Dos asuntos han dominado las noticias del mar en los últimos tiempos: la imponente luminosidad de la pesca en el borde de la Zona Económica Exclusiva al norte de Malvinas y la presencia incesante, intermitente y dinámica de flotas de buques pesqueros chinos en los mares del sur que, muy organizadas, aparecen y desaparecen. Ambas noticias son convergentes y representan actos de un escenario geopolítico que poco a poco se hace permanente en la agenda de preocupaciones de la comunidad internacional. Un personaje de ese escenario cobra relevancia y visibilidad creciente cada día: la Milicia Marítima de China.
La Milicia Marítima de China nació a fines de los años 50, al inicio de la revolución, para proteger las costas de la reacción de China Nacionalista. De igual modo que para otros asuntos vitales para la revolución como la agricultura, la construcción o la industria, se creó una milicia marina para llevar adelante una estrategia nacional con el recurso humano incorporado a un régimen semi-militar.
Para Derek Grossman, Analista Senior de la Corporación Rand, uno de los think tank más reconocidos en el mundo de las relaciones internacionales, el crecimiento de la Milicia Marítima de China obedece a dos razones principales: el fenómeno de colectivización de la actividad económica y la influencia de la “Escuela Joven” de estrategia naval rusa. En efecto, la República Popular China adoptó la doctrina marxista-leninista de la colectivización de la actividad pesquera como una forma de organizarla luego de la guerra civil. La colectivización generaba organizaciones funcionales al ejercicio de la autoridad del Estado para planificar y administrar la producción. La estrategia rusa según la cual las fuerzas navales deben operar para cubrir flancos terrestres con medios altamente móviles fue adoptada para llevar adelante una “guerra de guerrillas” contra las poderosas flotas occidentales en virtud de las debilidades inherentes a los primeros tiempos de Mao. El combate frente a frente entre medios tradicionales era inasequible por costos y tecnología. De algún modo, la Milicia Marítima de China se concibió como un componente más de la estructura naval para una guerra asimétrica o no convencional en el mar. El carácter civil de los buques, los hacía un blanco controversial de medios militares.
El fin de la guerra fría, la transformación del comunismo en una forma autocrática de capitalismo y la globalización generaron una demanda incesante y creciente de recursos naturales. El gobierno chino lanzó una estrategia expedicionaria para obtenerlos allí donde fuera posible. África es el testimonio más acabado de esa maniobra. En el campo de los recursos alimenticios, esta estrategia generó una transformación en la Milicia Marítima de China que, a la inmensa flota de pequeños barcos costeros, sumó más de cien mil pesqueros de altura que se desplegaron para pescar en la alta mar, amparados por la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (CONVEMAR). Estos buques se acercaron principalmente a las Áreas Adyacentes a las Zonas Económicas Exclusivas donde las bajas profundidades, que permiten alta concentración útil de biomasa, se extienden más allá de las 200 millas. Esta pesca no es ilegal, como comúnmente se menciona en los medios, pero no está regulada y sus capturas no son declaradas.
La falta de regulación de tales espacios implica un riesgo lógico de sobrepesca. Si no hay límites explícitos, ¿por qué parar de pescar? La falta de declaración de la pesca, impide conocer el esfuerzo de captura y, consecuentemente la sustentabilidad de las especies. La falta de regulación genera daños directos en función de la dimensión de la captura y otros daños colaterales como el descarte que es pesca no deseada que se arroja ya muerta al mar. La sobrepesca es una amenaza clara y contundente para la humanidad. Según la Organización para la Agricultura y la Alimentación (FAO), tres de cada cuatro especies con valor comercial ya están afectadas por la sobrepesca. Un artículo reciente de la revista Science presenta un pronóstico sombrío: si no se detiene la sobrepesca, para 2050 la mayor parte de las especies que hoy se consumen habrán desaparecido. En ese contexto, la FAO promovió en 2001 el Plan de Acción Internacional para Prevenir, Desalentar y Eliminar la Pesca Ilegal, No Declarada y No Reglamentada. Pero este plan es un conjunto de recomendaciones que indican estándares para la diligencia debida en el uso responsable del mar que los países adoptan según sus preferencias y posibilidades. Según informes recientes de la FAO la depredación continúa.
