La relación sentimental que mantuvieron los filósofos Martin Heidegger y Hannah Arendt a lo largo de sus vidas, y que saliera a la luz una década después de la muerte de ambos académicos, podría evaluarse a través de un enfoque multidisciplinario que se extiende desde la psicología, la ética y la política, hasta la antropología cultural, la historia y la sociología. En síntesis, del abanico de las ciencias sociales en las que descollaron ambos filósofos a lo largo del siglo XX.
Arendt nació en 1906 de padres judíos en el distrito alemán de Linden (Hannover). Tres años después se radicó en Königsberg, la misma ciudad en la que el filósofo Immanuel Kant vivió y desarrolló su vasta obra académica entre los años 1724 y 1804, en pleno auge de la era de la Ilustración.
Su personalidad y su obra literaria estuvo atravesada por el trágico destino totalitario de esa ciudad que fuera la capital de Prusia Oriental. Durante la Segunda Guerra Mundial fue controlada por el régimen nazi primero, y luego tras la rendición alemana a mediados de 1945, por el régimen soviético liderado por Josef Stalin. En esos meses, la ciudad ubicada a orillas del Mar Báltico, cambió su nombre por Kaliningrado en honor a Mijail Kalinin, ex presidente del órgano legislativo soviético entre 1938 y 1946.
La formación escolar de la joven Hannah se caracterizó por constantes problemas de conducta, aunque esto no le impidió llegar a conocer gran parte de la obra de Kant antes de los 18 años. En el año 1924, poco tiempo después de obtener su certificado de egreso escolar en Königsberg, la díscola estudiante inicia su formación académica superior en la Universidad de Marburgo.
En esa alta casa de estudios fundada en 1527, Arendt conocería a Martin Heidegger, un renombrado doctor en Filosofía de 35 años que se había desempeñado como asistente de Edmund Husserl, máximo exponente de la escuela fenomenológica. En 1917 Heidegger se casa con Elfride Petri, una ex alumna suya con quien tuvo un hijo llamado Jörg.
Muchas décadas después se sabría que Elfride había dado a luz un hijo extramatrimonial de nombre Hermann, a quien Heidegger adoptaría como propio. También trascendería la relación paralela que el filósofo mantuvo con su colega, Elizabeth Blochmann, íntima amiga de su esposa Elfride.
El 10 de febrero de 1925 Heidegger le escribió a su alumna preferida de la Universidad de Marburgo, por entonces de 18 años: “No puedo ni quiero separar sus ojos leales y su querida figura de su confianza pura, de la bondad y pureza de su esencia juvenil. Pero de este modo el regalo de nuestra amistad se convierte en un deber que, tal como queremos, nos hará crecer. Y es este también el que me hace pedir perdón por haberme propasado por un momento en nuestro paseo”.
El filósofo Hans Jonas relata en sus memorias la confesión que su estrecha amiga Hannah le brindara sobre la primera declaración de amor que le hiciera Heidegger. A fines de 1924, durante una tarde oscura del invierno alemán, el catedrático de Marburgo “de pronto cayó de rodillas ante mí. Yo me incliné hacia él, y él elevó sus brazos hacia mí, y yo tomé su cabeza entre mis manos, y él me besó, y yo le besé”. Ese instante tuvo lugar en los mismos días que el máximo exponente de la filosofía existencial avanzaba sobre la escritura de “Ser y Tiempo” (Sein und Zeit). El ensayo sería publicado en 1927 y a los pocos meses, el intelectual que pasó gran parte de su vida en una cabaña de la Selva Negra, adquiría una enorme fama internacional a pesar de lo oscuro y complejo de su literatura.
Por recomendación de Heidegger, Arendt continuó sus estudios de filosofía en Heidelberg con Karl Jaspers, a quien consideró como “el mejor maestro de su vida”. Además de filósofo, Jaspers era médico especializado en psiquiatría. Debió emigrar de Alemania tras el ascenso de Hitler al poder en 1933. Arendt publicó su tesis doctoral “El concepto de amor en Agustín” en 1929 en la colección filosófica que dirigía Karl Jaspers en la Springer.
¿Fue Heidegger defensor del nazismo?
Heidegger fue elegido rector de la Universidad de Friburgo a fines de abril de 1933, 100 días después del nombramiento de Adolf Hitler como Canciller de Alemania a instancia del entonces presidente del país, Paul Von Hindenburg. El 27 de febrero de ese año ocurrió el incendio del edificio del Reichstag (parlamento alemán).
Al día siguiente Hindenburg, a instancia de Hitler, firmó un decreto en el que se suspendían los derechos fundamentales, y que además daba vía libre para gobernar sin control parlamentario.
Hasta el día de hoy se han publicado centenares de trabajos académicos y decenas de ensayos sobre el rol que el filósofo alemán tuvo durante el Tercer Reich. La gran mayoría de los detractores del autor de Ser y Tiempo (entre quienes se destacan Habermas, Levinas, Adorno, Bourdieu y Derrida) intentaron decodificar el discurso que pronunciara el 27 de mayo de 1933 en oportunidad de asumir como rector de la Universidad de Friburgo con el título de “La autoafirmación de la Universidad alemana”.
