La restitución de la propiedad judía en Europa del Este nunca ha sido un tema de gran interés para el público en general, incluso en Israel, y rara vez ha recibido una atención mediática seria. ¡Hasta ahora!
Durante las últimas semanas, un proyecto de ley aprobado inicialmente en el Sejm (Parlamento) y el Senado polacos, y promulgado el 14 de agosto por el presidente Andrzej Duda, ha provocado una controversia extremadamente acalorada que amenaza seriamente el futuro de las relaciones polaco-israelíes, que habían sido bastante cordiales a partir de la transición de Polonia desde el comunismo a la democracia. La ley en cuestión no menciona específicamente a los judíos, ni al Holocausto ni a la Segunda Guerra Mundial, pero en términos prácticos hace que resulte casi imposible a los sobrevivientes del Holocausto reclamar reclamar las propiedades ejercidas antes de la Segunda Guerra Mundial u obtener una compensación proporcional a su valor, incluso si ya se hubieran presentado las reclamaciones correspondientes ante un tribunal polaco.
El presidente Duda justificó la aprobación del proyecto de ley señalando que se habían producido numerosos casos de reclamos ficticios y que los delincuentes habían podido obtener injustamente bienes que nunca les habían pertenecido, lo que originó la expulsión de “decenas de miles de personas que fueron arrojadas al pavimento“. En sus palabras, “la reprivatización para restaurar la justicia se convirtió casi en sinónimo de injusticia y perjuicio humano”. En ese sentido, es importante mencionar que el proyecto de ley fue aprobado por una gran mayoría tanto en el Sejm como en el Senado, y contó con el pleno apoyo no sólo de la coalición de gobierno, sino también de la oposición. Sin duda, parte de ese apoyo provino de factores económicos, dada la gran cantidad de propiedades que poseían los judíos en la Polonia de pre-guerra, especialmente en los centros urbanos.
Los funcionarios israelíes ya eran conscientes de las serias implicaciones negativas del proyecto de ley respecto de los esfuerzos para lograr la restitución (o compensación) de la propiedad judía antes de las votaciones en el Sejm y el Senado. La Encargada de Negocios israelí, Tal Ben-Ari Yaalon, pronunció un apasionado discurso ante los comités conjuntos del Senado antes de la votación en el que enfatizó la obligación de Israel de “dar voz a los sobrevivientes del Holocausto y a sus descendientes... que tienen el derecho, histórica, moral y legalmente para presentar sus reclamos y recibir la compensación que merecen por su propiedad“. Desafortunadamente, cayó en oídos sordos y el apoyo al proyecto de ley fue abrumador, lo que provocó fuertes críticas del gobierno de los Estados Unidos y de organizaciones judías internacionales, pero especialmente del Ministro de Relaciones Exteriores de Israel, Yair Lapid. No solo calificó el proyecto de ley como “poco ético y antisemita”, sino que también llamó al Encargado de Negocios en Varsovia para consultas indefinidas, y sugirió que el Embajador polaco en Israel permaneciera de vacaciones en Polonia. En sus palabras, “este tiempo debería usarse para explicar al pueblo de Polonia el alcance del significado del Holocausto para los ciudadanos de Israel, y hasta qué punto nos negaremos a tolerar cualquier desprecio por la memoria del Holocausto y sus víctimas”.
No hace falta decir que el duro ataque de Lapid contra el gobierno polaco no quedó sin réplica. En una respuesta obvia, el Viceministro de Relaciones Exteriores de Polonia, Pavel Jablonski, el 16 de agosto dijo a los periodistas que el gobierno estaba “revisando” los viajes a Polonia de los aproximadamente 400.000 estudiantes de secundaria israelíes que van anualmente a Polonia -bajo los auspicios del Ministerio de Educación de Israel-, a realizar viajes de estudio sobre el Holocausto y realizar visitas a los guetos y campos de exterminio. Jablonski llamó a los viajes “propaganda”, un insulto inequívoco a la forma en que las escuelas israelíes enseñan la Shoah.
