Un momento significativo en la historia del esfuerzo por combatir el antisemitismo tuvo lugar hace cien años este agosto. La ocasión fue la refutación detallada de los documentos antisemitas más influyentes y conspirativos que jamás hayan existido, Los Protocolos de los Sabios de Sion.
El autor de esta histórica refutación fue Philip Graves, un periodista del Times de Londres. Graves analizó los Protocolos, que afirmaban ser el descubrimiento de los planes secretos de los líderes judíos mundiales para apoderarse del mundo y demostró que más que el descubrimiento de tales planes, de hecho, los autores de los Protocolos —miembros de la policía secreta rusa— los habían urdido plagiando una obra satírica francesa que trataba un tema totalmente diferente. Graves hábilmente demostró, exponiendo las estructuras y expresiones comparables de los dos documentos, que los Protocolos habían sido conjurados fraudulentamente para generar el sentimiento antijudío más conspirativo.
El hecho de que el Times de Londres sacara a la luz este fraude fue de gran importancia y resultó decisivo en los esfuerzos por combatir la venenosa influencia de los Protocolos durante muchos años. Cada vez que los Protocolos levantaban su fea cabeza, la admirable refutación de Graves era la principal herramienta para combatirlos, aprobar leyes o emprender acciones en los tribunales de algunos países europeos prohibiendo su difusión.
Es oportuno recordar y conmemorar este importante avance cien años después, pues respalda la idea de que el análisis racional y erudito es una herramienta importante en la lucha contra el antisemitismo y todas las formas de odio.
Al mismo tiempo, debemos recordar que, a pesar de este excelente trabajo, los Protocolos desempeñaron y siguen desempeñando el papel más pérfido en el peor tipo de odio antijudío.
Antes de la refutación de Graves, el uso más extremo de los Protocolos fue empleado por los opositores al nuevo régimen comunista en Rusia. Durante la guerra civil rusa, miles de judíos fueron asesinados, muchos bajo el pretexto de la noción de los Protocolos de que los judíos eran todopoderosos y estaban detrás de la toma de Rusia por parte de los comunistas.
Desgraciadamente, después de la refutación de Graves, los Protocolos siguieron vivos y ejerciendo su venenoso impacto, no solo en Rusia sino también en toda Europa e incluso en el mundo.
En Estados Unidos, el gran industrial Henry Ford difundió los Protocolos durante varios años entre el público estadounidense a través de su periódico, el Dearborn Independent. Muchos estadounidenses que hasta entonces no habían estado expuestos a ideas antisemitas tan sistemáticas, se vieron ahora sometidos a una visión del mundo de odio a los judíos.
Por supuesto, y más importante aún, es que Hitler y la maquinaria de propaganda nazi utilizaron el tema principal de los Protocolos —el maligno poder de los judíos— para hacer que el pueblo alemán pasara de meramente no querer a los judíos a verlos como una grave amenaza para Alemania. Hitler invocó explícitamente los Protocolos, su régimen distribuyó masivamente el libro y, en últimas, los Protocolos sirvieron como parte de lo que se ha llamado la “orden de exterminio o solución final” de los nazis, que culminó en lo que todos conocemos como los horrores del Holocausto.
En tiempos más recientes, gran parte del mundo árabe sigue divulgando los Protocolos como parte de su constante esfuerzo para deslegitimar al Estado de Israel y ver la inherente maldad judía como la naturaleza subyacente del Estado judío.
Y más recientemente, la Liga Antidifimación (ADL) descubrió el hecho de que el recién elegido presidente de Irán, Ebrahim Raisi, supervisó hace varios años un proyecto en Irán que presentaba los Protocolos en una película de cincuenta episodios, transmitida en la televisión pública, y distribuía el libro impreso a los peregrinos que visitaban Irán, como si el documento fuera una descripción precisa del poder y las intenciones de los judíos en el mundo.
Es importante entender por qué los Protocolos han tenido una vida tan larga e influyente, a pesar de ser tan dañinos. Los creadores del documento comprendieron que a millones de personas en todo el mundo se les había inculcado durante siglos la idea de que los judíos eran secretamente todopoderosos y destructivos. Ese era el elemento fundamental y único del antisemitismo. Comprendieron que si creaban un documento que confirmara estos sentimientos, la gente pensaría que eran ciertos.
Y eso es exactamente lo que ocurrió, como lo demuestra un incidente ocurrido en Berna, Suiza, en 1935. Debido a la refutación de Graves y a la horrible violencia contra los judíos basada en los Protocolos, el gobierno suizo había aprobado una ley que hacía ilegal la distribución de los Protocolos. Dos individuos estaban siendo procesados exactamente por eso. En el juicio, gran cantidad de testigos declararon la naturaleza fraudulenta de los Protocolos, citando el trabajo de Graves. Finalmente, uno de los acusados se presentó en el banquillo y, al preguntarle qué pensaba al respecto a la luz de todos esos testimonios, respondió: Nada de eso me molesta porque veo en la vida cotidiana en todas partes que los Protocolos son una descripción exacta de la realidad, ¡que los judíos son todopoderosos y tratan de apoderarse del mundo!
Celebremos el centenario de la refutación de los Protocolos como uno de los mejores ejemplos de la búsqueda de la superación de tales mentiras destructivas con la verdad. Recordemos también, sin embargo, que el trabajo para combatir su venenoso mensaje está lejos de haber terminado, incluso un siglo después.
*Kenneth Jacobson es Director Nacional Adjunto de la Liga Antidifamación (ADL)
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