No es Ucrania, es la libertad

El ataque no es solo a la soberanía de un país, sino a lo que representa Occidente, a cada uno de nosotros, los que no concebimos una vida sin democracia, sin respeto a los derechos humanos y sin paz

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Un soldado ucraniano camina junto
Un soldado ucraniano camina junto a los restos de un camión militar en llamas, en una calle de Kyiv, Ucrania, el sábado 26 de febrero de 2022. Las tropas rusas irrumpieron en la capital ucraniana el sábado y estallaron combates callejeros mientras las autoridades de la ciudad instaban a los residentes a refugiarse. (AP Photo/Efrem Lukatsky)

El pasado 9 de febrero, The Economist publicó el Índice de Democracia de 2021. El nivel de democracia mundial volvió a caer, tal como ha pasado durante los últimos años, y marca su peor dato desde que empezó a medirse en 2006. 59 de los 167 países analizados (37%) son calificados de autoritarios.

En el mundo, hoy, existen más regímenes autoritarios (59) e híbridos (34) que democracias plenas (21). Sumando esta última con las democracias deficientes (53), tenemos que, menos del 45% del mundo vive en democracia. En Latinoamérica hay más regímenes autoritarios (4 -siendo Venezuela la peor calificada-) que democracias plenas (2).

Esta situación es fundamental para entender lo que está ocurriendo hoy en Ucrania: la invasión (así, sin eufemismos) de Rusia, orquestada por el tirano Vladimir Putin.

El trasfondo histórico (desde que se asentaron los Rus’ de Kiev hace más de un milenio, pasando por la independencia de la República Soviética de Ucrania en 1991, hasta el ‘Euromaidán’, también conocido como la Revolución de la Dignidad, entre 2013 y 2014), así como el escenario militar ucraniano, ruso y mundial, han sido hondamente abordados por los expertos. Es por ello que quiero centrarme en la realidad política, que va mucho más allá de Ucrania, pues el enemigo final de los autócratas del mundo, hoy representados por Putin, es la libertad.

La periodista e historiadora Anne Applebaum, quien ha escrito y analizado a profundidad los autoritarismos del mundo y especialmente el ruso, escribió en un artículo publicado a principios de febrero, que “Putin está amenazando con invadir Ucrania porque quiere que la democracia fracase, y no solo en ese país”. Por eso, cada avance de las fuerzas militares rusas, cada asesinato de civiles inocentes en Jarkov, Odessa, Mariúpol, Kiev y el resto de ciudades atacadas, cada edificio destruido y cada niño/a escondido/a bajo tierra para no ser alcanzado por un misil, es un ataque no solo a la soberanía de un país, sino a lo que representa Occidente, a cada uno de nosotros, los que no concebimos una vida sin libertad, sin democracia, sin respeto a los derechos humanos y sin paz.

No es casualidad que los Gobiernos que apoyan a Rusia (puesto 124 del Índice de Democracia de 2021: régimen autoritario), Bielorrusia (146), Kazajistán (129), Siria (160), Irán (155), Kirguistán (115), Tayikistán (157), Venezuela (151), Cuba (142), Nicaragua (140), sean todos regímenes antidemocráticos que se sostienen, independientemente de sus diferentes realidades e ideologías, a la fuerza.

Está claro que la democracia está sufriendo una fuerte crisis, y ello, evidentemente, es un peligro para el mundo entero y una oportunidad para que los enemigos de la libertad sigan avanzando, tal como hace hoy Putin en Ucrania. Una Ucrania que ha resistido estoicamente, con su presidente Volodimir Zelénski al frente, porque si algo ha demostrado la historia es que los demócratas afrontan las situaciones con valentía, mientras que los autócratas lo hacen desde un búnker en el Kremlin, desde Minsk o desde Miraflores. Le temen a la gente y a las calles, por eso buscan acabar con la libertad.

Los autócratas se han unido con un fin claro: que sus modelos sean cada vez más usados en el mundo. Los demócratas debemos unirnos, entonces, para frenarlos. A Occidente le costó mucho lograr que la libertad y la democracia sean valores irremplazables, no defenderlos con contundencia sería un error histórico. “Si el siglo XX fue la historia de un progreso lento y desigual hacia la victoria de la democracia liberal sobre otras ideologías —comunismo, fascismo, nacionalismo virulento—, el siglo XXI es, hasta ahora, una historia al revés”, escribió en otro de sus artículos Anne Applebaum.

El mundo ha cambiado desde el pasado 24 de febrero, tal como cambió en noviembre de 1989 y en septiembre de 2001. Está en nosotros, los que decidimos hacer de la defensa de la libertad, la democracia y los derechos humanos una forma de vida, lograr que el nuevo mundo, a pesar de los Putin, los Maduro, los Lukashenko, los Ortega y el resto de los invasores, tiranos y criminales, sea un mundo donde la democracia no se cuestione, y donde los “chicos malos”, como diría Applebaum, no puedan ganar.

Comencemos con apoyar a los ucranianos, pero también sigamos denunciando y alzando la voz por el resto de los pueblos oprimidos. No es solo Ucrania lo que ataca en este momento el tirano ruso, sino a la libertad misma. Si Zelénski no abandona a su pueblo, siendo un objetivo de guerra, nosotros no abandonemos a la libertad, que es el blanco de los autócratas.

*Elisa Trotta Gamus, diplomática, defensora de derechos humanos y representante de la Asamblea Nacional de Venezuela en Argentina

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