La alta mar, que la CONVEMAR consagró como un bien común de la humanidad para el presente y las generaciones futuras, se ha transformado en tierra de nadie. Los recursos del mar son teóricamente renovables. La depredación los va transformando a pasos agigantados en recursos no renovables. Esta acción es una vergüenza para la comunidad internacional porque las generaciones futuras, que también tienen potestad sobre esos recursos, hoy no pueden hacerse oír y no van a disfrutar de los beneficios del mar como los conocemos hoy.
Para pronosticar las tendencias en la evolución de estas preocupaciones de la humanidad, es conveniente identificar los grandes “drivers” que gobiernan estas dinámicas. La presión demográfica y la globalización impulsan el acceso al “estado de bienestar” que en términos alimenticios significa un determinado número de calorías por persona por año y cualidades variadas y crecientes. Esta tendencia en todo el mundo es indomable. La cantidad de calorías promedio que consume una persona en China ha producido un salto cuántico en las últimas décadas y no hay forma de volver atrás. Y no sólo China es una aspiradora de calorías. Toda la población mundial crece y buscará satisfacer esa demanda de un modo u otro. Consecuentemente, el pronóstico para la sustentabilidad del mar es sombrío. La actividad creciente de la Milicia Marítima de China es un indicador proxy de estas tendencias. La depredación no muestra signos de disminuir.
El reconocimiento de los riesgos de sustentabilidad que enfrentan los recursos vivos del mar, se suma a las tensiones geopolíticas de las cuales China se ha transformado en uno de los nodos más relevantes. Los antecedentes en materia de escalada por los recursos del mar indican que tarde o temprano las tensiones devienen en coyunturas o crisis. El 25 de abril de 1995, el Director General de Asuntos Exteriores de Canadá convocó al Embajador de España en ese país para comunicarle que un destructor había zarpado de Halifax con el objeto de capturar pesqueros españoles en la zona de los Grandes Bancos, más allá de las 200 millas de la costa. Los pesqueros españoles estaban protegidos por patrulleras de la Armada para ejercer el controversial derecho a pescar. Por muy poco, la diplomacia impidió que diera comienzo la “Guerra del Fletan”, denominada así por el pez objeto principal de la captura. Para Grossman, las capacidades militares de la Milicia Marítima de China, que se pusieron de manifiesto en operaciones anfibias y de minado en la Guerra de Paracel con Vietnam en 1974, son más que relevantes. Pero necesitan protección cuando van lejos y hay peligro. Según información oficial del Ministerio de Defensa de China de agosto de este año, la modernísima Fragata Weifang, de la Fuerza de Tareas 33 de la Armada china escoltó a ocho pesqueros de la Corporación Nacional de Pesquerías en su tránsito por el Golfo de Adén en ruta a su área de pesca en proximidades de Marruecos. La articulación con la Armada es creciente. Los alcances de las capacidades expedicionarias para proteger, también.
La presencia creciente de la Milicia Marítima de China en el Atlántico Sudoccidental, en particular en nuestra Milla 201, y en el Mar Antártico va construyendo una coyuntura de tensión. Más tarde o más temprano, la tensión puede generar una situación, una coyuntura o una crisis. En ese contexto, cabe preguntarse qué hacer ante este panorama, ¿qué estrategia de corto, mediano y largo plazo seguir?
Una estrategia que no puede expresarse en ideas simples, no sirve de referencia para orientar el pensamiento, las ideas y la acción. La relación de un país con el mar se puede sintetizar en tres ejes: conocer, usar y proteger. Conocer implica invertir en la investigación científica marina para identificar y dimensionar los activos del presente y del futuro. Usar implica “sacarle la renta al mar” para contribuir al desarrollo económico y social del país. Proteger significa cuidar esos activos e incluye primero que nada, la vida humana en el mar, siempre en riesgo, los intereses nacionales, la sustentabilidad y los intereses de la humanidad en tanto que el país es un actor responsable del orden internacional.
