Mientras Israel se prepara para ir a unas cuartas elecciones en dos años los diferentes países de la zona están expectantes. Algunas naciones del Golfo, por ejemplo, ansían un cambio de rumbo mientras que otras consideran que la estabilidad de otro mandato de Netanyahu sería lo mejor para la zona.
Y es que este ha sido un año histórico en el Medio Oriente: hemos visto cómo, gracias a la mediación de Estados Unidos, Israel ha normalizado relaciones diplomáticas con Bahréin y los Emiratos Árabes Unidos (EAU), así como con Sudán y Marruecos.
Y la Administración del ex presidente Donald Trump prometió que había más países en cola para ampliar el círculo de la paz, como llaman a esta progresión de acuerdos en Israel.
Sin embargo, la elección de Joe Biden y su inclinación por tratar de negociar con el más temido régimen de la región, Irán, tiene a los israelíes ansiosos, los de todo el espectro político. Y la pregunta es si continuarán los pactos y alianzas con otros países de la región también con Biden.
La importancia del resultado electoral israelí
Un sondeo reciente mostró que, si las elecciones tuvieran lugar hoy, el bloque que quiere que Netanyahu forme de nuevo gobierno -Likud, Shas, Judaísmo Unido por la Torá- recibiría 47 escaños.
Y el bloque que quiere sacar a Netanyahu -Yesh Atid, Nueva Esperanza, Israel Beitenu, Laboristas, Azul y Blanco y Meretz- tendría 53 escaños.
El partido clave en esta elección es Yamina, el partido de derecha de Naftali Bennett, que podría unir fuerzas con el bloque anti-Netanyahu y usar sus 11 escaños para permitir la formación de un gobierno. Sin embargo, su líder no ha descartado unirse a un gobierno comandado por Netanyahu.
Y si bien el carácter de cada partido es muy diferente en política doméstica, en lo relativo a la seguridad de Israel en la región sus ideologías no son tan dispares.
Hay un creciente miedo a posibles agresiones iraníes.
En la región se está librando una guerra secreta contra Irán (materializada en los recientes acuerdos entre los países de la zona que aíslan a la República islámica) y una guerra no secreta contra los aliados de Irán, como la organización terrorista Hezbolá y su vocación declarada de acabar con Israel.
En realidad, quién gane las elecciones en Israel es menos importante que el asegurar que la cooperación económica y de seguridad regional sigue siendo prioridad en la agenda de relaciones bilaterales entre Israel y sus nuevos amigos y los que están por venir. Y parece que la clase política israelí lo tiene claro.
Y en momentos como este, el interés mutuo, el pragmatismo, el deseo de paz y estabilidad y el desarrollo económico es algo a lo que nadie parece querer negarse.
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