La libertad económica, la innovación, las nuevas tecnologías y los derechos de propiedad han demostrado, una vez más, ser los mejores amigos del medioambiente.
Comencemos señalando datos que reflejan la situación de la contaminación en nuestro mundo actual: en términos reales, las ciudades con mayor contaminación en el mundo no son Londres ni Nueva York, sino ciudades como Nueva Delhi o Pekín. De hecho, según los informes y los rankings elaborados por IQAir, de las treinta ciudades más contaminadas del mundo, veintidós se encuentran en la India, y el resto en China, Pakistán y Bangladesh. De los 180 países que participan en el Índice de Libertad Económica (2020) de la Heritage Foundation, India se encuentra en el puesto 120, China en el 103, Pakistán en el 135 y Bangladesh en el 122, todos catalogados como países reprimidos económicamente y no libres según dicho índice. Asimismo, las ciudades menos contaminadas del mundo se encuentran en países como Canadá, Islandia, Estados Unidos, Noruega, Finlandia y Suiza. Todos estos países son líderes mundiales en los rankings de libertad económica, de seguridad jurídica, de derechos de propiedad y de libertades individuales.
Asimismo, a la hora de limpiar nuestro planeta de los daños que los mismos seres humanos han hecho contaminándolo, corresponde remarcar que las mejores soluciones para revertir estos daños y prevenir daños futuros vienen de las tecnologías más innovadoras y de los países más avanzados en términos científicos. ¿Datos? La Universidad de Cornell, la escuela de negocios INSEAD y la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (WIPO) elaboran cada año un informe titulado Índice Mundial de Innovación con el fin de proporcionar indicadores de los resultados de la innovación en 127 países de todo el mundo. Vayamos a la gran pregunta: entonces, ¿cuáles son los países más innovadores? Tal cual lo indica este índice los países más innovadores del mundo son Suiza, Suecia, Países Bajos, Estados Unidos, Reino Unido, Dinamarca, Finlandia, Alemania, Irlanda, en ese orden. No es casualidad que sean los países más abiertos y libres del mundo.
El Índice de Desempeño del Medioambiente elaborado por la Universidad de Yale, reafirma el hecho de que la riqueza es un determinante crucial para el correcto desempeño medioambiental.
Así lo explica el autor sueco Johan Norberg en su libro Cuatro décadas de cambiaron nuestro planeta: “Este índice utiliza 16 indicadores amplios del medioambiente para calificar los países del mundo mediante una escala de 0 (el más dañino para el medio ambiente) a 100 (el menos dañino). Una conclusión es que la riqueza es un ‘determinante fundamental’ de la viabilidad del medio ambiente a largo plazo. Todos los países con un ingreso per cápita superior a 10.000 dólares alcanzan un valor mayor a 65, y la ubicación de los países de Europa al principio de la lista es tan común como la presencia de países de África al final de ella. El puntaje de países como Nigeria, Pakistán y Bangladesh es menor a 50, en tanto que el de países como Suecia, Reino Unido y Nueva Zelandia se aproxima a 90”.
Es decir, cuanto más rico es un país, más posibilidades hay de cuidar el medioambiente y ser muchísimo más ecológicos y cuidadosos con la naturaleza. Ahora, para que una nación sea más rica debe haber una buena cuota de libertad, propiedad privada, libre comercio y seguridad jurídica. Todos estos factores favorecen al surgimiento de nuevas tecnologías, gracias a que los seres humanos son libres de crear, y este hecho lleva a nuevos mecanismos que surgen constantemente a la hora de buscar un planeta más limpio y ecológico a través de la innovación y el sector privado. Es un hecho que los peores problemas ambientales en los países más pobres y menos desarrollados no provienen de la tecnología y la abundancia, sino de la falta de estas. ¿Pruebas? Compare los paisajes de las ciudades, ríos, lagos, casas o calles de países y ciudades que hoy están sumergidas en el estatismo o en el socialismo con aquellos que están en un sendero de libertad, globalización y apertura. Los países socialistas y enemigos de la globalización y el capitalismo son los que vuelven a la prehistoria, son los que, como Venezuela o Cuba, aniquilan el medioambiente y destruyen todo vestigio de prosperidad. En dichos países los individuos arrojan los deshechos a los ríos (que de hecho son sus fuentes de agua, no potable por supuesto, lo que favorece al resurgimiento de enfermedades).
Los ríos más contaminados del mundo -y no podía ser de otra forma- están en los países que menos respetan los derechos de propiedad y que se declaran férreos enemigos del capitalismo: el río Yangtze (China), el río Amarillo (China), el río Ganges (India) y el río Pasig (Filipinas). Sí, el agua es fuente de vida, pero en nuestra historia (y todavía en los países aferrados al estatismo proteccionista que rechaza la libertad) ha significado un gran padecimiento: tengamos en cuenta que los residuos humanos contaminan el agua de dichos países, lo que esparce bacterias y parásitos. De hecho, la falta de agua potable a lo largo de la historia de nuestra humanidad fue el motivo por el que surgen y se popularizan bebidas como el vino o la cerveza. El acceso al agua potable significó una avance extraordinario que ha sido producto, una vez más, de la libertad: el porcentaje de la población del mundo con acceso a agua potable pasó del 52% al 91% entre 1980 y 2015. No por nada el primer suministro de agua potable a una ciudad completa fue construido en Paisley, Escocia, alrededor del año 1804 por John Gibb.
Los hechos, una vez más, están del lado de la libertad. Se trata de instituciones liberales, de propiedad privada, de innovación, de generación de riqueza, de globalización, de capitalismo y de libertad.
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