La mujer venezolana

En un país como Venezuela donde el machismo es practicado y promovido desde lo más alto del poder, las instituciones no protegen a las mujeres

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Una mujer participa en una
Una mujer participa en una protesta de activistas venezolanos para exigir la liberación de 17 mujeres que consideran presas políticas, en Caracas, Venezuela el 8 de marzo de 2021 (Reuters)

En Venezuela, país donde las mujeres siempre han sido protagonistas de las luchas por la libertad, por la igualdad y por los derechos suyos y de todos, se logró en 1947 que la mujer venezolana ejerciera por primera vez en la historia su derecho a votar y ser elegida para los cargos públicos de elección popular. Muchos son los nombres que iniciaron el movimiento que dio pie a esto: Ada Pérez Guevara, Ana Sénior, Argelia Laya, Carmen Clemente Travieso, Eumelia Hernández, Olga Luzardo, Panchita Soublette Saluzzo, entre muchas otras.

Inicio recordando este hito de nuestra historia, hoy 8 de marzo, pues esta fecha se trata principalmente de la lucha por los derechos de las mujeres. Su origen es ese, cuando un día como hoy, pero en 1908, 129 mujeres murieron en un incendio en la fábrica Cotton, de Nueva York, Estados Unidos, luego de que se declararan en huelga con permanencia en su lugar de trabajo. El motivo se debía a la búsqueda de una reducción de jornada laboral, un salario igual al que percibían los hombres que hacían las mismas tareas y a mejorar las terribles condiciones de trabajo que padecían.

De ambos años, tanto 1947 como 1908, han transcurrido décadas. En el mundo libre donde todavía los retos son muchos, los avances han sido notorios. Todos, por supuesto, se lograron gracias a la organización femenina. En Venezuela, durante los 40 años de democracia también hubo avances, aunque insuficientes, pero significativos.

Y hablo de la democracia, que hoy no existe, pues durante los últimos 20 años con el chavismo en el poder, los derechos de las mujeres y niñas venezolanas han sido profundamente vulnerados, a pesar del Ministerio de la Mujer, a pesar de las “Misiones” con nombres femeninos y a pesar de la “paridad de género” que, en un país donde se hace la voluntad –por la fuerza– de una sola persona, es apenas una puesta en escena.

De acuerdo con los Informes emitidos por la Oficina de la Alta Comisionada para los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, Michelle Bachelet, “la falta de acceso a alimentos tiene un impacto especialmente adverso en las mujeres que son las principales encargadas y/o las jefas de familia, quienes se ven obligadas a dedicar un promedio de 10 horas al día a hacer filas para obtener comida. Fuentes locales reportaron algunos casos de mujeres que se vieron forzadas a intercambiar comida por sexo”.

Sobre esta situación, el Fondo de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura reportó que 3.7 millones de venezolanos/as se encuentran en estado de desnutrición y la ONG Caritas confirmó particularmente altos niveles de desnutrición entre niños/as y mujeres embarazadas.

En un país donde el machismo es practicado y promovido desde lo más alto del poder, las instituciones no protegen a las mujeres. Es por ello que, de acuerdo con datos de Utopix.cc, durante el pasado año 2021 hubo un (1) femicidio cada 36 horas. Estamos hablando de más de 250 mujeres asesinadas durante un año, sin contar los intentos que, por fortuna, no llegaron a concretarse.

Toda esta lamentable realidad en Venezuela, ocurre bajo un régimen que usa ataques sexistas en su política de represión y amenaza contra la disidencia. De acuerdo con lo expresado en el Informe de la Alta Comisionada Bachelet en 2019, “las mujeres, en particular las defensoras de derechos humanos, enfermeras, profesoras y funcionarias públicas, han sufrido ataques en función de su género mediante comentarios sexistas, violencia de género en línea y humillaciones públicas. La represión selectiva contra miembros de la oposición y líderes sociales infunde miedo al mostrar las consecuencias que puede acarrear el oponerse o meramente criticar al Gobierno o el expresar disentimiento”.

Sumado a eso, dice el Informe ya mencionado que “los ataques contra familiares de opositores/as políticos/as son parte de la represión selectiva. (…) Además, las mujeres son sometidas a violencia sexual y de género y humillación en sus visitas a centros de detención, durante operaciones de seguridad y allanamientos de domicilios”.

Esta situación, la de una Emergencia Humanitaria Compleja y un régimen represor, ha empujado a millones de venezolanos a huir del país. Por supuesto que la migración más compleja y peligrosa, la de los caminantes y balseros, encuentra en mujeres y niñas una población más vulnerable. De acuerdo con un Informe de Amnistía Internacional, “aunque los países de todas las Américas tienen la obligación de proteger a todas las personas venezolanas que buscan seguridad en sus territorios, son las mujeres y las niñas las que corren un riesgo desproporcionado de sufrir violencia y discriminación”. Es por ello que todas las semanas se leen noticias de femicidios de venezolanas en el exterior, de violaciones y maltratos sexuales, de trata de blancas y de esclavitud.

