Borrell y Maduro: la escritura sobre la pared

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Pedro Sánchez, Josep Borrell y Nicolás MAduro
Pedro Sánchez, Josep Borrell y Nicolás MAduro

El rey Baltasar de Babilonia ofrece una gran cena en el palacio con miles de invitados. De repente una mano aparece en el aire y escribe en una pared, generando temor. Los signos lingüísticos son inentendibles para el rey. Convoca a los sabios a descifrarlos, quienes tampoco comprenden el significado. El rey manda llamar entonces a Daniel, antiguo sirviente de Nabucodonosor, su predecesor, para interpretar el mensaje.

Son palabras en idioma arameo que Daniel traduce: “Mane, Tecel, Fares”. “Ha dispuesto Dios el fin de tu reino”; “has sido pesado en las balanzas y se ha hallado que no eres bueno”; “tu reino se da a los medos y los persas”, explicó. El ataque ocurrió de inmediato.

Es una de las “Profecías de Daniel”: “La escritura sobre la pared”, metáfora de algo inevitable y funesto. En 1635 Rembrandt pintó la escena en “El festín de Baltasar”, una de sus acostumbradas maravillas de luz y sombra.

Una premonición siniestra también está escrita en los muros oscuros de Venezuela. Revela un sacrilegio cuyo máximo responsable—no es el único—es el Alto Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores, Josep Borrell. Dice así: Inesperadamente, Maduro concederá más tiempo, postergando las elecciones previstas para el 6 de diciembre. En consecuencia, Borrell enviará observadores. La oposición entonces se prestará a participar.

El sentido de esta profecía lo otorgan las comillas en los términos claves. Es que no ocurrirá “inesperadamente”, está acordado de antemano. Los “observadores” de Borrell no serán tales, tan solo legitimadores de otro fraude. Y esa “oposición” en realidad es parte del régimen, pues no hay “participación” en sentido estricto si se vota pero no se elige, un mero ejercicio de simulación democrática.

Se confirma así una transacción obscena por donde se la mire. Dos emisarios de Borrell viajaron a Caracas para negociar con Maduro el aplazamiento por seis meses. A cambio, la Unión Europea enviaría observadores internacionales para darle un barniz de normalidad democrática. Observar en sentido literal, por supuesto, como en “mirar”; el monitoreo electoral es otra cosa.

La misión partió luego de una reunión de Borrell con Pedro Sánchez, quien expresó el apoyo del gobierno español. Lo cual no puede sorprender, pertenecen al mismo partido y Borrell fue su canciller en su administración anterior. Que es el mismo partido del relacionista público de Maduro, Rodríguez Zapatero, y de su embajador en Caracas, Raúl Morodo, quien desvió 38 millones de dólares de PDVSA, según informa la Fiscalía Anticorrupción de España.

Es el PSOE, al que también pertenece el ministro de transporte Ábalos—además Secretario de Organización—quien prefirió enfrentarse a una soberana crisis política antes que hacerle un desplante a Delcy Rodríguez en Barajas a las 2am del 20 de enero pasado. Partido cuyo socio en el gobierno, Podemos, tiene nutridos expedientes en la Unidad de Delincuencia Económica y Fiscal de España por financiamiento ilegal con fondos de Venezuela.

Así funciona la “España chavista”, por medio de una relación colonial pero en reversa. La metrópolis ahora es Caracas. El ministro Ábalos acude en la madrugada a facilitar el ingreso ilegal de Delcy Rodríguez al país no por ser hospitalario sino porque no puede hacer otra cosa. Si diversas instancias judiciales españolas tienen una buena parte de dicha corrupción documentada, pues la inteligencia castro-chavista la tiene documentada en su totalidad. El régimen se los recuerda a cada instante.

Como ahora con esta elección de Maduro en que se repite el escenario. Borrell y el gobierno de España están dispuestos a enfrentarse al malestar de Ursula von der Leyen—Presidenta de la Comisión Europea, quien no fue informada de la gestión en Caracas—, a la irritación de los Estados Miembros de la UE—25 de los cuales, de un total de 27, reconocen a Guaidó—y al enfado de los partidos de oposición, pero no están dispuestos a frustrar las expectativas de la mafia criminal venezolana.

Y a propósito de conspiraciones castro-chavistas, el gobierno español acaba de disponer el traslado del actual embajador en La Habana a Caracas. Todo ello al mismo tiempo que, además de las denuncias de gobiernos, organizaciones y personas, los informes de la OEA y del Alto Comisionado anterior a Bachelet, ahora es ella, finalmente, quien reconoce lo que se sabe desde hace años: que la dictadura de Maduro ha cometido crímenes de lesa humanidad, ejecuciones extrajudiciales, desapariciones forzadas, detenciones y torturas por motivos políticos, entre otros.

“Finalmente” porque esa misma oficina lo dijo tal cual en junio de 2018. Más vale tarde que nunca, claro, excepto para quienes tarde es sinónimo de nunca, es decir, las víctimas.

O sea que Borrell nos dice ahora que esos criminales van a organizar elecciones democráticas en seis meses. Si Borrell hubiera estado a cargo de la política exterior europea en los noventa habría propuesto que Milosevic organice elecciones en Bosnia durante el genocidio por el que fue juzgado a posteriori. Si las condiciones para ello no existían, con seis meses más se arreglaba el problema, diría aquel Borrell.

Pues habrá elección. Allí irán Capriles y otros colaboracionistas a socorrer al régimen. Emplearán el vacuo argumento de “ocupar espacios”, “usar todas las herramientas” y demás. Soslayando a sabiendas que, ante el fraude, la abstención también es una herramienta y, de hecho, muy efectiva. Fue la abstención de mayo de 2018, precisamente, que expuso el fraude ante el mundo, produciendo una coalición internacional democrática que todavía hoy desconoce a Maduro.

Excepto Josep Borrell, quien reconoce a Maduro y será responsable de otro fraude. Es una premonición funesta, pero la escritura está sobre la pared.

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