Si hoy se preguntara al presidente Joe Biden y a su par de China, Xi Jinping, cuál hoy es su mayor preocupación en materia de política exterior, no hay dudas de que ambos mandatarios pronunciarían un nombre: Vladimir Putin. Esa preocupación también afectaría a los principales líderes de la Unión Europea, quienes observan con gran sorpresa, y extraño silencio, la escalada de acciones políticas y militares que en las últimas semanas viene llevando adelante el jefe del Kremlin.
Algunos analistas internacionales sostienen que Putin está jugando la partida con la estrategia que más le gusta y aprendió en sus años de formación política: la acción psicológica. Llevar adelante audaces decisiones en materia de política exterior para ver luego cómo reaccionan los aliados de los países más afectados por sus iniciativas.
Cuando se derrumbó el Muro de Berlín en noviembre de 1989 el presidente ruso Vladimir Putin tenía 37 años y trabajaba, desde 1985, como espía del Comité para la Seguridad del Estado (KGB) en Dresden, ciudad de la entonces República Democrática de Alemania. Con el grado de teniente coronel, Putin operaba secretamente junto a otros treinta agentes de la KGB como enlace de la Stasi, la temible Policía Secreta de la Alemania socialista. El líder ruso había ingresado al mundo del espionaje en 1975 tras finalizar sus estudios de Derecho en la Universidad de Leningrado.
En simultáneo a los sucesos políticos de 1990 y 1991 que provocaron la disolución de la Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), Putin comenzó su carrera política en la ciudad de San Petersburgo al amparo de su alcalde, Anatoli Sobchak. A partir de entonces su ascenso político fue meteórico. Desde julio de 1998 hasta agosto de 1999 se desempeñó como director general del Servicio Federal de Seguridad de la Federación de Rusia (FSB), organismo de inteligencia estatal que sucedió al Comité para la Seguridad del Estado (KGB), disuelto en noviembre de 1991 por Boris Yeltsin.
Durante esos días las conversaciones entre Yeltsin y Putin se hicieron más periódicas y fue entonces cuando, a poco de cumplir 47 años, el exagente de la KGB es designado primer ministro de la Federación Rusa. Este ascenso tuvo lugar en medio de la crisis con Chechenia, y fue el propio Putin quien el 26 de agosto 1999 ordenó el inicio de las hostilidades bélicas enviando al ejército ruso a ocupar las zonas fronterizas para impedir las incursiones chechenas contra Daguestán, una de las repúblicas rusas de la región del Cáucaso Norte, que por entonces tenía dos millones de habitantes.
La determinación con la que Putin llevó adelante la llamada segunda guerra de Chechenia terminó de convencer a Yeltsin para que, el último día del siglo y del milenio, presentara su renuncia a la presidencia de su país, designándolo en forma interina como su reemplazante. El principal acuerdo político sellado entre ambos dirigentes fue el dictado de una norma presidencial que dejaba a Yeltsin al margen de investigaciones penales por supuestos delitos financieros cometidos durante su mandato.
La Asamblea Federal de Rusia aprobó la realización de los comicios presidenciales para el día 26 de marzo del año 2000. Con la derrota de los rebeldes chechenos como principal bandera proselitista, Vladimir Putin obtuvo el 53 por ciento de los frente a poco más del 29 por ciento obtenido por el candidato Guennadi Ziugánov, un exlíder del Partido Comunista y férreo opositor a Mijail Gorbachov.
A la par de Putin comenzó a crecer la figura política de su amigo Dimitri Medvedev un destacado jurista nacido en 1965, quien había sido su jefe de campaña en las elecciones de marzo, convirtiéndose en su mano derecha como coordinador general de la intrincada burocracia de la administración pública rusa. En el año 2002 Putin nombra a Medvedev como presidente del directorio de Gazprom, la compañía estatal rusa más importante y, además, la empresa gasífera más grande del mundo.
