Ha sucedido en el día de ayer un acontecimiento promisorio, orientado a reducir la inseguridad global. Las cinco potencias nucleares, únicas poseedoras legales de estas armas por el Tratado de No Proliferación, Estados Unidos, Rusia, China, el Reino Unido y Francia, los llamados P5 dieron a conocer una declaración conjunta comprometiéndose a prevenir una guerra nuclear, evitar la carrera armamentista y dar máxima seguridad a los arsenales para impedir el uso no autorizado o accidental. También se comprometieron a respetar los tratados bilaterales y a reafirmar sus compromisos de desarme en el marco del Tratado de No Proliferación.
Muchos expertos alrededor del mundo han trabajado para inducir esta declaración que llega como un bálsamo en tiempos de gran incertidumbre global.
El pronunciamiento resultó muy oportuno ya que el 5 de enero daba inicio la Décima Conferencia de Revisión del Tratado, que entró en vigor en el año 1970. Sin embargo, tal comienzo debió ser pospuesto para agosto de 2022, en virtud de la nueva ola de COVID-19.
Cabe destacar que esta Conferencia de Revisión, que se desarrolla en la sede de Naciones Unidas en Nueva York, es quizás el evento multilateral más relevante en cuanto a los asuntos de seguridad internacional. Allí confluyen diplomáticos de 189 Estados Parte más observadores que cada cinco año debaten los avances en el cumplimiento del Tratado. Esta vez la Conferencia será presidida por un prestigioso diplomático argentino, el embajador Gustavo Zlauvinen y, sin dudas, esta declaración facilitará un desarrollo más fluido y aumentará las posibilidades de éxito.
Viendo los hechos en perspectiva, la declaración no “garantiza” que no se libre nunca una guerra nuclear, pero sí es un importante gesto de buena voluntad de las grandes potencias, que debe ser tomado en cuenta como un factor de disminución del riesgo que representan las armas nucleares en el mundo.
No obstante, hay reconocer que, incluidos entre esos factores de riesgo asociados a la mera existencia de estas armas, existen también arsenales en posesión de cuatro países que no son Estados Parte del Tratado de No Proliferación y que no han suscrito este compromiso. Ellos son India, Pakistán, Israel y Corea del Norte. Así y todo, es de esperar, que al menos algunos de ellos en virtud de intereses más generales participen de este nuevo y deseable esquema de buena voluntad.
Cabe recordar que las dos únicas oportunidades en que las armas nucleares fueron utilizadas en conflictos armados ocurrieron en 1945 durante la Segunda Guerra Mundial, con los ataques a Hiroshima y Nagasaki. A partir de la devastación de esos ataques se dieron dos fenómenos contrapuestos. Por un lado, se inició una loca carrera para desarrollar esas armas como factor innegable de poder, resultando cada vez más sofisticadas y devastadoras. Para lograr dichos avances tecnológicos los países realizaron a través del tiempo más de 2 mil ensayos nucleares en todo el planeta. Por el otro, y paradójicamente, se instaló el llamado “tabú nuclear”. Enormes inversiones y armas desarrolladas para nunca ser utilizadas. De las 63 mil en lo más candente de la Guerra Fría hoy quedan 13 mil 400, desplegadas en 14 países, los territorios de los nueve poseedores más otros cinco europeos que las albergan por los acuerdos de la OTAN. También navegan en submarinos con capacidad misilística por los mares del mundo. Como se ve, aún quedan suficientes armas nucleares como para borrar todo signo de vida de la faz de la tierra.
La declaración de las potencias rescata la intención defensiva/disuasiva y no ofensiva los arsenales nucleares, y más importante aún, reconoce como objetivo último su eliminación completa. Esto sólo fue posible por la reanudación de relaciones más positivas entre Biden y Putin, impensables en la época de Trump.
El documento toma como antecedente virtuoso -y también el lenguaje- de la histórica declaración de Reagan - Gorbachev, líderes de Estados Unidos y la Unión Soviética, de 1985 en Ginebra. En ella se afirmaba: “Una guerra nuclear no puede ser ganada y nunca debe ser librada”.
Los líderes de hoy, como los de aquel entonces, lo saben perfectamente y así se pronunciaron. Si las palabras de la declaración se reafirman con hechos positivos, el mundo celebrará doblemente.
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