Desde los ásperos y judicializados debates que originó el resultado electoral en los EEUU en moviembre pasado y aún más luego de los incidentes violentos del pasado 6 de enero en Washington DC, la atención de la prensa y de los analistas se centró en si Trump es el generador de éste clima violento y ver que hacer para evitar que siga pesando en la vida pública americana y por lo tanto mundial.
Detrás de todo ese ruido y pasiones más o menos sobreactuadas, Biden sigue formando un gabinete con masiva presencia de Demócratas del ala centrista y moderada y con fuertes especialistas en temas ligados a China así como exponentes del mundo financiero de Wall Street. Sin olvidar la invitación a la representación diplomática de la oposición venezolana para la ceremonia de traspaso presidencial del próximo 20 de enero. Un buen recordatorio para los que por ignorancia o convencía asumieron en Argentina y en otros países que el veterano político Biden, famoso por sus posturas archi pro británicas durante la Guerra por las Malvinas en 1982 y por posturas duras en materia de lucha contra el crimen, había tenido una epifanía socialdemócrata a los 78 años.
A su vez, al mando de la CIA posicionó a un experimentado diplomático como W. Burns, que en el 2002 se opuso al dislate que fue la invasión de Irak así como ser un profundo conocedor de Rusia. Sabiendo entender los intereses nacionales de ese país y tendiendo en claro que el rival estratégico de mayor importancia ya no es Moscú sino Beijing. Ello y la creciente dolarización en Cuba y Venezuela, completan un cuadro de situación que convendría que los decisores formales e informales del Estado argentino tengan en claro. No sea cosa que estemos imitando a esos países cuando los mismos ya no hacen lo que nosotros queremos copiar.
Pero vayamos a una escala más global y con repercusiones estratégicas. Nos referimos a las políticas y acciones que en materia de política exterior y seguridad nacional que podría llevar adelante la nueva administración y que al parecer en diversos casos tenderían a ser una continuidad de lo hecho por Trump en los últimos 4 años. Comenzaremos por el claro diagnostico acerca que él foco debe estar puesto en el mix de rivalidad geopolítica y cierta coordinación en materia económica y medioambiental con China. Si bien desde el 2016 los Demócratas desayunan, almuerzan y cenan hablando del peligro ruso, es hora que miren el mundo tal como es y dejen sus anteojeras de política domestica. Nada le agrada y facilita más las cosas al régimen chino que una mala relación entre Washington y Moscú.
En el área migratoria y el famoso muro que Trump amplió, pero que se viene construyendo desde hace más de 40 años, es muy poco probable que en una economía que aún está saliendo del golpe sobre el empleo y el crecimiento económico que produjo el Covid 19, se tienda a flexibilizar el ingreso de ilegales y mano de obra no calificada. Sin olvidar que en este doble año electoral que hay en México, el referéndum de mitad de mandato y las elecciones legislativas, López Obrador ha mostrado signos de no hacérsela fácil a Biden.
En tanto que muchos Demócratas aún no le perdonan la visita a Trump en plena campaña electoral a mediados del 2020. En materia de competencia estratégica por las vacunas contra ésta plaga, las producidas en los EEUU han sido ya aprobadas y están siendo aplicadas de manera masiva en ese país y en diversos otros Estados. Recientemente el mismo Santo Padre, se aplicó una de ellas desarrollada por Pfizer. La presión e impulso que Trump le dio desde comienzos del año pasado a la investigación, desarrollo y fabricación masiva del medicamento, será un activo importante y a ser seguido por Biden.
Volviendo el tema Asia, todo indica que se continuará con la visión de reforzar lazos militares y de cooperación con países como la India, Japón, Corea del Sur, Vietnam, Filipinas, Australia, etc. Con la vista puesta en dificultar el avance militar de China en esa región.
En lo referido a Israel, el vínculo se mantendrá igualmente fuerte y nada hace pensar que se deje de apoyar la normalización de las relaciones diplomáticas, económicas y de seguridad entre el Estado hebreo y los países árabes sunnitas del Golfo.