En este punto, no está muy claro cómo se resolverá esta crisis en las relaciones israelo-polacas, pero para comprender sus raíces y causas, tenemos que volver a una disputa anterior y de algún modo similar sobre una ley aprobada en Polonia en 2018, la que también despertó considerable ira e indignación en Israel. El llamado “proyecto de ley del Holocausto” criminaliza el uso del término “campos de exterminio polacos”, así como cualquier intento de atribuir crímenes del Holocausto al estado polaco. Y aunque la primera parte del proyecto de ley estaba de hecho justificada porque fueron los alemanes quienes construyeron los campos de exterminio en Polonia, y los únicos polacos presentes en los campos de exterminio (Auschwitz y Majdanek) eran reclusos que no colaboraban; la segunda cláusula era un descarado intento de encubrir la amplia participación a nivel individual de polacos en la perpetración de crímenes del Holocausto. Las negociaciones entre funcionarios e historiadores polacos e israelíes llevaron a un muy mal compromiso firmado por el ex primer ministro Netanyahu y su homólogo polaco, que fue fuertemente criticado por Yad Vashem porque parecía aceptar la narrativa polaca de la Segunda Guerra Mundial y la Shoah, que promovía el engaño de una equivalencia entre la participación polaca en los crímenes del Holocausto y la asistencia brindada por algunos polacos para rescatar judíos de los nazis, cuando de hecho el número de polacos culpables de los primeros superó con creces a los que rescataron judíos.
Por tanto, el meollo del debate entre polacos y judíos sobre cuestiones relacionadas con el Holocausto es la falsa narración de los acontecimientos de 1939-1945. La narrativa polaca es principalmente la de su propio e indiscutible sufrimiento bajo los nazis, con poco espacio o empatía por el de sus vecinos y conciudadanos judíos. Polonia era uno de los países más antisemitas, si no el más antisemita de Europa del Este antes de la Segunda Guerra Mundial. La cifra estimada por reputados historiadores polacos como Jan Grabowski y Barbara Engelking, de aproximadamente 200.000 judíos asesinados directamente por los polacos o entregados por los polacos a los nazis para que los maten durante el Holocausto, es una clara manifestación de ese espíritu antisemita. El hecho de que el sufrimiento de Polonia bajo los nazis no haya recibido el mismo trato que el de las víctimas judías del Holocausto complica aún más la situación.
Cabe señalar que esta situación no es exclusiva de Polonia. Prácticamente todas las democracias poscomunistas de Europa del Este han creado una narrativa falsa sobre su historia del Holocausto, principalmente para ocultar el importante papel que desempeñaron sus ciudadanos en sus crímenes y para promover el engaño acerca de una equivalencia entre los crímenes nazis y los crímenes comunistas que, según ellos, constituyen genocidio. Todas estas medidas se están tomando para enfatizar su sufrimiento bajo el comunismo y desviar la atención de sus propios crímenes en el Holocausto. Si bien los nazis pudieron reclutar ayudantes en todos los países que ocuparon o con los que tenían una alianza, sólo en Europa del Este la colaboración con los nazis incluyó la participación en sistemáticos asesinatos masivos de judíos. Hasta ahora, la política de los anteriores gobiernos israelíes era ignorar estas mentiras, con el fin de mantener relaciones amistosas con los países de Europa del Este, aunque la falsa narrativa creada por estos países era un insulto imperdonable a las víctimas, sus familias y hacia todo el pueblo judío. La nueva política del Ministro de Relaciones Exteriores Lapid es un cambio necesario y bienvenido, pero a la larga tendremos que entablar un diálogo serio con nuestros amigos de Europa del Este para convencerlos de que decir la verdad acerca de su rol en el Holocausto será, finalmente, muy beneficioso para ellos y sus ciudadanos.
* El historiador del Holocausto Dr. Efraim Zuroff, es el principal cazador de nazis del Centro Simon Wiesenthal y el director de la Oficina de Israel y Asuntos de Europa del Este del CSW. Su libro más reciente junto a la autora lituana Ruta Vanagaite, es Our People (Nuestro Pueblo); Descubriendo el Holocausto Oculto de Lituania (Rowman & Littlefield, 2020), que trata sobre la distorsión del Holocausto en Lituania.