¿A dónde va Latinoamérica? ¿A la derecha, a la izquierda, a las nuevas versiones de ambas cosas?
Si vemos cómo a fines del siglo XX el llamado socialismo del siglo XXI volvía a ilusionar a la izquierda luego del colapso del Muro de Berlín, pero años después se veía lo que que parecía una contra ola en Argentina con Mauricio Macri, Sebastián Piñera en Chile, Pedro Pablo Kuczynski en Perú y Lenín Moreno en Ecuador, más el surgimiento del gobierno paralelo en Venezuela de Juan Guaidó y, más tarde, una vuelta al principio en ese supuesto viento que quería ver Maduro en los disturbios en Ecuador y Chile. La historia continúa en una tercera temporada con la victoria de Iván Duque en Colombia, Jair Bolsonaro que se impone al PT de Lula da Silva y hace un año las protestas contra Evo Morales terminan con su renuncia, a la que llaman golpe, aunque en las siguientes elecciones gana su candidato Luis Arce.
Hoy, mientras seguimos expectantes a lo que pueda pasar en Perú en una elección muy atomizada, Ecuador nos vuelve a decir que el destino de esta Latinoamérica, que debería estar cansada de estar detenida en el tiempo, no está escrito para nada.
Guilermo Lasso, el banquero que quiere controlar el gasto público, flexibilizar el mercado de trabajo y favorecer la inversión privada en general y el petróleo en particular, se impuso en esta segunda vuelta con el 52,5% de los sufragios frente al 47,5% de Andrés Arauz, el pichón de Rafaél Correa con el que éste soñaba con recuperar su influencia. En la primera vuelta Lasso había cosechado un 19,74% de apoyos y Arauz creía tener todas las de ganar porque su apoyo había sido del 32,72%.
Correa había pasado por la frustración de perder ascendencia sobre su sucesor Lenin Moreno, quien a pesar de llegar al poder con su apoyo en 2017, rápidamente demostró que no respondería a sus deseos, así que esperaba una revancha con Arauz que no pudo ser.
Entonces, en materia de rumbo hacia la izquierda, la derecha, el centro o la nada, Latinoamérica es por ahora impredecible.
Pasó una semana desde que el presidente argentino Alberto Fernández, cada día más al servicio de su vice presidente Cristina Kirchner, puso fin a la participación de ese país en el Grupo de Lima que gobiernos atrás se había convertido en la voz de la resistencia final contra el chavismo, como dándolo por terminado.
Ahora una de las patas del socialismo del siglo XXI parece haber sufrido la derrota definitiva, aunque por las dudas habría que evitar hacer entierros anticipados en la política.
Guillermo Lasso, a diferencia de Mauricio Macri por ejemplo, hace definiciones más concretas de lo que espera lograr en economía. Ecuador es un país muy particular en esta batalla regional, porque a pesar de haber estado bajo el férreo control de Rafael Correa, nunca abandonó la dolarización iniciada en 1999.
Debemos darle mucha importancia a ese dato, porque la moneda es un elemento esencial de la seguridad jurídica y si Ecuador no se convirtió en Venezuela con Correa, un freno importante fue la imposibilidad de financiar gasto público descontrolado mediante la emisión monetaria.
En eso está la clave del éxito o fracaso que resulte ser Guillermo Laso. Lo que llamamos economía al final del día no es más que una compleja red contractual de intereses que negocian y se coordinan, un mercado.
Latinoamérica tuvo su momento pro mercado en los noventa, cuando pareció haber comprendido esa lección, con sus más y sus menos y varios errores en el camino.
Lo que se opone al socialismo no es la buena voluntad, la honestidad o el espíritu republicano en términos morales, sino la existencia de un sistema jurídico en el que el capital privado pueda formarse y generar empleos, servicios y consumo.
El camino del socialismo del siglo XXI ha sido el populismo, la demagogia, la división, el atropello contra las instituciones y la dádiva esclavizante.
En el sistema opuesto viven los países que prosperan, que entienden a la economía como una aventura que requiere respeto a los aventureros y dejarlos actuar. Ese sistema jurídico es la apuesta política más segura en la que los que no quieren estar en el proyecto de la demagogia y el fracaso pueden encontrar su fortaleza.
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