Bolsonaro y la reelección: dime en qué gastas y te diré qué quieres

A comienzos de septiembre el gobierno brasileño dio a conocer las previsiones de gastos del Estado para el año 2021

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El presidente de Brasil Jair
El presidente de Brasil Jair Bolsonaro

Dos ítems se destacan dentro de un presupuesto que se viene manejando desde hace más de dos décadas con paramentos exigentes para preservar la muy baja inflación y cuentas publicas equilibradas. Nos referimos a los importantes refuerzos monetarios que recibirán las FFAA y los programas de asistencia a los sectores más pobres del país en general y de la zona del noreste del país en especial. De este segmento social es de donde en los últimos meses más imagen positiva ha sumado el presidente Bolsonaro: llegó a los mayores niveles en todo el tiempo que lleva en el poder, y aún superior a los que tuvo durante la campaña electoral. Entre las explicaciones a este fenómeno, y con fuerte impacto en zonas pauperizadas que usualmente eran favorables al PT por sus planes de asistencialismo y clientelismo político, figura la ayuda de emergencia con montos en torno a los 600 reales mensuales que vienen recibiendo en los últimos meses más de 60 millones de brasileños y otros tipos de súbditos y ayudas que llegan a otros tantos. En otras palabras, 120 millones de personas. Los encuestadores también detectan que en los sectores más carenciados la retórica sanitaria ortodoxa de los políticos y gobernadores opositores tuvo y tiene escasa repercusión. Ven con mejores ojos la posición de Bolsonaro de privilegiar el regreso al trabajo y a las escuelas. En otras palabras, el primer mandatario no es visto como el principal responsable de las penurias económicas que ha motivado el Covid-19.

El presupuesto diseñado por el Gobierno claramente apuesta a mantener en todo lo posible la asistencia social y una fuerte campaña de obras públicas en el noreste del país y otras zonas tradicionalmente adversas en términos electorales. Con respecto al aumento del presupuesto militar, sin duda pone en evidencia la fuerte relación que Bolsonaro ha establecido con las Fuerzas, lo cual se plasma en las permanentes referencias a las mismas y la importancia que tienen para el país así como mas 130 militares en puestos claves de primer y segundo nivel en todas las áreas del Gobierno. Si bien el número es infinitamente menor al de personal castrense en tareas políticas que hay en países como Venezuela, genera fuertes críticas e irritación en la progresía brasileña y regional. Por esas vueltas del destino y los infortunios políticos, en su más reciente discurso el ex presidente Lula da Silva lanzó duras críticas y ataques a los militares brasileños acusándolo de ser cómplices de Bolsonaro en cuanto tema uno se pueda imaginar, y desde ya también frente al Covid-19. Una gran paradoja, dado que Lula dedicó una inmensa cantidad de recursos presupuestarios y energía política en multimillonarios contratos con Francia para la compra de submarinos, con Suecia para aviones de combate, con Rusia para helicópteros, con Italia para vehículos blindados a rueda y respaldar la cooperación con los EEUU para la utilización de aviones brasileños de ataque a tierra Súper Tucano contra los talibanes en Afganistán y por otros aliados de Washington en América Latina, como es el caso de Colombia sobre las FARC y países africanos que enfrentan movimientos armados fundamentalistas o comunistas.

Al mismo tiempo, y en especial desde un conjunto de decretos iniciados en el 2005, Lula le dio un amplio margen de acción y maniobra al Ejército y a la Infantería de Marina para operar contra los grupos narcocriminales que hacen uso de las favelas como centros de operaciones. Ello se vio coronado partir del 2008 con las masivas Operaciones de Ley y Orden en zonas de Río de Janeiro y San Pablo. Por último y no menos importante, cuando la entonces jefa de la Casa Civil Dilma Rousseff impulsó una revisión parcial de la ley de amnistía para los militares que gobernaron entre 1964 y 1984 y que estaban acusados por organismos de DDHH, el entonces presidente Lula cortó de cuajo esta intención y el ámbito castrense mostró una gran satisfacción.