La estrategia militar es en síntesis, un ejercicio de gestión del riesgo. Se trata de proteger un activo de un daño plausible. Y ese daño es función de la amenaza externa al activo a proteger y de la vulnerabilidad intrínseca de éste. La protección implica invertir recursos en función de la probabilidad de ocurrencia del daño y de la severidad del mismo, igual que un seguro. En el mar ya no es una cuestión de riesgo potencial. El daño ya está presente y la amenaza se hace cada vez más clara en el horizonte. Y no es sólo de la Milicia Marítima de China. Cada vez más actores ejercen los derechos concedidos por la Convemar en la alta mar. La presión sobre los recursos hará cada vez más difícil garantizar la sustentabilidad de la vida si no se construyen consensos al respecto.
Para proteger es necesario desarrollar capacidades. La más esencial de todas, es la capacidad de vigilancia y control de los espacios marítimos. El propósito de la vigilancia es saber lo que pasa en el mar con la presencia de otros países en nuestra frontera marítima con dos finalidades principales. La primera es la detección en tiempo real de anomalías que ameriten la acción de control. La segunda es la analítica de ese “big data” que se construye segundo a segundo con la actividad pesquera para obtener datos, información y conocimiento que sirva para fortalecer las posiciones del país en agendas bilaterales y multilaterales.
En un mundo con grados de interdependencia, y con las asimetrías multiespectrales de poder como el actual, el empleo de la fuerza se transforma en una lógica tan lejana como compleja. Es el dominio del conocimiento de lo que sucede en el mar que provee las herramientas que la diplomacia necesita para encontrar las soluciones más convenientes para el país. Los recientes eventos en relación a la actividad de la Milicia Marítima de China en torno a Galápagos ponen de manifiesto esa dinámica. En efecto, el conocimiento de dicha actividad a partir de la vigilancia de los espacios, generó una reacción favorable por parte del gobierno de China: declaró una moratoria unilateral para la pesca, construyó espacios de diálogo para la supervisión del gobierno de Ecuador y prometió castigo a los buques y empresas que efectúen pesca ilegal con un criterio de tolerancia cero. Esta salida fue el resultado de conversaciones directas entre cancilleres en la noche del 4 al 5 de agosto que luego fueron seguidas por los técnicos en materia de pesca. China juega un delicado equilibrio en la trama global de obligaciones y derechos que genera el orden internacional. Las cartas de peso en ese juego, están más en el campo del conocimiento que en las intenciones.
La Guerra del Calamar ya muestra indicios lejanos. De los 360 grados de la alerta estratégica, la señal más cercana, viene del mar. La clave central está en la investigación científica marina para identificar los efectos de la pesca en la biomasa y la presencia disuasoria e inteligente de la Armada en el mar y en el dominio de los intangibles para alimentar con datos, información y conocimiento a la diplomacia para que ésta disponga de más recursos para manejar las tensiones, gestionar los riesgos y aprovechar las oportunidades que, como en el caso de Ecuador, están siempre presentes. Pero para lograr esos fines hacen falta dos requisitos: el diálogo profundo y de amplio espectro entre agencias del Estado y la conciencia situacional. Si no sé qué pasa, mal puedo saber qué hacer.
* El autor es Contralmirante (R) de la Armada Argentina, Magíster en Investigación Operativa de la Escuela Naval de Posgrado de Monterey (EEUU), Magíster en Estrategia y Seguridad Global de la Universidad de Roma - La Sapienza (Italia), profesor en las Universidades del CEMA y del Salvador, miembro del Consejo de Administración del Instituto Tecnológico de Buenos Aires y consultor independiente en temas de defensa y seguridad
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