El Salvador: despegue de un nuevo liderazgo o la transformación del caudillismo

Nayib Bukele tendrá que definir qué tipo de presidente quiere ser tras el abrumador triunfo electoral

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En la imagen, el presidente de El Salvador, Nayib Bukele (EFE)
En la imagen, el presidente de El Salvador, Nayib Bukele (EFE)

La mayoría de los observadores internacionales han quedado perplejos con los resultados de las elecciones parlamentarias en El Salvador. El partido del presidente Nayib Bukele barrió de la faz política a los dos partidos establecidos desde el fin del conflicto armado en 1994. Tanto el partido fundado por Roberto D’Aubisson y el surgido de una alianza entre movimientos guerrilleros perdieron el protagonismo político. Este desenlace ha llevado a muchos a preguntarse si en El Salvador se abre un proceso de profundización de la democracia o de ascenso de un caudillo.

Si examinamos a El Salvador desde la óptica económica, los dos decenios y medio de democracia han sido positivos. El PIB ha ascendido de 34.000 millones de dólares US a 54.000 millones de dólares US. Y aun cuando la tasa de crecimiento económico ha sido modesta promediando el 2,4% El Salvador logro reducir la pobreza del 39% en el 2007 al 29% en el 2017 y mejorar su índice de equidad. Hoy se ubica detrás del Uruguay que es una de las naciones menos desiguales del mundo.

Estos logros han fortalecido el crecimiento de una clase media que emula la de los países de mayor desarrollo como lo son Canadá y Estados Unidos. Esa clase media es emprendedora y ha creado innumerables vínculos entre la economía de Estados Unidos y la de El Salvador vía una diáspora que comprende 2.2 millones de individuos radicados en Estados Unidos y que adelanta importantes intercambios comerciales en el área agrícola.

Como en todos los anales del cambio económico, los protagonistas de la creación de riqueza desean representatividad política. La crecientes y pujantes clases medias de El Salvador no son una excepción. Y esa representatividad estaba limitada por los dos partidos tradicionales. ARENA ha tenido dificultades en dejar de ser un club de empresarios. El FMLN nunca dejo de ser un frente guerrillero. Con el tiempo la sociedad civil no se sintió representada por ninguno. Cuando Bukele se lanza como independiente con una nueva agrupación la sociedad civil decido darle la oportunidad de representarla.

Y Bukele la tomó con entusiasmo. A lo largo de su mandato se ha concentrado en aumentar la eficiencia de la distribución de bienes públicos. Cestas de comida para cada familia de bajos ingresos durante la pandemia y computadoras para cada niño negociadas directamente con la Hewlett-Packard son los programas sociales bandera de la administración Bukele. Y le han dado resultado.

El pueblo le acaba de regalar una apabullante victoria electoral. Dos tercios del congreso pertenecen al partido de Bukele. Y esta victoria servirá para determinar la verdadera naturaleza de su liderazgo. Si enfoca la gobernabilidad como un ejercicio de acumulación de poder en su persona será otro caudillo latinoamericano más vestido con ropaje del siglo XXI. Si enfoca la gobernabilidad como un ejercicio de construcción de instituciones que entre ellas creen equilibrios políticos, económicos y sociales estaremos en presencia de un liderazgo transformador en América Latina. Y desde luego que de ser este el caso, sobraran los intereses del pasado que intentaran interceptar, coartar o destruir cualquier cambio. Interesante panorama el que se abre en Centro América.

* La autora suscribió el Plan de paz de El Salvador en 1992 en representación de Venezuela.

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