Volviendo al presente, este refuerzo presupuestario por sobre la casi totalidad de las otras áreas de gobierno, exceptuando los programas de asistencia económica para la población más pobre del país, tiene también algunas explicaciones más allá de la muy fluida relación entre Bolsonaro y el ámbito castrense. En primer lugar, a lo largo de las últimas décadas la Defensa consumió poco más del 75% de sus recursos en el pago de salarios, retiros y otros gastos fijos. En otras palabras, a pesar de estar entre los 11 principales gastos militares a nivel mundial, el caso brasileño tiene un largo historial de poca asignación de fondos para la modernización e investigación y desarrollo.

Si se analiza la magnitud del presupuesto militar vis a vis el PBI, Brasil figura en un distante lugar 77. Para tener una idea, Rusia se construye hoy en una de las tres grandes potencias militares del mundo junto a los EEUU y China, con un PBI similar o aún relativamente menor que el brasileño. En otras palabras, si Brasilia asignase el mismo porcentaje que Moscú pasaría de la posición 11 a estar entre los primeros 5 detrás de los EEUU, China, India y Arabia Saudita. Otro factor a considerar es la masiva presencia de armamento en Venezuela, país que combina un terrible descalabro social, migratorio y económico con masivas compras o recepciones de material bélico, así como la búsqueda de alianzas estratégicas con países enfrentados con los EEUU.

También, el poder político brasileño desde hace décadas recurre a los militares para tareas de lucha contra el narcotráfico y otras organizaciones criminales que operen en las grandes ciudades y zonas fronterizas.

A ello se sumó este año el empleo de más 35 mil efectivos en misiones ligadas con la plaga del Covid-19 con masivos despliegues de medios terrestres, aéreos y marítimos.

También, lo que significa la magnitud del territorio del Brasil con sus 8.5 millones de kilómetros cuadrados y fronteras con diez países, el Atlántico Sur y el mismo Caribe. De las aguas atlánticas, el país se abastece del 95% del petróleo que produce, del 80% del gas y de la mitad del pescado para consumo.

Por último y por ello no menos importante, la creciente percepción que la puja estratégica que llevan adelante los EEUU y China está llamada a generar turbulencias y tensiones a nivel global y regional. Incluyendo el Atlántico Sur y la Antártida. La visualización de la Argentina como un escenario permeable a la influencia china, tanto por la aguda crisis económica y social y el visto bueno que tiene China dentro del relato del sector más influyente en la actual coalición gobernante, es otro elemento tomando en cuenta por Brasilia. No por la eventual amenaza que puede representar la raquítica capacidad bélica y operacional de nuestro país y su inmensa vulnerabilidad económica, sino por ser un eventual terreno fértil para un mayor accionar de China y otros países con intereses abiertamente contrapuestos a Washington. Para sorpresa de propios y extraños, Bolsonaro encara el último tramo del 2020 y el 2021 con sólidas encuestas de opinión, con una alianza con diversos partidos centristas que le dan mayorías en leyes fundamentales, con un clima sustancialmente mejor con el Poder Judicial al existente a comienzos de año y con una caída fuerte del PBI pero sustancialmente menor que lo estimado en el pico de la crisis del Covid-19.

Asimismo, los que siguen la política regional en general y argentina en particular en los pasillos del poder en Brasilia ven con cierta carga de ironía cómo algunos aspectos retóricos y estéticos del polémico Bolsonaro comienzan a ser imitados aún por el kirchnerismo y en especial en la provincia de Buenos Aires con vistas a las elecciones legislativas de 2021. Allí todo se encamina a que el relato de izquierda y garantista se acalle al menos por unos meses para dar sustento a la candidatura de Sergio Berni y el objetivo de evitar que el voto castigo contra la inseguridad, toma de tierras, etcétera, se vuelque de manera masiva contra el oficialismo. Estos mismos observadores brasileños esperan que las críticas contra Bolsonaro que resuenan en las declaraciones del oficialismo argentino tiendan a enmudecerse. Más aún cuando la receta de Bolsonaro es vista como la ideal para obtener un mejor resultado electoral. Dada la tradicional verborragia de los hijos de Bolsonaro, cabe esperar varios tuits irónicos sobre la contienda electoral del 2021 y sus protagonistas argentinos.

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