismo de Petro, México con un Presidente populista y enemigo de la libre expresión y la lista sigue creciendo. Todos tienen problemas y tares pendientes, pero ninguno de ellos es una dictadura con 15 o 60 años en el poder. De eso es lo que hablamos cuando no se quiere invitar a dictaduras a la Cumbre de las Américas.
Tolerancia y autodeterminación. Mientras los presidentes de la llamada izquierda del Siglo XXI bailan en el tango de la autodeterminación de los pueblos, se olvidan de los más importante “los pueblos”. Cuando AMLO toca el mariachi de los dictadores de Nicaragua, Cuba y Venezuela, ignora o no quieren ver que estas dictaduras siguen sin ninguna tolerancia o respeto a los derechos humanos, encarcelando y asesinando a sus propios ciudadanos los 365 días del año. Entonces nos preguntamos ¿Dónde está la tolerancia?
*El autor fue Embajador de Nicaragua ante la OEA