La valoración sobre la fe democrática de Heidegger sigue siendo cuestionada en la actualidad. Tanto para sus defensores como para sus detractores, interpretar convicciones fascistas y antisemitas en la persona y en la obra de Martin Heidegger se ha convertido en un desafío intelectual. Con la publicación de los Cuadernos negros (diario filosófico que Heidegger escribió entre las décadas del 30 y del 70) en el año 2014, comenzó una nueva ola (crítica) revisora del pensamiento heideggeriano. Figuran en ellos conceptos de indudable pensamiento antisemita.
En simultáneo al ascenso al poder de Hitler en 1933, Hannah Arendt había sido arrestada por la Gestapo y liberada a los pocos días. “Fue en este momento cuando dejé de creer que pudiera seguir siendo una mera espectadora”, diría años después. Junto a su madre huyeron de Alemania hacia Praga, y poco tiempo después ambas mujeres se establecieron en París. En 1929, Arendt se había casado en Berlín con Günther Anders, otro ex alumno de Heidegger.
Antes de abandonar Alemania, Arendt recibió una carta de Heidegger, con quien había cortado su relación sentimental en 1927, en la que su ex profesor y amante le decía que “los rumores que te inquietan son calumnias”, en referencia a la versión de que durante su rectorado Heidegger le había negado la entrada a la Universidad a su maestro y amigo Edmund Husserl a partir de su condición de judío. Décadas más tarde, y aún después de haberle suprimido la dedicatoria original a su maestro ante una nueva edición de su libro más famoso, Heidegger se disculparía con la viuda de Husserl por la oscilante conducta mantenida con su maestro a lo largo de su vida.
En mayo de 1933 Martin le escribe a su hermano menor Fritz, por entonces un opositor a las ideas del nacionalsocialismo. “No has de considerar todo el movimiento desde abajo, sino desde el Führer y sus grandes fines. Ayer me hice del partido, no solo por persuasión interna, sino también debido a la conciencia de que solo por este camino es posible una purificación y un esclarecimiento de todo el movimiento”. A lo largo de su vida, y especialmente durante la extensa entrevista que le hiciera el semanario Der Spiegel en 1966, Heidegger nunca pidió perdón por su apoyo al nazismo en la década del 30 del siglo pasado.
Finalizada la guerra en 1945, le dictó un texto a su hijo Hermann que sería publicado en 1983 con el título, “El rectorado. Hechos y pensamientos”. Expresa allí su punto de vista sobre el nacionalsocialismo como “una contemplación y una renovación del pueblo, y un camino para que este hallara su destino dentro de la historia de Occidente”.
El reencuentro de Martin y Hannah se produjo una vez finalizada la guerra en la ciudad de Friburgo, concretamente en la casa del filósofo, en febrero de 1950. En esa oportunidad ambos le confesaron su relación infiel a la esposa del ex rector universitario. Hannah mantuvo fuertes diálogos con Elfride por sus interpretaciones en torno al nacionalsocialismo. No obstante, a medida que año tras año se reivindicaba la obra académica de Heidegger, tanto Arendt como Jaspers se esforzaban en argumentar que el filósofo de Marburgo no era un intelectual con sentimientos antisemitas.
En su autobiografía publicada en 1958 Jaspers afirma que a partir de 1933 pudo percibir “cuánta monstruosidad cabe en el ser humano, cuánta aberración en personas inteligentes, cuánta perfidia y alevosía en gente aparentemente buena”. Algunos interpretaron que estas palabras estaban dirigidas a Heidegger. El dictamen de Jaspers ante las autoridades de la Universidad de Friburgo de posguerra (controlada por funcionarios franceses) sería determinante para otorgarle su plena jubilación académica.
Luego del reencuentro de 1950, la correspondencia entre Hannah y Martin disminuyó drásticamente, intensificándose otra vez a partir de 1966 cuando Arendt se enteró del contenido de los principales conceptos que Heidegger brindó en la famosa entrevista del semanario alemán Der Spiegel.
Para la doctora en Filosofía de Friburgo, la chilena Diana del Carmen Aurenque Stephan, la percepción política heideggeriana “se relaciona indiscutiblemente con el nacionalsocialismo, mas ella no se identifica con éste, ya que el origen de tal relación no es político, sino más bien filosófico-romántico”. Tal vez el análisis metafísico del ser que lo ocupó a lo largo de su vida funcionó como un inexcusable eclipse del imprescindible juicio moral, y del perdón que nunca llegó, frente a la barbarie que comenzó a gestarse en 1933 y finalizó en 1945 produciendo el mayor genocidio de la historia.
Arendt sufrió fuertes críticas por su interpretación personal de Adolf Eichmann como un simple burócrata del régimen nazi a partir del libro que publicara sobre el juicio seguido en Israel contra quien fuera uno de los principales ideólogos de la aplicación de la “solución final” durante la Segunda Guerra Mundial.
La madre de Arendt caracterizó la personalidad adolescente de su hija como oscura e incomprensible. Los mismos adjetivos utilizaron los detractores de Heidegger para calificar su obra filosófica y su complicidad con el régimen nacionalsocialista entre los años 1930 y 1940.
El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. Es probable que Hannah haya leído en varias oportunidades esta epístola a los Corintios del Nuevo Testamento pensando en el profesor que marcaría el destino de su vida. Hannah Arendt falleció el 4 de diciembre de 1975. Martin Heidegger el 26 de mayo del año siguiente.
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