UCRANIA IN MY MIND
En el tablero de comando de Putin siempre estuvo presente la historia de Ucrania. El líder ruso analizaba con dedicación el devenir geopolítico que emergía desde la ciudad capital de Kiev cuando el parlamento aprobó la independencia del país el 24 de agosto de 1991.
Durante esos días fracasó el golpe de estado llevado adelante por los líderes conservadores comunistas de la Unión Soviética, la mayoría de ellos vinculados a la antigua KGB. Eran importantes y temibles adversarios de Mijail Gorbachov y del entonces presidente Boris Yeltsin, cuyo objetivo era restaurar el control del Partido Comunista de la Unión Soviética sobre todo el país.
En las elecciones ucranianas de 2004 Putin no logró instalar un mandatario afín a sus intereses geopolíticos en una región decisiva para sus relaciones políticas y comerciales con la Unión Europea. Y tampoco pudo ver realizados sus objetivos en las elecciones de 2010 cuando su aliado Yanukovich obtuvo la presidencia. Putin no pudo estrechar acuerdos importantes con el país que durante más de un siglo había tenido a su capital Kiev como faro cultural del viejo imperio soviético.
En paralelo al inicio del primer mandato de Barack Obama en 2008, Putin bendijo la candidatura presidencial de su amigo Medvedev, convirtiéndose él en primer ministro. Convencidos de la necesidad de una urgente modernización de la economía rusa, ambos líderes tenían en claro que los beneficios económicos de la globalización surgida a principios de la década de los noventa estaban siendo cuestionados a partir de la crisis financiera internacional producida entre 2008 y 2010. Y también tenían muy en claro que la influencia de China en el desarrollo del comercio internacional era de una fuerza imparable.
El 4 de marzo de 2012 Putin accede por tercera vez a la presidencia de su país con el 63 por ciento de los votos emitidos. La oposición presentó numerosas denuncias por supuesto fraude electoral, pero las mismas no tuvieron impacto político y fueron rápidamente desestimadas. Dos años más tarde Putin tomaría la principal decisión de política exterior de su carrera política: Ordenar la invasión de la Península de Crimea aprovechando la caída del presidente ucraniano Víktor Yanukovich, quien gobernaba desde 2010 el país independizado de la Unión Soviética en el año 1991.
Los primeros días de marzo de 2014 Rusia desplegó unos 4 mil soldados en las costas del Mar Báltico provocando la reacción de Polonia y Lituania, quienes alertaban a los gobiernos de la OTAN sobre una inminente invasión rusa.
Los principales mandatarios que integraban la Alianza Atlántica surgida en abril de 1949 tras el final de la Segunda Guerra Mundial comenzaron a invocar la aplicación del artículo 5° de la Organización. La norma establece que, “las partes convienen en que un ataque armado contra una o contra varias de ellas, acaecido en Europa o en América del Norte, se considerará como un ataque dirigido contra todas ellas y, en consecuencia, acuerdan que si tal ataque se produce, cada una de ellas, en ejercicio del derecho de legítima defensa individual o colectiva, reconocido por el artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas, asistirá a la Parte o Partes así atacadas, adoptando seguidamente, individualmente y de acuerdo con las otras Partes, las medidas que juzgue necesarias, incluso el empleo de la fuerza armada, para restablecer y mantener la seguridad en la región del Atlántico Norte”.
En junio de 2014 La OTAN movilizó aviones británicos para interceptar a un grupo de siete aviones rusos que se habían internado en el espacio aéreo internacional del Báltico. Las naves británicas, que operaban desde la base lituana de Siauliai, eran parte del contingente de cuatro aviones Typhoon que el Reino Unido desplegó a finales de abril de ese año como parte de la respuesta de la OTAN ante la crisis en Ucrania.
