El año pasado en un encuentro denominado KaribeArte entre artistas venezolanos y cubanos organizado por CADAL, Gorki Águila, líder de la banda punk cubana Porno para Ricardo, contó una anécdota que iba más o menos así: Una vez, en los tiempos en los que aún el régimen los dejaba tocar, se encontraban en algún escenario pequeño del país, probablemente un antro llamado Casa María ya listos para comenzar. Habían decidido iniciar el show con una performance de artistas transgénero a sabiendas que eso podía disgustar un tanto al público y a los inspectores. Nunca llegaron a medir el impacto en la audiencia porque los “burócratas” del régimen se opusieron firmemente, a pesar de todas las argumentaciones que pudo esgrimir Gorki.
Muchos años después, el 17 de mayo de 2021, en el día nacional cubano de la lucha contra la transfobia, bifobia y homofobia, el canal nacional de televisión impidió que se presentara el videoclip “Es mi vida” al show Lucas, una especie de MTV a la cubana. Los directores del programa se excusaron alegando que la dirección del canal había sido explícita: ese video no se transmitiría, no valía la pena ni mirarlo. Lo extraño es que la canción no ha sido censurada en Cuba y por el contrario, su autor, Jorge Papushi Soto, destaca que ha sido todo un éxito. El problema es el videoclip, el primero producido, dirigido y protagonizado en la isla por una mujer trans. ¡Y qué mujer! Ni más ni menos que la artista y activista Kiriam Gutiérrez. Y encima es una producción independiente, sin recursos del Estado. El año pasado, en aquel encuentro de KaribeArte, Gorki lo explicaba: “Tú sabes, los comunistas son gente muy mojigata, muy tristes, muy grises”. Y Kiriam es puro color.
La actitud mojigata de la televisión cubana y del régimen que la sostiene tuvo ecos recientemente en la declaración del pregonero del comunismo, Pedro Castillo, líder del Perú libre y posible presidente. El candidato fue contundente: ni matrimonio igualitario, ni aborto, tampoco marihuana. Bolsonaro aplaude de pie. La mesa de los líderes mojigatos de América Latina es amplia. Va desde Diáz-Canel y los Castro en Cuba, pasa por los chavistas en Venezuela, llega a Castillo, Evo Morales, Bolsonaro y sus bolsonaristas. También se pueden incluir varios caudilletes argentinos, como el gobernador chaqueño Jorge “Coqui” Capitanich o el pacato Juan Manzur, gobernador de Tucumán.
Ahora, ¿por qué si la mesa es tan amplia, las supuestas elites de izquierda, artistas e intelectuales solo ven a Bolsonaro? Se puede estar de acuerdo en que la comunidad LGTBI en Brasil es numerosa, y el ámbito de la cultura poderoso, transformador, multiplicador. Esto en términos de lenguaje artístico. La potencia y capacidad creativa de la cultura y la intelectualidad brasilera muchas veces saca a relucir la pobreza estética y de pensamiento de otros países de la región.
Pero de todas formas, ¿qué obtienen los colectivos artísticos que con tanto ahínco luchan contra la morfología del castellano, para no ver la homofobia de Evo, el machismo de Maduro, lo retrógrado de Castillo? A veces puede sospecharse que se trata de la tan mentada “importación de ideas” (y posturas), conocida en este continente, solo que con apropiaciones más berretas que las de otra épocas. La impostura progresista como una importación de la metrópolis yanqui o europea. Pensar en esa posibilidad y no deprimirse resulta difícil.
En un artículo que ya tiene un par de décadas, el especialista británico en estudios culturales, Raymond Williams, recuerda que marxismo y liberalismo en sus orígenes tuvieron “enemigos” comunes: el Estado y la Iglesia. Las “izquierdas” latinoamericanas que se sienten herederas de la tradición marxista lo han olvidado hace rato. Festejan la llegada de un Papa, se emocionan hasta las lágrimas si un Papa los saluda: ¡un Papa! Y hace rato que ya no buscan desmantelar el estado como la “superestructura burguesa” que es. Lo único que quieren es apropiarse de él para beneficio propio y de su prole a costa de los más pobres.
¿Queda el liberalismo? Resulta injusto pensar que los liberales van a sostener esta lucha en soledad: contra el Estado y las iglesias sin los aliados estratégicos de antaño, y al mismo tiempo, contra las izquierdas “progres”.
Mientras tanto, queda el arte, aquel cuya condición de posibilidad es la libertad individual y quedan los artistas. El artista visual brasileño Orion Lalli, que a pesar del terror lleva su cuerpo desnudo y su sexualidad al medio de las discusiones en la ONU; queda la creatividad y generosidad de Kiriam Gutiérrez; queda el exprésate del Movimiento San Isidro; quedan los escritores venezolanos de la libertad, Milagros Mata Gil, Juan Manuel Muñoz y Rafael Rattia; quedan los punk, que como Gorki Águila hacen recordar que los líderes mojigatos de América Latina “no quieren el poder, quieren todo el poder”.
*Cecilia Noce es Coordinadora del proyecto de Defensa de la Libertad de Expresión Artística de www.cadal.org