Todo lo dicho hasta acá tiene un solo responsables: la dictadura. Nunca un régimen venezolano, desde que recuperamos la democracia, había golpeado tanto a las mujeres. A la madre que ve partir a sus hijos o sufre al observar a los suyos acostándose a dormir con hambre. A la trabajadora que no cuenta con instituciones que la defienda y cuyo salario mínimo al mes no llega a cinco dólares. A la estudiante que no encuentra transporte para ir a la universidad, que no tiene conectividad para las clases a distancia y cuyos profesores/as emigran del país o renuncian a la academia para buscar empleos con salarios menos indignos. A todas. Eso ha sido el chavismo.

¿Es premeditada tanta saña con la mujer en dictadura? Siempre he creído que sí. Podría ser lo que Erica Chenoweth y Zoe Marks catalogaron como “La venganza de los patriarcas”, donde abordan la razón por la cual los autócratas temen a las mujeres.

Chenoweth y Marks mencionan que “la reacción patriarcal se ha desarrollado en todo el espectro de regímenes autoritarios, desde dictaduras totalitarias hasta autocracias dirigidas por partidos y democracias iliberales encabezadas por aspirantes a hombres fuertes. en china, Xi Jinping ha aplastado los movimientos feministas, ha silenciado a las mujeres que han acusado a hombres poderosos de agresión sexual y ha excluido a las mujeres del poderoso Comité Permanente del Politburó. En Rusia, Vladimir Putin está revirtiendo los derechos reproductivos y promoviendo roles de género tradicionales que limitan la participación de las mujeres en la vida pública. En Corea del Norte, Kim Jong Un ha alentado a las mujeres a buscar refugio en el extranjero a una tasa aproximadamente tres veces superior a la de los hombres”. Lo curioso, o no tanto, es que todo los mencionados son los aliados más importantes de Nicolás Maduro.

Las mujeres organizadas y decididas a generar cambios que amplíen las libertades y profundicen la igualdad legal y de oportunidades somos, para los regímenes antidemocráticos, una amenaza. No es casualidad que durante dos décadas de Chávez-Maduro en el poder, las mujeres hayan perdido derechos. Una situación contracorriente al mundo occidental, pues la época de los 2000 y 2010, en el mundo, hubo avances destacables.

Y es justamente por eso que las luchas de las mujeres en Venezuela tienen un valor tan grande. Escribo en plural, porque no es una sola lucha, no. Cada mujer venezolana lucha por su familia, la que tiene al lado y la que no. Lucha por sí misma, por desarrollarse y avanzar a pesar de la mayor crisis de nuestra historia. Y, por supuesto, lucha por el país, por lograr la libertad y por dejar a sus hijos/as, nuestros/as hijos/as, una Venezuela de oportunidades, de igualdad y democrática. Y es que, como mencionó Flavia Freidenberg de ONU Mujeres, “la democracia sin mujeres no es democracia”.

En esta causa que nos mueve a cada venezolano/a, dentro y fuera de nuestra nación, hay una mujer decidida a lograr el cambio. En la Asamblea Nacional, la legítima electa en 2015; en varias de las diferentes representaciones en el mundo; en las asociaciones civiles de las comunidades y también en el extranjero; en las organizaciones de defensa de derechos humanos y un largo etcétera. Mientras más fuerte ha sido la situación, mayor ha sido el compromiso y las ganas de salir delante. Si hay una garantía de que lograremos reconquistar y reconstruir nuestro país, es precisamente la lucha de cada mujer por esos objetivos.

Solo en democracia se pueden superar las brechas que nos separan de la inclusión, pero la tarea de idear y trabajar por leyes y políticas públicas que fomenten la inclusión, los derechos políticos y la igualdad de oportunidades de la mujer, deben hacerse ahora mismo. Tenemos el deber histórico de rescatar la democracia que nos fue arrebatada hace muchos años, pero también procurar que una vez logrado el cambio, el nuevo modele sea, para las venezolanas, uno que garantice instituciones que las defiendan y promuevan su participación política para empoderar el desarrollo pleno de sus capacidades.

Ayer la mujer venezolana fue la cara de una Venezuela que supo ser ejemplo democrático en la región. La mujer venezolana es hoy la cara de la resistencia contra la opresión. Y la mujer venezolana será, mañana, la cara de la reconstrucción de nuestro país.

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