En octubre de 2019, con el estallido social, la consigna repetida una y mil veces era que Chile cambió. En muchos aspectos la consigna se convirtió en realidad. No en todos los casos para bien. Algunos de los fundamentos del Chile moderno que, pese a las muchas falencias del proceso de democratización y consolidación económica que se inició tras el fin de la dictadura en 1989, han quedado archivados por la historia.
El amplio triunfo del candidato de la izquierda Gabriel Boric este domingo consolida ese cambio. La relativamente alta participación –55% del padrón habilitado, en un país con voto voluntario—y la clara diferencia de más de 11 puntos porcentuales respecto a su contrincante de derecha marca un punto de inflexión en la marcha de Chile.
Si será un proyecto de refundación radical o uno de reformismo gradual es una pregunta abierta que será clave para el futuro de Chile. Las primeras señales del presidente electo –recibiendo de forma respetuosa el saludo del presidente Sebastián Piñera, bestia negra de la izquierda chilena—y dando un discurso conciliador y de unidad en su primer mensaje permiten ser moderadamente optimista.
Fue un discurso, en general, moderado, con señales a la oposición y de la necesidad de gradualidad en los cambios. Sin embargo, fue insistente en algunos puntos duros de su programa, como reemplazar el actual sistema de pensiones –eliminando el esquema de capitalización individual vigente desde hace 40 años—lo que puede tener un gran impacto macroecnómico.
La clave, sin embargo, estará en quiénes se perfilen como miembros de su gabinete. Boric enfrentará un parlamento donde no tendrá mayoría y, en paralelo, un proceso de redacción de una nueva constitución donde hay una mayoría de representantes convencionales de izquierda no partidista y radical en algunos aspectos.
Chile enfrenta años difíciles. El crecimiento de la economía se ralentizará de forma pronunciada en los próximos meses –no se descarta una recesión técnica—en un momento en que las ayudas económicas directas a la población han llegado a su fin y en que el endeudamiento público ha crecido más allá de los límites habituales de la economía chilena.
Hoy es noche de festejo para Boric y para cientos de miles de simpatizantes que salieron a las calles para celebrar. Mañana se iniciará el período de definiciones que nos dirá si la presidencia de Boric permitirá reencauzar el desarrollo de Chile en un marco de mayores derechos sociales o si caerá, enfrentado a las dificultades económicas y sociales que enfrentará, en la tentación de escapar hacia adelante cuando los problemas acechen.
Boric demostró gran valor político cuando empujó y firmó el acuerdo que en noviembre de 2019 facilitó la canalización política de las protestas sociales –incluyendo el plebiscito para iniciar la redacción de una nueva constitución—y que fue rechazado por parte de sus aliados, incluyendo al Partido Comunista. Las acusaciones de amarillaje contra Boric por su tendencia a buscar consensos no lo amilanaron. Si mantendrá esa línea y, sobre todo, si tendrá el apoyo de sus aliados políticos es la gran pregunta pendiente para saber si Chile podrá continuar un camino de crecimiento y desarrollo o si caerá en las típicas trampas populistas que mantienen a América Latina en el estancamiento social y económico.
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