El gobierno colombiano, que ahora se unió a una creciente lista de países objeto del espionaje ruso, recientemente expulsó a dos diplomáticos de ese país precisamente por esa razón.
La pregunta en torno a este asunto es por qué Moscú eligió un país aparentemente de poca importancia estratégica para espiar. La respuesta a esto se debe entender en el contexto de la política exterior rusa.
Rusia ha estado envuelto en actividades de espionaje y sabotaje en Occidente desde hace un tiempo. Los rusos penetraron las estructuras del Estado de las antiguas repúblicas soviéticas y los satélites, pero también han logrado realizar ciberataques en Estados Unidos, Alemania y otros países de Occidente.
Lanzaron una campaña de desinformación con el fin de beneficiar a Donad Trump en su campaña presidencial de 2016 e intentaron chantajear al ex presidente francés François Holland, además de que hackearon la campaña presidencial del actual mandatario, Emanuel Macron.
Además, interfirieron en las redes sociales de Francia a partir de mensajes de campaña antiinmigrantes, muy probablemente para ayudar al partido de derecha Frente Nacional. Lo mismo ocurrió en las elecciones alemanas. De forma alarmante, los rusos también han aumentado sus redes de espionaje en Gran Bretaña hasta alcanzar los niveles de la Guerra Fría.
El apoyo de Moscú a los candidatos antilliberales es parte de una estrategia global para socavar la confianza de la población en las instituciones democráticas. Rusia tiene un problema con la expansión de la democracia mundial, una política que Estados Unidos llevó a cabo desde el final e la Guerra Fría hasta la presidencia de Barack Obama.
Colombia es visto como una democracia y como un “enemigo de mi amigo”, Venezuela. Rusia ha apoyado a Nicolás Maduro en su cruel régimen, junto con China e Irán. Pero Moscú, además, se resintió por la expansión de la OTAN, que incluyó antiguas repúblicas de la Unión Soviética y sus satélites.
Asimismo, Rusia se enfadó enormemente con la invasión de Irak y la idea de dominación unipolar por parte de Estados Unidos. El Kremlin considera que la esfera de influencia de Estados Unidos en el hemisferio occidental es un objetivo; sobre todo, trató de tomar ventaja de la aparición de regímenes antiestadounidenses en Venezuela, Bolivia y Nicaragua.
En este sentido, ciertos factores han jugado a favor de los rusos. El primero fue la quijotesca política exterior de Obama, la cual ignoró la creciente cooperación militar entre Moscú y Caracas (Robert Gates, Secretario de Defensa del presidente Obama, se burló y desestimó los ejercicios militares conjuntos entre Rusia y Venezuela e ignoró el envío de armas a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia).
El otro factor fue el presidente anterior de Colombia, Juan Manuel Santos, quien estaba ansioso por llegar a un acuerdo con las FARC, como resultado, debilitó el aparto de inteligencia y seguridad colombiano.
Colombia es aliada de Estados Unidos y enemiga de Venezuela. Rusia, por su parte, ayuda a Maduro a enviar espías venezolanos y miles de refugiados llegan a la frontera con Colombia, lo cual desestabiliza al gobierno de ese país.
En ese contexto, los rusos estaban muy interesado en espiar a la principal empresa energética y petrolera: Ecopetrol. Algunas fuentes de inteligencia han afirmado que a Rusia le preocupa muchos que las actividades de fracking de Ecopetrol puedan competir con la industria petrolera rusa y además les ocasiones pérdidas, lo cual es muy posible.
Algunos han dicho que Rusia está detrás de las protestas contra el fracking organizadas por ecologistas colombianos, sin embargo, hay algo más siniestro. Bien podría ser que Rusia esté tratando de apoderarse o tener presencia en la producción petrolera colombiana para aumentar su influencia en la zona. En otras palabras, esto podría ser parte de una estrategia macroeconómica para aumentar el dominio a través del poder blando, como lo hace China.
La estrategia del nuevo presidente de Estados Unidos, Joe Biden, es tener en cuenta estos factores. No está claro hasta qué punto su administración es consciente de estos retos. Si va a enfrentarse a las actividades rusas en América Latina, su administración tendrá que enfrentarse también a Venezuela, pues ambos países trabajan en coordinación.
Maduro no aceptará una transición a la democracia, como desea Biden. Por lo tanto, las sanciones deben continuar hasta que el régimen se derrumbe desde dentro, pero las empresas estadounidenses deben seguir teniendo presencia incluso en los países sometidos a un régimen de sanciones. Ya ha habido disidentes (aunque no los suficientes para derrocar a Maduro).
Asimismo, es crucial un bloqueo naval que impida la llegada de barcos rusos, cubanos e iraníes a Venezuela. En las últimas décadas, China, Rusia e Irán se han aprovechado de la existencia de regímenes poco amistosos con Estados Unidos. Esta tendencia no debe continuar.
Luis Fleischman es profesor de Sociología del Palm Beach State College, cofundador del Palm Beach Center for Democracy and Policy Research y director del InterAmerican Instituto for Democracy. También es autor de “Latin America in the Post-Cahvez Era: The Threat to U.S. Security” (América Latina en la era pos-Chávez: La amenaza para la seguridad de EEUU)
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