En lás últimas semanas se conocieron imágenes de drones de uso militar de fabricación iraní en Venezuela, así como declaraciones del régimen de Caracas acerca del interés en adquirir misiles tierra-tierra con alcances no especificado, también de origen persa. El arsenal de Irán tiene una amplia variedad de vectores que van desde los 100 a los 2.000 kilómetros. Sin duda, de concretarse la llegada de los misiles de mayor rango, asistiríamos a una crisis versión 2.0 de la de Cuba 1962 y los lanzadores soviéticos.
Es poco probable que Teherán reciba a Joe Biden, si finalmente la justicia no obstruye por las denuncias de fraude su llegada al poder el 20 de enero. El daño económico que las sanciones americanas aplicadas por Donald Trump vienen provocando en el país persa son masivas y crecientes. En paralelo se cuentan los ataques exitosos que EEUU e Israel han llevado a cabo a lo largo de este año sobre figuras claves del brazo armado y los esfuerzos nucleares del régimen.
Asimismo, el constante arribo de armamento sofisticado de origen ruso a tierras venezolanas han acentuado el resquemor en los mandos militares, diplomáticos y políticos de Brasil.
Sin duda ha nacido y está llamada a crecer la hipótesis de conflicto en la frontera norte que divide a ambos países sudamericanos. Históricamente, hasta fines de los años 70 el foco caliente de la Defensa brasileña era la Argentina. Superada la misma y consolidadas las medidas de confianza mutua en el sector nuclear y la integración económica, las Fuerzas Armadas de Brasil (FFAA) concentraron su interés en la eventual injerencia de potencias extra regionales en la zona amazónica, atraídas por sus riquezas naturales y biodiversidad. No obstante, de manera lenta pero constante y en especial luego de la salida del Partido de los Trabajadores (PT) del poder en medio de escándalos de corrupción y crisis política y económica, la planificación estratégica militar de Brasilia ve la situación venezolana como una bomba de tiempo.
Si por un lado los comentarios agresivos de Biden durante la campaña electoral contra Brasil y el cuidado del Amazonas, destinados a dejar contentos al ala izquierda del partido que nunca lo quiso ni lo querrá, tensiona el vínculo bilateral con el gobierno de Bolsonaro, la masiva presencia cubana y en menor medida la iraní y rusa en Venezuela, tenderán a crear fuertes intereses comunes con la próxima administración americana.
En los últimos 100 años, Washington actuó de manera activa y decidida cada vez que una potencia de fuera de la región intentó o logró hacer pie en el hemisferio. Y en ésta oportunidad nada indica que vaya a ser de otra manera. Entre quedar bien con los verdes de su partido y la seguridad nacional, Biden y su equipo no dudarán en optar por la segunda. Más aún con la rusofobia que tiene esa agrupación política desde la derrota de Hillary Clinton a manos de Trump en el 2016.
En éste denso y sensible escenario regional, los tomadores de decisiones argentinos deberán ser extremadamente prudentes y mantenerse bien informados. La retórica Kirchnerista de vender a Biden como un socialdemócrata que viene a ayudar a todos y todas en la región puede ser repetida para dejar contentas a minorías intensas pero no debería ser creída. Este acercamiento entre Washington y Brasilia, que se deriva de la amenaza que anida en Venezuela, le brinda la oportunidad a nuestra diplomacia presidencial y ministerial de potenciar un fluido diálogo tanto con Bolsonaro como con la Casa Blanca. La idea de que un gobierno demócrata tomará a la Argentina como estado clave y articulador no tiene bases materiales de realidad. Ello, no obstante,l no implica que tengamos una insignificancia que nos margina de todo juego e iniciativa. Ni un extremo ni el otro.
Asimismo, debemos comprender que la facilista y atractiva fórmula de ver a Moscú y a Beijing como un eje articulado y compacto vis a vis los EEUU, dista de ser tal. Día a día se conocen nuevos espacios de fricción entre potencias, comenzando por la masiva y acelerada venta de sofisticado armamento ruso a la India durante la reciente crisis fronteriza entre Nueva Delhi y Beijing que dejó decenas de muertos. Otro ejemplo es la dura reacción de Moscú a los comentarios de funcionarios chinos acerca de los derechos soberanos de Beijing sobre zonas rusas como Vladivostok. Y tampoco hay que olvidar el interés de Putin en evitar que Irán y su riqueza petrolera y proyección estratégica en el Golfo y en el Medio Oriente pase a ser controlado por el poder económico y político de China.
En otras palabras, lo mejor que podemos hacer es tener una clara y pragmática hoja de ruta en materia de política internacional que encuentre los espacios de diálogo y cooperación con nuestro socio clave -Brasil- y países como Chile, así como con los Estados Unidos, China, Rusia, la Unión Europea (UE) y las pujantes potencias asiáticas que no quieren quedar bajo influencia china. En estos esfuerzos hay que evitar cruzar líneas rojas que sean sensibles para la principal potencia regional -Brasilia- y la principal a nivel hemisférico y aún a escala global como es Washington.
En la variopinta coalición gobernante argentina, que va de políticos que tienen como referentes en los EEUU al abogado personal de Trump y que lidera las crecientes denuncias de fraude a dirigentes políticos que desde el 2011 se sienten sucesoras naturales de Fidel y Chávez, es fundamental que se asuma que el capital simbólico para sus minorías intensas pequeño burguesas y urbanas y con una estética más cercana al PC y al Frepaso que a un peronismo de Perón, no debe pasar ni ahora ni en los próximos críticos años por temas sensibles de política exterior. Un país con la endeblez económica y social de la Argentina y con un sistema político presidencialista en lo formal, pero deliberativo en lo real, no tiene espacios para ello. Los juegos para la tribunas, por lo tanto deberán pasar por otros ángulos. Esperemos que no nuevamente por las escenas dantescas del velatorio de Diego Maradona, el “10″.
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