La sabiduría realista versus la intuición de Putin: alguno de los dos no acertó

¿Es posible que el presidente de Rusia haya visto cosas que ni su Jefe de Inteligencia ni la casi totalidad de las mejores mentes y centros de estudios internacionales del mundo vieron?

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Cumplido el quinto día de la ofensiva rusa sobre Ucrania, dos hechos poco mencionados pueden empezar a ser puestos sobre la mesa. El primero, el duro reto que el jefe de la inteligencia exterior, Sergei Naryshkin, recibió de parte de Vladímir Putin en la escenificación televisada que se hizo el día previo al inicio del ataque. Un Putin enojado intimó a su ministro a no dejar dudas sobre la conveniencia de comenzar las operaciones militares. ¿Se trató sólo de timidez en una sesión televisada? ¿O esa ambigüedad del funcionario tenía por detrás alguna información o análisis que anticipaban que la incursión no sería un paseo victorioso que derivaría en el colapso del gobierno ucraniano en un máximo de tres a cuatro días, como estimaba, al parecer, el mandatario ruso?

El otro aspecto a mirar con atención fue el amplio consenso existente en estos últimos meses en los principales centros de pensamiento estratégico del mundo, y aún en la misma Rusia, acerca de la poca probabilidad de que se llegue a una ofensiva militar como la que estamos asistiendo: con el empleo de 200 mil efectivos.

Los más destacados especialistas en temas internacionales y geopolíticos, incluyendo muchos de ellos que fueron agudos críticos acerca de verdadera utilidad estratégica de las guerras americanas en Afganistán e Irak, no se cansaron de advertir que una invasión masiva rusa tendría serias consecuencias. Entre ellas, por hacer más dependiente económicamente a Rusia de China, así cómo la posibilidad cierta de meterse en un pantano de guerrillas y sabotaje, si afloraba la voluntad de combate de parte significativa de los ucranianos.

Tal como nos enseña en pensamiento Realista de las RRII, desde fines del siglo XVIII la fuerza más poderosa que impulsa a los Estados y sus pueblos es el nacionalismo, no las ideologías marxistas, liberales, anarquistas o teológicas. Un prominente Realista como J. Mearsheimer, que siempre enfatizó en el agresivo y mal manejo que hizo EEUU desde mediados de los años 90 en materia de expansión de la OTAN hacia el Este, desaconsejaban una operación en esta escala. Destacados especialistas en temas de defensa e insurgencia y contrainsurgencia, de los EEUU y Europa, no dudaban de la conveniencia de que Rusia quedase atrapada en el pantano ucraniano, y que ello derivara en serios costos humanos, económicos y reputacionales. Aquellos más especializados en la gran geopolítica convocaron a evitar, tanto en Moscú como en Washington, una situación de quiebre que alejase definitivamente a Rusia del capitalismo occidental y quedase rehén del capitalismo de Estado de China. Un trago difícil de digerir para el nacionalismo ruso. Toda una paradoja que una guerra contra Ucrania para levantar bien alto el orgullo y el nacionalismo ruso termine facilitando la influencia de Beijing sobre Moscú.

No dejaron de abundar análisis en donde se veía como un factor favorable a Rusia el pacifismo, posmodernismo y pos heroísmo de parte sustancial de los países de la Unión Europea, y en especial de un gigante económico como Alemania: con sus FFAA con decreciente presupuesto y bajo nivel operativo, así como más y más dependiente del gas ruso. A cinco días del inicio de la guerra, los países de la Unión Europea en general, y Alemania en particular, parecen estar haciendo una veloz transición a un mundo alejado de las veleidades posmodernas. La decisión pública de Berlín de aumentar los gastos en Defensa y abastecer con sofisticados cohetes antitanques y misiles antiaéreos a Ucrania es un claro ejemplo en este sentido. La propia Francia de Emmanuel Macron, vista por años como un canal de diálogo y comprensión de Rusia, ha comenzado a mostrar sus dientes. Las divergencias dentro de los países de la OTAN sobre cómo responderle a Rusia -que se extendieron durante años- se van reduciendo hasta casi desaparecer. No casualmente, la OTAN ha decidido extender por primera vez su masiva fuerza de despliegue rápido de 40 mil efectivos. Hasta las siempre prudentes y neutrales (y armadas hasta los dientes) Suecia y Finlandia han levantado la voz a Moscú. La Turquía de Erdogan, que en los últimos años venía dándole dolores de cabeza a los EEUU y a los países europeos, ha mostrado una firme postura de respaldo diplomático y de entrega de sofisticado armamento a Ucrania.

Volviendo al principio, es posible que Putin haya visto cosas que ni su Jefe de Inteligencia externa vio, ni la casi totalidad de las mejores mentes y centros de estudios internacionales del mundo en temas de RRII y geopolíticos. Lo sabremos en muy pocos días. Si esto concluye con una rendición y un colapso ucraniano en las próximas horas, Putin habrá visto una oportunidad sin par. Si para la semana que viene los choques militares siguen, tal vez, la eterna sabiduría del realismo fue una vez mas desoída por un decisor.

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