Es desolador lo que hace en Nicaragua un hombre que aún se dice revolucionario y su mujer que se dijo poeta

La escritora Gioconda Belli quiere que los truenos tumben las paredes de esas cárceles donde Ortega encerró a tantos opositores, pero sólo tiene palabras

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Daniel Ortega y Rosario Murillo
Daniel Ortega y Rosario Murillo

Llena de truenos como tormenta sobre Managua, así me siento.

Cada noche veo los rostros de Violeta, de Dora, de Ana Margarita y Tamara; veo a Felix y Hugo y Juan Sebastián y a Francisco Aguirre y Mauricio Díaz y Hugo y Víctor Hugo y Arturo y Chepe Pallais Imagino a Cristiana, dando vueltas sola encerrada en su casa por cárcel. Veo a Pedro Joaquín, a Miguel Mendoza, veo a Peraza. Y Lester y Max, Tienen hambre. No les dan casi de comer. Han perdido peso, están famélicos. Diez, veinte, hasta treinta libras menos. Tienen más de cien días de estar presos y no les han dejado entrar ni un libro, ni una cobija porque pasan frío. A sus familiares los vieron después de tres meses por media hora, rodeados de policías que les tomaban fotos y grababan lo que decían.

¿Cómo será estar incomunicada en una celda sola por más de un mes sin que te saquen al sol? No poder dormir porque te dejan la luz encendida por la noche. No tener nada para escribir lo que sentís, nada para leer. Veinticuatro horas, en un espacio ínfimo. No tener ninguna noticia de los tuyos, de tus hijas, de tu esposa, de la gente que querés.

Lester Alemán apenas podía caminar cuando lo llevaron al juicio; juicios donde siempre salen culpables por mucho que prueben lo contrario, juicios sin sus abogados, a puerta cerrada, a media noche o de madrugada, con jueces implacables que obedecen órdenes implacables. He visto películas donde esos métodos destruyen; métodos duros para matar sin disparar, sin dejar rastro físico. Películas sobre cárceles despiadadas con carceleros rabiosos. Los interrogan muchas veces al día.

A Ana Margarita y Tamara las metieron en celdas de castigo, celdas de dos por dos oscuras, sin ventanas, con un tubo en el suelo para hacer sus necesidades. Francisco Aguirre tiene 76 años. Nadie después de los 70 debe ser encarcelado. Chepe Pallais es diabético. Chanito Aguerri, Miguel Mora. Ninguna de esas personas debería estar presa. Sacan a los criminales por miles y encarcelan a líderes políticos, ciudadanos honorables. Se me van quedar nombres, porque son 36 los de las últimas redadas. Siete de ellos aspirantes a candidatos presidenciales. Medardo Mairena era uno de ellos y Pedro Mena, líderes campesinos que ya estuvieron presos. Hay más presos en otra cárcel, muchachos jóvenes capturados por haber estado en las protestas de 2018. Los acusan como delincuentes comunes, con delitos maufacturados.

Gioconda Belli, en su paso
Gioconda Belli, en su paso por el estudio de Infobae en 2019 (Santiago Saferstein)

Es desolador pensar que eso pasa en Nicaragua, que lo hace alguien que aún se dice revolucionario y una mujer que se dijo poeta y cada día repite que sólo quiere amor y paz para su pueblo. Esos son los que tenemos tratando a seres humanos con métodos inhumanos. Ya no espero nada de la pareja, pero ¿es que ya nadie de quienes conocen a los presos y hasta estuvieron en la guerrilla con ellos siente un ápice de compasión? ¿Se quedaron mudos todos? Tienen miedo o ya todos tienen piedras por corazón? Bien saben que esas personas están presas por decisión política, que son falsos los delitos que les imputan.

Yo quiero truenos que boten las paredes de esas cárceles, pero sólo tengo palabras.

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