En julio de este año Vladimir Putin publicó en el portal de la Presidencia un documento oficial con su firma fijando su posición sobre la realidad histórica y política de Ucrania. En el texto expresa que “en los difíciles años 90 y en el nuevo milenio proporcionamos a Ucrania un apoyo significativo. Kiev usa su propia “aritmética política”, pero en 1991-2013, solo debido a los bajos precios del gas, Ucrania ahorró más de 82 mil millones para su presupuesto, y hoy literalmente se “aferra” a 1,5 mil millones de pagos rusos para el tránsito de nuestro gas a Europa. Mientras que, con la preservación de los lazos económicos entre nuestros países, el efecto positivo para Ucrania ascendería a decenas de miles de millones de dólares”.
En un paper reciente publicado por el Carnegie Endowment for Internacional Peace se señala que, “una solución política al conflicto en el este de Ucrania ha sido esquiva porque la interpretación de Moscú de los términos acordados de forma apresurada en Minsk de 2015 para un alto el fuego resultó inaceptable para Kiev y viceversa.
Los esfuerzos diplomáticos de alto nivel, como el proceso de Normandía liderado por Francia y Alemania, han estado constantemente muy por debajo de sus objetivos. Las sanciones de Estados Unidos y la UE no han logrado alterar el cálculo estratégico de Rusia sobre Ucrania”.
El pasado 11 de noviembre la agencia oficial de noticias rusa Tass informó que, según lo anunciado por el presidente de Bielorrusia Alexander Lukashenko, “las fuerzas rusas y bielorrusas llevarán a cabo patrullas de alerta de combate conjuntas a lo largo de las fronteras del Estado de la Unión con Polonia, los Países Bálticos y Ucrania, a partir de un acuerdo alcanzado entre Rusia y Bielorrusia”. Durante esa jornada, los bombarderos nucleares rusos llevaron a cabo una misión de monitoreo en el espacio aéreo bielorruso.
GAS Y PETROLEO RUSO PARA EUROPA
El gas de Rusia es la materia prima fundamental para la actividad económica de Europa. Actualmente el gobierno de Putin suministra el 40 por ciento del gas de la Unión Europea. El gasoducto Nord Stream 2, cuyo construcción y tendido a lo largo del Mar Báltico a un costo de más de 10 mil millones dólares, es la principal apuesta de Vladimir Putin para demostrar su influencia geopolítica a los miembros de la Unión Europea, y a través de ellos a los gobiernos de Estados Unidos y China.
Gazprom es el único accionista de la empresa Nord Stream 2 AG, que, sin embargo, tiene varios socios extranjeros, como OMV, Royal Dutch Shell, Engie, Uniper y Wintershall. Un directivo de Gazprom sostuvo que el gasoducto Nord Stream 2 está listo para comenzar a operar ya que las obras de construcción finalizaron el pasado 10 de septiembre.
Las pérdidas para Ucrania en materia gasífera se estiman en una cifra superior a los 3 mil millones de dólares, de ahí que los principales ministros del gobierno advierten que el Nord Stream 2 es la principal arma de Putin para presionar a las ex repúblicas soviéticas.
Putin sigue de cerca todo lo relativo al desarrollo del Nord Stream 2 a través de su histórico amigo, y excolega de la KGB en Alemania Oriental, Matthias Warnig (actual CEO de la empresa).
Este economista que fue un alto ejecutivo del Dresdner Bank en su país, integra también el directorio de la petrolera rusa Rosneft, que tiene como socia, además del Fondo Soberano de Qatar, a British Petroleum, que detenta el 19,75 por ciento del capital accionario.
Al mismo tiempo que Putin se despega de la responsabilidad por la crisis en la frontera entre Bielorrusia y Polonia, el jefe del Kremlin amenaza al presidente Alesandr Lukashenko por un eventual cierre del tránsito del gas ruso a Europa que circula por el territorio de su país, tras conocerse una amenaza de Minsk en ese sentido.
La reunión virtual que mantendrán el próximo lunes los presidentes de los Estados Unidos y de China demostrará si Putin se ha convertido en un aliado molesto para alguno (o ambos) mandatarios, quienes silenciosamente evalúan al mandatario ruso (que puede permanecer en el gobierno hasta 2036) como un aliado para desequilibrar la balanza del poder global frente al otro.
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