La época de fin de año es la “temporada alta” de los deseos. Cualquier excusa es buena para brindar y bendecir a nuestros seres queridos con un gran año venidero, lleno de buenas noticias, salud y alegrías. Sin embargo, los golpes sufridos tras la irrupción del Covid en nuestras vidas, han hecho bastante frecuentes deseos del siguiente tipo “esperemos que todo vuelva a ser como antes”, “ojalá que volvamos a estar como en el pasado”. Y, por más que el espíritu de estos mensajes sea bien intencionado, esconden una visión que poco puede ayudarnos para la vida.
Comencemos por los hechos: todos lamentamos lo que hemos tenido que sufrir con el Covid. Miles de familias fueron destrozadas por la muerte de algún ser querido, otras tantas se han visto ahogadas económicamente ante las dificultades que el virus ha planteado, y muchas otras sencillamente se hundieron ante la incertidumbre. Ante esta realidad, no debería sorprendernos que existan muchos que deseen “volver al pasado”, regresar a la vida “pre-Covid”.
Sin embargo, en medio del dolor y la falta de claridad ante lo que nos deparará el futuro, lo que debemos intentar preguntarnos es para qué nos ocurren las cosas en la vida. O, mejor dicho, qué hacer con aquello que nos ha tocado vivir.
Déjenme ilustrarlo con un ejemplo. Imaginemos una persona que, por algún desperfecto técnico, se queda varada en la ruta. Mientras espera a que alguien circule por allí, puede empezar a pensar “tal vez sea conveniente salir de casa siempre con algún alimento extra, o con algún libro como para poder pasar el tiempo, o con una muda de ropa de más…”. En medio de estos pensamientos, y después de varias horas de espera, aparece un automóvil que lo ayuda a seguir viaje. Al regresar a su hogar, le preguntan si aprendió algo durante esa estadía, a lo que responde: “¡Sí! ¡Que debo hacer lo posible para que mi auto no se quede parado en medio de la ruta!”. Esta persona habrá pasado por aquel contratiempo sin haber aprendido absolutamente nada.
Desear volver al pasado es simplemente desear lo imposible. Es un deseo en vano que no sólo no es productivo, sino que esconde un mensaje bastante negativo: que no hay nada que podamos hacer en el futuro más que desear que aquello que nos afectó no nos vuelva a ocurrir.
Propongo otra visión. Aunque suene difícil de aceptar ante tanto dolor, debemos comprender que somos parte de una generación que ha vivido un cambio excepcional. Pocas veces la Humanidad se ha visto obligada a modificar sus reglas de un modo tan abrupto e inmediato. La tecnología avanzó y alteró nuestra vida diaria de un modo inesperado. La educación, las reuniones empresariales, las decisiones económicas y las medidas de salud se vieron revolucionadas en menos de dos años. En este lapso de tiempo hemos absorbido información y nos hemos tenido que adaptar a cambios un tanto violentos. Y, aunque sea sorprendente, lo hemos logrado.
Si nuestros deseos para el año que comienza son que volvamos al pasado, entonces todo lo que hemos vivido habrá sido en vano. La vida nos ha puesto a prueba y, si estamos enfrentando un nuevo año, es porque, con todas las pérdidas y las heridas, aún estamos de pie.
Salimos de este 2021 e ingresamos al 2022 habiendo aprendido lecciones, y esperando que venga un futuro mejor. El pasado está detrás nuestro, y mirar hacia allí con nostalgia es no respetar lo que hemos vivido, no darle valor a nuestra capacidad de seguir adelante.
Nuestros deseos para el 2022 no deben ser que se asemeje al 2016 o al 2017, sino que sea el mejor 2022 que podamos imaginar.