Hay muchas razones que llevaron al colapso del gobierno afgano.
El ex secretario de Defensa, Robert Gates, ya había advertido en junio que la retirada de las tropas estadounidenses provocaría el colapso del gobierno afgano. Los principales comandantes militares norteamericanos reiteraron estas advertencias. Sin el poder aéreo y la planificación logística de Estados Unidos y la OTAN, las tropas afganas no podrían detener la ofensiva talibán.
Asimismo, los acuerdos de Waziristán firmados entre el ex presidente paquistaní Pervez Musharraf y las tribus locales de Pakistán en septiembre de 2006 permitieron a los talibanes refugiarse, reorganizarse, mantener lazos de solidaridad, y avanzar en las zonas rurales de Afganistán.
Finalmente, el anuncio del acuerdo Trump-Talibán y su implementación por parte de Joe Biden desmoralizó a los soldados afganos cuyo espíritu ya estaba deteriorado por la alta corrupción de los funcionarios políticos y militares afganos quienes no pagaron los salarios de los soldados y policías afganos. Por el contrario, los combatientes del talibanes se sintieron cada vez más motivados por recuperar su país de un gobierno corrupto. Los talibanes se vieron a si mismo como una oposición nacionalista a la ocupación extranjera además de contar con un sólido impulso religioso.
Sin embargo, en este artículo me centraré en las implicaciones de esta problemática situación.
Estados Unidos fue a Afganistán para luchar contra los terroristas y quienes los albergan. Los talibanes se negaron a entregar a los terroristas de Al Qaeda que vivían en Afganistán, y eso provocó la invasión de Estados Unidos. El objetivo de Estados Unidos se logró rápidamente cuando Al Qaeda y los talibanes se dieron a la fuga.
Sin embargo, Estados Unidos pasó luego a una segunda fase para construir la nación afgana e instalar la democracia. Eso se logró hasta cierto punto, ya que las mujeres, generalmente oprimidas por los talibanes, pudieron asistir a la escuela, recibir educación y disfrutar de ciertos derechos. Asimismo, el 70% de la población goza de acceso a información e internet. Muchos refugiados que huyeron de Afganistán después de la primera toma de poder de los talibanes regresaron al país. Sin embargo, Afganistán sigue siendo pobre, en términos económicos, con el 47% de la población viviendo por debajo de la pobreza y con altas tasas de mortalidad infantil. La producción de adormidera aumenta a medida que las oportunidades económicas siguen siendo escasas.
El gobierno afgano instalado tras la intervención de Estados Unidos mostró un alto nivel de corrupción. El ex presidente Hamid Karzai cometió fraude electoral. La corrupción reinó en las instituciones afganas y entre los empleados del gobierno. La apropiación ilegal de tierras por parte de personas vinculadas a las fuerzas de seguridad era una práctica común. Anarquía, crimen y narcotráfico dominaban. En 2009, el entonces vicepresidente Biden abandonó abruptamente una reunión con Karzai, harto ya de la corrupción afgana.
Parece que Estados Unidos y sus aliados occidentales no han podido y no podrán cambiar esta situación de caos y corrupción. La construcción de una nación no es posible, ni en Afganistán ni en Centroamérica al menos que haya un genuino movimiento interno de cambio. Los casos de Alemania y Japón posteriores a la Segunda Guerra Mundial son excepciones que no es probable que se repitan.
Sin embargo, ¿la presencia de tropas estadounidenses en Afganistán es vital para la seguridad estadounidense?
El presidente George W. Bush definió inicialmente la guerra en Afganistán como una guerra de “autodefensa y no una guerra de venganza”. Bush tenía la intención de cambiar la imagen de Estados Unidos después de la retirada de Reagan del Líbano en 1983 tras un mortal ataque terrorista. Bush resintió las molestas declaraciones de Al Qaeda en las que calificaba a Estados Unidos como un “tigre de papel”, incapaz de resistir un desafío.
Bush planeó destruir a Al Qaeda y a quienes los albergan. Pero Estados Unidos también es una sociedad democrática donde la opinión pública cuenta. La guerra en Irak provocó algunas reacciones adversas en la sociedad estadounidense. La oposición a la guerra provino no solo de la izquierda, sino que hubo algunos republicanos conservadores que sintieron que Estados Unidos no debería involucrarse en conflictos externos y menos en la construcción de una nación. Barack Obama y Donald Trump propusieron la idea de poner fin a las guerras estadounidenses en el extranjero. El defectuoso acuerdo nuclear de Obama con Irán y la torpe normalización con Cuba, así como el defectuoso acuerdo de Trump con los talibanes, reflejan esta mentalidad.
Pero quedan algunas preguntas ¿la retirada de Afganistán implica riesgos de seguridad a largo plazo? ¿Podrían las tropas de EEUU y la OTAN haberse quedado en Afganistán o hubiera sido otro Vietnam?
Como señaló Richard Haas, presidente del Consejo de Relaciones Exteriores, cuando Biden asumió la presidencia, no había más de 3.000 soldados estadounidenses en Afganistán entrenando y apoyando a las fuerzas afganas y con un mínimo de bajas estadounidenses.
De hecho, Estados Unidos y sus aliados occidentales proporcionaron apoyo logístico y poder aéreo, pero la mayor parte del trabajo sobre el terreno estuvo a cargo de los afganos, que aún tenían el control de las principales ciudades. Durante décadas, Estados Unidos ha mantenido tropas en Alemania, Japón, Corea del Sur, Arabia Saudita y otros países. Es cierto que, en Afganistán, las tropas estadounidenses podrían haber sido blanco de los ataques de la guerrilla talibán. Pero el ejército afgano principalmente los estaba combatiendo. La histeria antibélica condujo a una retirada irresponsable. Los soldados estadounidenses estaban motivados para servir en Afganistán. Sabían por qué estaban allí y seguían preocupados por los afganos que ayudaron en los esfuerzos de guerra. Un soldado que se alista voluntariamente en un ejército es consciente de los riesgos que tal profesión frecuentemente requiere. Es una profesión altruista que requiere sacrificio individual en nombre de objetivos más amplios. Un artista que reside en Nueva York o un activista justiciero social no comprende esta motivación.
Ahora, volvamos al problema que presentó el ex presidente Bush en 2001: ¿El regreso de los talibanes a Afganistán y su rápida posesión del control del país envía un mensaje sólido a las organizaciones terroristas, los extremistas musulmanes e Irán de que también ellos pueden tener éxito si así lo desean? ¿Se han envalentonado estos elementos insurgentes? ¿Sería Afganistán un nuevo bastión de terrorismo internacional como lo fue antes de octubre del 2001?
¿Es la imagen actual de los Estados Unidos la de un “tigre de papel” en esta época en que el presidente Biden prometió contener a China y Rusia?
¿Está perdiendo credibilidad y fuerza la política exterior de Estados Unidos?
Desafortunadamente, me inclino a creer que la respuesta a estas tres preguntas es “sí”.
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