El 15N, Yoani Sanchez informó en un tweet: “Ya me cortaron el acceso a internet pero como he dicho tanto: ‘la creatividad es la capacidad de abrir una ventana cuando la puerta está cerrada’. Aunque no me conformo y un día quiero la puerta abierta de par en par... hoy reportaré a través de las rendijas”.
Respondí, por mi parte, citándola: “Reportaré a través de las rendijas”. Y agregué: “¡Rendijas de libertad!”. De ahí el título en este texto.
El día anterior, el activista y dramaturgo Yunior García Aguilera había anunciado que marcharía él solo con una rosa blanca en la mano. No pudo, ya que la policía le impidió salir de su domicilio con fuerzas especiales ocupando toda la cuadra. Además, la policía política bloqueó su ventana desplegando banderas desde la azotea. La foto que acompaña esta columna se hizo viral: “mi casa está bloqueada”, informó con un cartel.
A una periodista a la que le bloquean su instrumento de trabajo, internet, recurrió a la metáfora de una ventana. A un dramaturgo le bloquean el suyo, la capacidad de mirar la realidad, un bloqueo literal de su ventana. La primera lo hará por la rendija de una puerta, el segundo aparece en la foto mirando por una rendija de su ventana. Las llamé “Rendijas de luz y libertad”.
El castrismo siempre habla de un bloqueo que no existe, pues se trata de un embargo comercial. Pero hay uno que sí existe: el bloqueo represivo que le impone a la sociedad. Va quedando clara la metodología frente a la rebelión ciudadana: encerrarlos en sus casas, impedir que reclamen sus derechos, taparles la visión, que no vean ni sean vistos. Literal y figurativamente, condenarlos a la oscuridad.
En el caso de Yoani Sánchez está en juego la libertad de expresión, derecho humano universal que no solo existe por quien habla o escribe. Lo es mucho más por quien elige escuchar y leer. Así como la libertad de mirar, vulnerada en el caso de García Aguilera, lo es por quien mira a través de otro, quien ve la realidad traducida por intérpretes que reconoce como propios por generar ese deseo de libertad y autenticidad.
Aunque ello ocurra solo a través de una rendija, por donde se pueda filtrar un rayo de luz que engañe a esa bandera usada como instrumento de coacción. Esa luz que supere la oscuridad con la que pretenden seguir esclavizando a un pueblo que ya no tiene retorno al pasado, que no renuncia a sus aspiraciones de liberación.
La identificación de la luz con los conceptos de bondad, belleza, verdad y la vida misma ha recorrido nuestras tradiciones culturales durante milenios. Los griegos, los textos bíblicos en ambos testamentos y los teólogos medievales, por nombrar algunos ejemplos, veían en la luz la fuerza unificadora del universo, la representación visual de Dios.
En La Divina Comedia, Dios es la luz de la cual se nutre el libre albedrío del hombre, y que le permite elegir la salvación por sobre la perdición. Es decir, que lo hace libre. La Cuba del castrismo busca mantener al pueblo encarcelado en el infierno de su oscuridad totalitaria. Las rendijas de luz le otorgan sabiduría y bondad, lo liberan.
Por ello también la estrategia represiva no podría ser más significativa. Ambos casos, Yoani y Yunior, retratan el sentido de este momento único e histórico para los cubanos y para los demócratas de todo el hemisferio. Cuba es la Budapest de 1956, la Praga de 1968, pero en el Caribe. La noticia de hoy es que los cubanos están cada vez más cerca de ser la sociedad civil berlinesa de 1989.
El miedo ha cambiado de lado, repiten los lideres de la sociedad civil. Y tienen razón, pues el castrismo está desnudo. Ya no tiene mitos, épica, discurso, ni sentido histórico. La narrativa manufacturada durante seis décadas llega a su fin. Solo se trata de una dictadura, pura y dura, y sin salida, encarcelada en su propia oscuridad.
Las rendijas de luz y libertad se harán cada vez más anchas.
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