Al triunfo de la Revolución lo mínimo esperable era un bloqueo, de hecho al declarar el carácter socialista de la revolución, lo que se esperaba era un ataque furibundo. A nadie se le ocrurría quejarse de que los dueños de las empresas, bancos, dinero, hoteles, todo tipo de negocios confiscados, de alguna manera expresasen su contrariedad. Y todos habrían firmado porque sólo fuese un bloqueo sin invasión sin bombardeos. La revolución se había conquistado en contra de Batista en principio, luego del capitalismo y su fase superior el imperialismo, que estaba a sólo 90 millas, cuyo mayor blasón identirario y simbólico, es su divisa: el dólar. Estaba clarísimo que no les iban a regalar un Cadillac a cada comandante, tras semejante afrenta.
La idea era industrializarse y no depender del flujo de mercancías y divisas de ninguna de las dos superpotencias, pero en medio ocurrió que se fueron acostumbrando al alineamiento con el campo socialista, bajo el mando de la URSS. Es verdad que era demasiado atractivo, una oferta como las de Don Vito, no se puede rechazar. Petróleo, armas, alimentos, asesores, todo tipo de insumos, sólo a cambio de total acatamiento de las “sugerencias ordenadas” desde la tía Patria Moscú.
Durante décadas en que vivió el comandante Fidel Guarapo Castro, se tejieron tácticas y políticas ocultas de pequeños intercambios, pactos de no agresión y algún que otro detalle, con el campo capitalista, paradójicamente quien nunca rompió el comercio y la diplomacia, fue la España del genocida fascista Francisco Franco. México fue su mayor apoyo siempre, Japón y algunos países de Europa. Pero cada vez que podía estar cerca un relajamiento de la tensión comercial con EEUU, de una manera casual sucedía algo que obligaba a la parte estadounidense a tensar aún más el embargo, como Bill Clinton cuando había trabajado en la propuesta al Congreso para humanizar las relaciones, y el derrribo de las avionetas lo obligó a la aplicación de la ley Helms Burton que le exigieron desde el ala republicana y a la que no se pudo oponer, que buscaba internacionalizar el sitio a la economía cubana. Las clases altas de ambas orillas se beneficiaban de tal clima de amenaza y aparente hostilidad sin llegar a una agresión concreta, azuzando a sus huestes con argumentos más gástricos que cerebrales.
La persistencia en el sitio a la isla, es criminal, pero levantarlo sin ninguna negociación, aunque siempre sería mejor para la gente en Cuba, también sería una necedad. Porque para que los beneficios lleguen directamente a la gente, no se queden trabados en la superestructura, hay que establecer mecanismos engrasados que permitan el desarrollo de autónomos, emprendedores, libertades de movimiento, sin decuidar, y como prioridad, la atención a los sectores más pobres y menos preparados para un nuevo modelo de sociedad, quienes si empieza un desarrollo vertiginoso, quedarán en la más absoluta miseria. Ahí se deben mantener férreamente los principios humanistas provenientes del socialismo, de protección al más débil, al menos adaptado.
Hoy parece haber cambiado algo, como quiera que se analice a Fidel Castro, lo que siempre habrá que decir es que fue anti imperialismo estadounidense hasta el último día, cuando puso verde a su hermano por estar pasandola tan bien en compañía de Obama, en su editorial en Granma “El hermano americano”. Pero el tiempo incluso para los mamuts. Distintos sectores de la dirigencia nueva. aunque con los mismos lemas, no con iguales intereses, cada vez buscan más el acercamiento a los EEUU a como de lugar. Cuba se desangra entre una economía más sujeta a la inspiración del panteón santoral yoruba que a planes económicos concretos, a un bloqueo que ya es inexplicable en un mundo de libre movimientos de capitales, al Covid 19 y a una tozudez que ya se va enredando entre las algas del fondo.
Una solución habrá que encontrarle, sin violar la soberanía del país, ni tampoco la de su gente, cada vez más asfixiada.
Paradójicamente el bloqueo/embargo es lo más opuesto a una economía de mercado capitalista, es un Estado interviniendo el natural desarrollo de los negocios a cualquier escala. Su espíritu es más inherente y cercano al proteccionismo propiedad de los planes quinquenales comunistas, que al libre mercado.
Así es que ambas partes en pugna por el bloqueo/embargo de EEUU a Cuba, están reivindicando lo contrario a los principios que dicen defender.
El gobierno cubano le pide a EEUU que recuerde su esencia y naturaleza capitalista y liberal, e implora por la materia prima y la divisa del imperio del que, todo hay que decirlo, cada vez con menos convicción, reniega, mientras el GOP y la comunidad cubana en el Miami exige una mayor intervención del Estado en el libre movimiento de los capitales y las personas, al mejor estilo de las más cerradas teorías estatales comunistas.