El eterno medievo latinoamericano

Se aproxima otro auge de materias primas y muchos analistas están prediciendo que este será el dispositivo de lanzamiento de algunas economías regionales hacia el desarrollo

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Una madre con su hijo en una casilla en Río de Janeiro, Brasil (Lianne Milton/Bloomberg)
Una madre con su hijo en una casilla en Río de Janeiro, Brasil (Lianne Milton/Bloomberg)

Se aproxima otro auge de materias primas que es el resultado de la ruptura que indujo el COVID-19 en la cadena de suministro mundial y la ocupación de Ucrania que protagoniza Rusia. Muchos analistas están prediciendo que este será el dispositivo de lanzamiento de algunas economías regionales hacia el desarrollo.

La historia, sin embargo, parece contradecir estas optimistas visiones. Desde el siglo XVII a esta parte se han producido 15 auges de materias primas sin que los países de América Latina que cuentan con capacidad de producción se hayan desarrollado. De hecho, la economía que más ha crecido y formado clase media en el continente es la de México, a partir de la suscripción de NAFTA con estados Unidos y Canadá en 1995.

El resto de las economías, pese a exhibir en algunos casos altas tasa de crecimiento, no lograron romper la barrera del subdesarrollo. Y la razón de este fracaso emana de la ausencia de un marco institucional propicio a la creación de riqueza.

Las instituciones que favorecen la creación de riqueza le dan prioridad absoluta a la protección de la libertad del individuo por encima de cualquier otro fin. En consecuencia, facilitan la construcción del bien común a partir de la búsqueda individual el bienestar.

Las instituciones que rigen la vida de los latinoamericanos, por el contrario, promueven la extracción de rentas en lo económico y el corporativismo en lo político. La extracción de rentas impide el crecimiento pleno de un sistema económico porque para que la extracción de rentas sea eficiente, el número de participantes debe ser controlado. Esto fomenta la exclusión de sectores portadores de la innovación, y por lo tanto, las relaciones políticas no son competitivas sino corporativistas.

Cada segmento social está representado por una corporación. Esa corporación tiene una cúpula. La cúpula tiene acceso a los más jugosos negocios, a los mejores servicios del estado y la protección legal. El resto de la sociedad está sujeta un pugilato para obtener trabajo, para accesar los servicios públicos y para hacer valer el estado de derecho. Esto explica la conducta dictatorial seguida por muchos lideres democráticos de la región que se concretan en la ausencia de independencia del poder judicial, nepotismo, amiguismo y, desde luego, la inmortal Hidra Lerma de la corrupción.

Este marco institucional tiene partida de nacimiento en el Medievo, etapa histórica que nunca separo religión de estado, nunca sustituyó conocimiento por dogma y jamás pensó que los hombres y mujeres que formaban parte de las tribus que ocupaban el territorio de cada señor feudal tenían derecho a la libertad.

Se confirma así lo que muchos estudiosos de a la historia han indicado: América Latina no formó parte de la Ilustración. Por tanto, el marco institucional regional es desde hace 500 años, un enclave medieval. Ese enclave represa las fuerzas productivas e impide el desarrollo del talento innovador. Así, nuestras naciones llevan una camisa de fuerza que, de no levantarse, impedirá el aprovechamiento de condiciones objetivas favorables al desarrollo para alcanzar la prosperidad como ya ha ocurrido 15 veces en los últimos tres siglos.

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