Mediante un anuncio del presidente de los Estados Unidos Donald Trump se conoció este jueves que el Estado de Israel y el gobierno de los Emiratos Árabes Unidos alcanzaron un acuerdo tendiente a establecer relaciones diplomáticas plenas.
El anuncio implica que Emiratos Árabes Unidos (UAE por sus siglas en inglés) se convertirá en el tercer estado árabe en reconocer el derecho a la existencia del Estado de Israel y en establecer un vínculo bilateral abierto y pleno.
Una vez más, los esfuerzos de la diplomacia norteamericana en la materia colaboraron a fortalecer la posición de Israel, que se encuentra hoy en la mejor situación estratégica desde su fundación hace 72 años. En 1978, en los acuerdos de Camp David, el entonces presidente Jimmy Carter había propiciado la paz entre Egipto e Israel, entonces gobernados por Anwar Sadat y Menagem Begin. En 1994, durante la administración Clinton, se había alcanzado el acuerdo de paz entre Israel y Jordania.
Los hechos demuestran que, si bien ha disminuido, la influencia norteamericana en Medio Oriente persiste como fundamental. El presidente Trump afirmó desde Washington que los Emiratos Árabes Unidos e Israel acordaron establecer relaciones diplomáticas plenas como parte de un acuerdo para detener la anexión de territorios palestinos y calificó el anuncio como un “enorme avance entre dos grandes amigos” de los Estados Unidos. En los hechos, la medida implica una importante victoria diplomática para el jefe de la Casa Blanca, a tres meses de las elecciones en las que se juega su permanencia en el poder y tiene lugar mientras enfrenta encuestas desfavorables.
En tanto, el anuncio constituye un contundente triunfo para la política exterior israelí y permitirá al primer ministro Benjamín Netanyahu poder realzar su rol como promotor de las mejores relaciones con los países árabes sunnitas quienes comparten con Israel un enemigo en común como es el régimen islamista de Irán. En efecto, el gobierno de los Ayatolas, surgido tras la revolución de 1979 que puso fin a la monarquía pro-occidental del Shah de Irán, resulta un enemigo tanto de Israel como de los estados árabes moderados de la región y su inquietante programa nuclear es visto como inaceptable tanto por unos como otros.
Netanyahu celebró desde Jerusalén que “se ha logrado una paz total y formal entre Israel y EAU, lo que significa la apertura de embajadas, vuelos directos y muchos más acuerdos bilaterales”. El anuncio implica en los hechos un respaldo importante para el premier israelí, quien enfrenta dificultades crecientes debido a un incremento en la protesta opositora a su extendido gobierno en medio de denuncias de corrupción en su contra, dado que refuerza sus principales fortalezas que se verifican en el plano de la política exterior.
El comunicado conjunto de Trump, Netanyahu y el príncipe heredero Mohammed bin Zayed Al Nahyan sostiene que “abrir lazos directos entre dos de las sociedades más dinámicas de Oriente Medio y la economía avanzada transformará la región al estimular el crecimiento económico, mejorar la innovación tecnológica y forjar relaciones más estrechas entre las personas”. En el mismo sentido se pronunció el secretario de Estado norteamericano Mike Pence, quien recordó que se trata de un logro alcanzado entre “dos de los estados más tecnológicamente avanzados del mundo, y refleja su visión regional compartida de una región económicamente integrada”. El jefe de la diplomacia norteamericana se esperanzó en que este paso “pueda ser el primero de una serie de acuerdos que terminen 72 años de hostilidades en la región”.
El acuerdo anunciado el jueves 13 implica un paso significativo en una política de acercamiento entre los estados árabes del Golfo Pérsico e Israel, una relación que se ha venido desplegando en forma discreta pero ininterrumpida en el pasado reciente. Dicho entendimiento tiene como punto de partida fundamental la enemistad común con Irán y sus pretensiones de imponer una hegemonía shiíta en Medio Oriente, una vocación en la que Teherán no ha dudado en emplear medios de toda naturaleza, incluyendo el accionar terrorista de Hezbollah, la promoción del islamismo extremista y el impulso a las acciones de Hamas en Gaza, que en los hechos constituyen un permanente hostigamiento a Israel y a Egipto. Una prueba de ello tuvo lugar pocos días atrás cuando los seis integrantes del Consejo de Cooperación del Golfo -Arabia Saudita, Bahrain, Emiratos Árabes Unidos, Kuwait, Oman y Qatar- llamaron conjuntamente a las Naciones Unidas a imponer un embargo de armas a Irán.
Por su parte, el liderazgo palestino rechazó el “sorpresivo” anuncio tripartito y lo calificó como un “insulto” a la causa árabe, un reconocimiento tácito de la ciudad sagrada de Jerusalén como capital israelí y como un “puñal por la espalda” para el pueblo palestino. Fawzi Barhoum, vocero del grupo militante Hamas, pidió a otras naciones árabes a no seguir los pasos de Emiratos Arabes Unidos. Hanan Ashrawi por su lado condenó el entendimiento entre israelíes y emiratíes aunque reconoció que en la práctica la medida era un reconocimiento público de una política que ya se venía manifestando de manera subterránea y que se ha venido desplegando a través de una creciente cooperación en materia de inteligencia y seguridad. A su vez, desde Irán se indicó que Abu Dhabi se había convertido en “servidor del sionismo”, tal como expresó el ex viceministro de Exteriores Hossein Amir-Abdollahian. En tanto, el 20 de mayo pasado, el líder supremo iraní, el Ayatola Alí Khamenei había acusado a EAU de “traición” por el hecho de haber permitido un vuelo comercial directo entre Dubai y Tel Aviv.
En los hechos, el acuerdo entre Israel y Emiratos Árabes Unidos implica un entendimiento entre dos firmes aliados de los Estados Unidos en Medio Oriente y una reafirmación de la tendencia histórica del conflicto en la región que está caracterizado, fundamentalmente, por el enfrentamiento ancestral entre sunnitas y shiítas y que en las presentes circunstancias se manifiesta en el rechazo que despiertan las pretensiones de hegemonía regional del régimen de Irán y en la necesidad de luchar contra el extremismo islámico.
El autor es especialista en relaciones internacionales. Sirvió como embajador argentino ante el Estado de Israel y Costa Rica.