Un largo y tortuoso camino hacia la paz (y un viaje personal inconcluso)

Algunas reflexiones tras el acuerdo entre Israel y Emiratos Árabes Unidos

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En 1993, poco después que el Centro Simon Wiesenthal (SWC) abriera nuestro Museo de la Tolerancia, me senté con mi querido amigo Ehud Yaari en Jerusalén, lamentándome de la perniciosa combinación de ignorancia y estereotipos antisemitas en los mundos árabe y musulmán. “Entonces, ¿por qué no haces algo al respecto?”, respondió Yaari. “¡Ve y reúnete con ellos!”.

Yaari ya era famoso por sus increíbles y agudas entrevistas con Sadat de Egipto, el rey Hassan de Marruecos y, por supuesto, el rey Hussein de Jordania, antes de que nadie hablara de lazos diplomáticos con el Estado judío.

Su consejo fue sencillo. La travesía a partir de entonces resultó todo lo contrario.

No obstante, Yaari resultó tener razón. La única forma de romper los estereotipos sobre los judíos era presentarse en las puertas de los líderes cuyos funcionarios de frontera eran alérgicos a cualquier pasaporte que hubiera sido sellado en Israel.

Mi visionario jefe y mentor, el fundador y director ejecutivo del Centro Simon Wiesenthal, rabino Marvin Hier, lanzó nuestra promoción ad hoc en El Cairo, donde instamos al difunto Gran Mufti y director de la Universidad Al-Aqsa a reunirse con el Rabino Jefe israelí, Yisrael Meir Lau, para promover una mejora en las relaciones interreligiosas. Esa reunión tuvo lugar y condujo a la Declaración de Alejandría, que sirvió de base para los futuros esfuerzos interreligiosos. Lamentablemente, nuestra otra solicitud de una fatwa contra los atentados suicidas con bombas no arrojó el resultado claro esperado.

Entre mis reuniones más notables y fructíferas se cuenta un almuerzo en la casa de Wahid, el presidente de Indonesia. Aprendí que el líder de la nación musulmana más grande del mundo era un estudioso de la Biblia y un filo-semita. Esa reunión dio lugar a un artículo de opinión conjunto entre Wahid y el rabino Lau en The Wall Street Journal, que denunció el negacionismo del Holocausto en Irán, y también ayudó a convocar a una conferencia internacional en Bali sobre “Religiones contra Terrorismo”, donde Sol Teichman fue el único sobreviviente del Holocausto en contar su historia personal de sufrimiento y supervivencia ante una atónita audiencia de maestros y políticos musulmanes e hindúes. Poco después, el Centro Simon Wiesenthal (SWC) recibió a una delegación de musulmanes religiosos de Indonesia en su primera visita a Israel, que incluyó rezar dos veces en Al-Aqsa, bailar con rabinos y estudiantes en una celebración de Janucá en una Yeshivá en Kiryat Shmona y una cena de Shabat con mis hijos y con mis nietos israelíes. El jefe de la delegación me decía al final de la visita: “Vinimos aquí asumiendo que había un conflicto religioso, pero resulta que hay una disputa política entre Israel y los palestinos. Vemos que los derechos religiosos están protegidos para todos”.

A lo largo de los años, recibiríamos a Surin Pitsuwan, un musulmán, ex líder tailandés y secretario general del grupo de países asiáticos de la ASEAN. Durante la última década, vendrían figuras empresariales, políticas y culturales del Golfo, incluyendo un grupo de Kuwait. Y el día después de que el presidente Trump anunciara que trasladaría la Embajada de Estados Unidos a Jerusalén, 24 líderes religiosos de Bahréin llegaron a Jerusalén como invitados nuestros. ¡Oraron en la mezquita o iglesia apropiada y bailaron con Jabad en el Mamilla Mall antes de encender la primera vela de Janucá a la sombra de los muros de la Ciudad Vieja!

Unas palabras especiales de elogio y agradecimiento al valiente Rey Hamad de Bahréin. Cuando nos reunimos con el Rabino Hier en su palacio en 2017, el Rabino Hier rompió el protocolo y el hielo agarrando firmemente la mano del Rey y cantando en hebreo la bendición para la realeza. Según los informes, el Rey les diría luego a los líderes de su gobierno: “Esa fue la primera vez que alguien vino a mí no para pedirme algo, sino para darme una bendición”. Cuando le pregunté al Rey qué pensaría sobre una invitación del Centro Wiesenthal a sus ciudadanos para que visitaran Israel, respondió frente a todo su gabinete: “Mis ciudadanos pueden viajar a cualquier parte”. Y pronto lo harían.

Pero el rey Hamad fue aún más allá. Escribió la Declaración de Bahrein sobre Tolerancia Religiosa, en la que un Jefe de Estado árabe declaró que todos deberían ser libres de rezar como mejor les parezca, e incluso de no rezar en absoluto.

Eso fue más allá de los estereotipos. La Declaración, leída por primera vez por su hijo Sheikh Nasser ante 400 líderes religiosos en Los Ángeles, fue una destructora de tabúes.

De hecho, Bahrein protege y venera todas las religiones y es el hogar de un activo templo hindú. El Rabino Hier y yo tuvimos el honor de participar en el primer minyan en décadas en la Sinagoga de Bahrein durante la histórica Conferencia Económica Global de Bahrein que buscaba ayudar a preparar el escenario para la paz palestino-israelí. Para asegurar el estrechamiento de los lazos interreligiosos, el Rey Hamad puso en marcha el Centro de Coexistencia Pacífica de Bahrein, dirigido por el respetado Sheikh Khalid Bin Khalifa.

Todo esto, junto con la invitación de los Emiratos Árabes Unidos (EAU) al papa Francisco para liderar una misa al aire libre, ha ayudado a acelerar el ritmo del cambio.

Muchos de estos (no tan) pequeños avances ocurrieron porque intentamos romper sus estereotipos rompiendo primero los nuestros.

La velocidad del cambio entre los estados del Golfo y el estado judío aumentará debido a tres razones. Primero, las redes sociales, que han destruido para siempre el dominio absoluto de la información acerca de los judíos, el judaísmo e Israel. En segundo lugar, Irán: si el acuerdo entre los Emiratos Árabes Unidos e Israel hubiera sido un matrimonio concertado, entonces el Ayatolá Jamenei podría exigir Shidduch Gelt (regalo financiero que tradicionalmente se otorga en el judaísmo al casamentero). En tercer lugar, la economía: más turismo para los EAU y mayor apertura para los inversores de Medio Oriente que busquen invertir en las dinámicas empresas emergentes de la Nación Start-up.

Por supuesto, esperamos que Bahrein sea el próximo, seguido de Omán y pronto (por favor Di-s), Arabia Saudita. Otra nación árabe en África está esperando entre bastidores. Pueden tomar la relación de mutuo beneficio entre Azerbaiyán, nación en un 96 por ciento musulmana, y el Estado judío, como un modelo posible a seguir.

En cuanto a la Autoridad Palestina y sus globalizados activistas antisemitas, por favor tomen nota: el tren de la paz ha abandonado la estación. Si no tienen las agallas para subirse a bordo, apártense y dejen que los palestinos que buscan la paz tomen el control.

El Rabino Abraham Cooper es Decano Asociado y Director de la Agenda de Acción Social Global en el Centro Simon Wiesenthal.

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