En su más reciente conferencia de prensa, Ricardo Gareca compartió una serie de reflexiones sobre el deporte peruano que, a su vez, reflejan las lamentables consecuencias de la visión a corto plazo que existe en nuestro país. El técnico de la selección de fútbol señaló: “En el Perú, no hay infraestructura que le dé al jugador de fútbol la posibilidad de un crecimiento y una educación profesional”. También indicó que esta problemática se debe al abandono de los distintos Gobiernos, que no se han preocupado de verdad por el deporte.
Es por ello que no existen políticas claras para desarrollar las diversas disciplinas que existen, ya sea mediante obras de infraestructura (centros de alto rendimiento), fomento de campeonatos o apoyos económicos para los atletas más destacados. Gareca afirmó: “El Perú necesita que los chicos compitan y la única manera de que lo hagan es con deporte y educación. Así se consigue un ciudadano competitivo y educado, pero eso flota en el aire. ¿Cuándo se verá todo eso?”.
Problemas de la gestión del deporte en el Perú
Si uno hace memoria, el Perú fue uno de los últimos países en la región que permitió el regreso a la práctica deportiva tras la pandemia, lo que afectó a miles de atletas que no pudieron entrenar en óptimas condiciones por más de uno año y medio.
Este caso da cuenta de cómo se gestiona el deporte en nuestro país, donde es constante el cambio de autoridades en las principales instituciones del sector (Instituto Peruano del Deporte o Proyecto Especial Legado Juegos Panamericanos y Parapanamericanos), sin que exista un trabajo continuo. Tampoco se nota una política de apoyo integral hacia los deportistas, quienes deben valerse por sí solos para conseguir auspicios que les permitan competir.
El trabajo coordinado y sostenido entre el Estado y las empresas, por el bien de los deportistas, es puntual y enfocado a unas cuantas disciplinas, mientras que se trabaja poco para masificar aquellos deportes con gran potencial de entretenimiento. Es lamentable que el deporte solo reciba atención en el marco de eventos como los Juegos Olímpicos, los Panamericanos o los torneos mundiales.
Del deporte a la política y al día a día en las calles
En las últimas semanas, el Perú vivió un intento de vacancia presidencial, la censura del ministro de Salud y numerosas protestas en Lima y en distintas regiones, como Arequipa, Cusco, Ica, Junín y Piura, las cuales dejaron un saldo de siete fallecidos. Este pandemonio se originó, entre otros motivos, por las pésimas decisiones de nuestras autoridades. Tanto el Ejecutivo como el Legislativo se mostraron incapaces de tender puentes y elaborar una agenda común en un contexto de crisis económica.
Por un lado, el Gobierno continúa nombrando funcionarios que no están capacitados y que solo socavan lo poco que se ha construido en los últimos años. Por otro, el Congreso es incapaz de impulsar leyes que alivien la alicaída economía familiar e impulsen la reactivación económica. Es más, lo ocurrido con la exoneración temporal del impuesto general a las ventas (IGV) a algunos productos de la canasta familiar, como el pollo, los huevos, el azúcar y los productos cárnicos, y que luego incluyó al lomo fino, el faisán, la gallina de Guinea y otros productos importados que no son de consumo popular en el Perú, demostró su poca capacidad para elaborar leyes. Si se pensara en el largo plazo y bajo un enfoque técnico y no populista, se advertiría que la exoneración temporal del IGV no discrimina la ayuda, beneficiando solo a ciertas empresas y no garantizando que llegue a las familias más vulnerables.
Otro aspecto a señalar es que, pese a los diversos escándalos cercanos al presidente y a las polémicas designaciones en su gabinete, la oposición no ha logrado plantear una alternativa viable y con la suficiente aceptación para salir de la crisis. Tampoco ayuda que algunas fuerzas políticas se nieguen a reunirse con el presidente y que solo se limiten a pedir su renuncia.
Es así como nos topamos con un entrampamiento en el que los diferentes actores políticos solo analizan el corto plazo, sin ser conscientes del grave daño para la población en general que está en el medio de su pugna. Por ejemplo, ya se evidencia un desgaste emocional y unas condiciones de vida más precarias ante el alza sostenida de los precios de la canasta básica popular.
Se requieren líderes que logren consensos
Sin reformas institucionales que mejoren la calidad del trabajo realizado, tanto en la presidencia como en los ministerios y el Congreso, lograr buenos resultados en la conducción del país será más difícil. El Acuerdo Nacional y el Consejo de Estado tampoco han cumplido con atenuar la crisis y darle una salida. En este escenario, se necesitan nuevos liderazgos que generen consensos para salir de este entrampamiento con acciones ejecutables a corto plazo, pero que tengan una visión de país, siempre pensando en las poblaciones más vulnerable y quienes sufren más producto del deterioro económico.
Esta visión debería contemplar la reducción de brechas, la masificación de servicios básicos, el apoyo a los micro y pequeños empresarios, la preservación de nuestros ecosistemas y los lineamientos para potenciar diversos sectores y rubros como el deporte, por citar el ejemplo con el que comenzó este artículo. Perú necesita con urgencia salir de su espiral de crisis y replantear lo que se entiende por políticas en sus distintas esferas.
Si hacemos un paralelo con el fútbol, necesitamos de referentes y líderes como Juan Carlos Oblitas o Ricardo Gareca que gocen de credibilidad para la toma de decisiones, que conformen un equipo de trabajo con los mejores cuadros, y que, por supuesto trabajen en equipo pensando a futuro, más allá de los imprevistos que puedan presentarse en el corto plazo. Cuando Perú fue último en la Eliminatoria y se pensaba en el fin de este proyecto, ambos salieron a poner el pecho, asumir su responsabilidad, corregir errores, pero sin dejar de confiar en su trabajo y en el grupo humano que tenían para revertir la situación.
Pedro Castillo y el Congreso tienen la responsabilidad para mejorar sustancialmente su rendimiento, hacer autocrítica y dejar de lado sus intereses particulares para beneficiar a los que más lo necesitan sin caer en el populismo. Para lograrlo, se necesita de una sociedad civil mucho más crítica y que pueda exigirles acciones concretas como deslindarse y apartar a personajes cuestionados.
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