Un intento interesante y realista de recomponer cierto equilibrio de poder versus Irán que la administración de GW Bush destruyó innecesariamente con la invasión del 2003 a Irak. Cabe recordar que Trump no inició ninguna guerra inútil o altamente disfuncional como fue la antes mencionada o la de Libia. Asimismo, en estos 4 años, Corea del Norte no probó su misil de mayor alcance y con la supuesta capacidad de llegar a territorio americano. Ésa línea roja marcada por la Casa Blanca y el Pentágono fue respetada por Pyongyang.
Volviendo por un instante a nuestra región, más allá de las escaramuzas discursivas entre el equipo de Biden y Bolsonaro, es de fundamental interés de Washington preservar y reforzar el vinculo con Brasil. Factor central para cualquier estrategia de los EEUU en Venezuela y Colombia.
Con respecto a la supuesta ortodoxia de los Demócratas con el tema ecológico, esas políticas no serán acompañadas por China y muchos países en desarrollo. Por lo que el Presidente entrante deberá ponderar hasta que punto llevarlas adelante.
En cuanto a Irán y sus aspiraciones nucleares, muy difícilmente la administración Biden vaya a reponer plenamente el acuerdo apoyado por Obama en el 2015 y anulado por Trump en el 2018. El mismo H. Kissinger en una reciente entrevista lo definió como un acuerdo laxo y con el cual Irán obtenía sustanciales ventajas económicas y comerciales sin dar a cambio reales garantías de no avanzar hacia un arma nuclear en el mediano y largo plazo. Las sanciones económicas que Washington a impuesto sobre el régimen persa en los últimos años, han tenido un devastador impacto sobre las finanzas de Teherán.
Cualquier acción de la Casa Blanca que sea leída como una flexibilización en el camino hacia el arma atómica iraní, está llamada a generar una fuerte reacción en Israel y sus nuevos socios estratégicos como Arabia Saudita. País que ocupa actualmente la cuarta posición mundial en gasto en Defensa luego de EEUU, China y Rusia. A mediados de enero, el militar de mayor graduación de las FFAA de Israel advirtió que su país tiene sobre la mesa todas las opciones posibles para terminar con el programa nuclear de los Ayatolás.
Uno de los méritos de la administración saliente en lo EEUU ha sido asumir el fin de la unipolaridad y el ingreso a una nueva bipolaridad económica y tecnológica con China. Ya no habiendo espacio para aventuras como Irak, Afganistán y Libia. El equipo que viene constituyendo Biden, por su calidad y experiencia, es de esperar que sepa reconocer lo más rápidamente posible esta realidad.
Por último y no menor impotentes, más allá del destino personal y político de Trump, las ideas que el encarna en la vida política americana distan de ser un fenómeno pasajero y menos aún si ve ven ciertas tendencias demográficas y socioeconómicas. Allá por el 2004, el politólogo más importante de los EEUU, S. Huntington, publicaba su último libro antes de fallecer. El mismo se titulaba Who are we? The Challenges to America’s National Identity. Una lectura del mismo anticipa la aparición de una figura política anti establishment político y con alto impacto electoral en especial en el 72 por ciento de americanos de origen europeo y blancos pero no solo en ellos tal como lo demuestra el fuerte voto latino que obtuvo Trump en el 2016 y aun más en el 2020. Poca dudas le caben a la mayor parte de los analistas que en el caso que no hubiese estallado la pandemia del Covid 19 y su masivo impacto económico, Trump marchaba a una reelección sin mayores sorpresas. El podrá seguir o no el centro de la escena, pero el terreno fértil para su discurso y agenda gozarán de muy buena salud. Cualquier intento de cancelar esa realidad por parte de los sectores Demócratas más ideologizados y mesiánicos, derivarán en desagradables sorpresas para la vida política y social de los EEUU.
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