El sismo ucraniano llega a Asia

El acercamiento ruso chino, si bien poco sostenible en el largo plazo dado la asimetría de poder económico y demográfico entre ambos, tendrá cómo contratara una Europa mas dispuesta a invertir en armamento y tropas

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Oficiales del ejército polaco y voluntarios ayudan a las personas que se dirigen a subir a un tren a Cracovia tras cruzar la frontera de Ucrania a Polonia, después de huir de la invasión rusa de Ucrania, en el puesto de control fronterizo de Medyka, Polonia, 9 de marzo de 2022 (Reuters)
Oficiales del ejército polaco y voluntarios ayudan a las personas que se dirigen a subir a un tren a Cracovia tras cruzar la frontera de Ucrania a Polonia, después de huir de la invasión rusa de Ucrania, en el puesto de control fronterizo de Medyka, Polonia, 9 de marzo de 2022 (Reuters)

Para muchos es un dato clave de la historia, para otros uno de los tantos mitos que toman vida en torno a figuras y momentos claves de la humanidad. Nos referimos a la supuesta reflexión del Almirante Yamamoto a pocos minutos de terminar el ataque a la base americana de Pearl Harbour el 7 de Diciembre de 1941. En medio de un clima de euforia de sus subordinados por el resultado de la operación, el máximo cerebro de la estrategia naval del Japón se limitó a decir: El día de hoy, hemos despertado a un gigante.

Poco más de 80 años después, esa frase vuelve a tener una particular actualidad. En este caso, el ataque ruso a territorio ucraniano ha tenido y tendrá un impacto directo sobre la forma de pensar tanto en Berlín como en Tokio sus respectivas inserciones internacionales y sus brazos armado. Hasta podríamos llegar a pensar que el pasado 24 de febrero, se cerró definitivamente el extenso periodo iniciados en 1945 con la derrota de ambas potencias en la Segunda Guerra Mundial.

En un giro rotundo, Berlín anunció la asignación de un fondo especial para sus FFAA de poco más de 100 mil millones de dólares, o sea una cuarta parte del PBI argentino y una vez y media el gasto en Defensa anual de Rusia.

Así, como pasar en los próximos años de una inversión en el área militar de 1.3 por ciento del PBI a un 2 por ciento. Puesto en cifras, poco mas de 80 mil millones de dólares anuales y un 10 a 15 por ciento más que el gasto ruso en Defensa. Cabe recordar que aún antes de todo esto, los Estados Unidos invertían ya 12 veces más que Moscú en armamento y los países europeos de la OTAN, seis veces más. Así como una paridad en torno a las 5000 cabezas nucleares ambos bandos.

Yendo a Japón, a lo largo de los últimos años ha venido -con el visto bueno de Washington- potenciando su poder bélico. Destacándose la amplitud y capacidad de su flota de submarinos, la modernización de su poder aéreo por medio de la compra de los sofisticados y costosos F-35 americanos, el desarrollo de misiles hipersónicos en condiciones de impactar en China, la puesta en operaciones de su primer portaviones desde 1945, la reactivación de su infantería de Marina y una diplomacia y un poder político que no dudan en expresar que un ataque chino a Taiwán, sería considerado un amenaza inaceptable a la seguridad nacional de Tokio.

A lo que se suma la voluntad del gobierno de ir llevando la inversión en Defensa a cifras más cercanas a 2 puntos del PBI con respecto al histórico 1 por ciento. El creciente acercamiento que vienen llevando a cabo Moscú y Beijing, se remonta a más de una década. Frente a lo que percibían como un avance irrefrenables del poder unipolar de los Estados Unidos.

Este proceso de reforzamiento del vínculo bilateral se ha acentuado más y más en los últimos años. La crisis del Covid iniciada en China a fines del 2019 y esparcida en el resto del mundo poco después acentuó una mutación del ascenso sigiloso chino postulado a fines de los años 70 por los reformista pro mercado a una nacionalismo fuertemente asertivo e hipersensible a criticas y cuestionamientos.

Por su parte Rusia fue puesta, desde la derrota de Hillary Clinton frente a Donald Trump en 2016, en el centro de cuestionamientos por su supuesta injerencia en el resultado de ese proceso electoral. Los intentos de Trump de mejorar la relación con Moscú para darle prioridad a la competencia con el verdadero rival estratégico de la primacía americana, o sea China, nunca se pudo concretar. En parte, por ese clima de grieta extrema dentro de la política americana.

Lo que la lógica geopolítica aconsejaba -mejorar y establecer un vínculo razonable con Rusia y centrar las energías contra China- el clima partisano y agonal en Washington, lo impidió. El triunfo de Joe Biden, con la ayuda del traumático efecto económico y psicológico del Covid y el masivo voto por correo, vino acompañado por una agudización de los cuestionamientos y críticas a Putin y sus políticas. Así como una continuidad y acentuación de la dureza de Trump sobre China.

La ofensiva militar rusa sobre Ucrania es el punto culminante de este largo proceso y marca un antes y un después aun más profundo que los ataques terroristas de septiembre de 2001. Tenemos frente a nuestros ojos la guerra más importante en el sistema internacional, al menos desde 1973: el choque armado de Israel, respaldado por los Estados Unidos, con los países árabes, que generó una amenaza soviética de recurrir al armamento nuclear para evitar la destrucción del poder militar de Egipto.

Por darse en el corazón de Europa y con Rusia en plena batalla, quizás podamos remontarnos más lejos aún, a 1945 con el fin de la Segunda Guerra Mundial. Dato que representa un reflejo de la gravedad del actual escenario global. Entre las tantas capas tectónicas en pleno movimiento, está la decisión de dos gigantes tecnológicos y económicos como Alemania y Japón, de vigorizar fuertemente su poder militar.

La posmodernidad y el economicismo que los acompañó en las últimas décadas está dejando lugar a la herencia histórica de las temibles tribus germanas y a los míticos Samuráis. El acercamiento ruso-chino, si bien poco sostenible en el largo plazo dado la asimetría de poder económico y demográfico entre ambos, tendrá cómo contratara una Europa más dispuesta a invertir en armamento y tropas, un Japón en la misma sintonía e incentivos a reforzar la coordinación en temas estratégicos, diplomáticos y aun económicos y tecnológicos entre Washington, Berlín y Tokio.

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