Donald Trump ha recuperado la iniciativa en un mítin ayer en el conservador Estado de Oklahoma donde ganó en 2016 por más de 36 puntos. Durante dos horas de puro “show”, y con el doble objetivo de remontar en las encuestas y mostrar una gran vitalidad y energía (tras los insistentes rumores de la semana pasada sobre su estado de salud), Trump mostró todo su repertorio electoral: populismo de testosterona, bromas imprudentes y peligrosas sobre el COVID 19, ataques groseros a la prensa y desprecio profundo a los demócratas y a su candidato Joe Biden. En definitiva: división, provocación y manipulación.
El mítin celebrado en Tulsa (en el pabellón BOK, con capacidad para 19.000 personas) recibió mucho menos público del previsto, pero nada impidió la exhibición de Trump para deleite de sus fervientes seguidores. Durante dos horas, Trump hizo un ensayo general del ataque de lo que parece será su estrategia más recurrente: los demócratas se han doblado a la izquierda radical y no son suficientemente patriotas. Si ganan, el caos se apoderará de América, según el mandatario.
Hubo un gran momento. “Nosotros nunca hincaremos la rodilla en el suelo durante el himno nacional o ante nuestra gran bandera”, arengó. Hincar una rodilla en el suelo es un gesto protagonizado en 2016 por Colin Kaepernick, exjugador de la liga profesional de fútbol americano (NFL), para protestar contra la violencia policial contra las minorías mientras sonaba el himno estadounidense antes de iniciar un partido. “No voy a levantarme y mostrar orgullo por la bandera de un país que oprime a la gente negra y a la gente de color. Para mí esto es algo más que fútbol y sería egoísta por mi parte mirar hacia otro lado”, afirmó.
Un gesto con unos poderosos antecedentes simbólicos como sucedió en 1965, cuando Martin Luther King se arrodilló durante un rezo frente al Palacio de Justicia del condado de Dallas, en Alabama, después de que un grupo de manifestantes fueron arrestados durante una marcha al tribunal para pedir el derecho al voto de los afroamericanos.
Pero a Trump, lo que realmente le interesa, es asociar la idea de hincar la rodilla a la rendición y claudicación de los demócratas frente a los alborotadores. Hace muy pocos días, poco antes de presentar un paquete legislativo de reformas policiales, una docena de dirigentes demócratas de la Cámara de Representantes y del Estado, con la poderosa Nancy Pelosi al frente, se reunieron en el Salón de Emancipación del Capitolio de los Estados Unidos para arrodillarse en silencio durante 8 largos minutos y 46 segundos en la memoria de George Floyd que sufrió ese mismo tiempo de larga agonía.
Los demócratas, con este gesto de respeto y empatía buscaban conectar con las protestas y manifestaciones que han sacudido Estados Unidos en las últimas semanas y ofrecer una vía para canalizar la rabia y el cansancio frente a la discriminación y la violencia policial contra los afroamericanos: el voto en las próximas elecciones presidenciales de noviembre.
Hincar la rodilla como gesto de protesta, respeto y solidaridad se ha convertido en un icono global más allá del deporte. Lo realizaron los jugadores del Liverpool durante un entrenamiento, así como los 22 titulares del Borussia Dortmund que se arrodillaron junto al círculo central poco antes de un partido, mientras los jugadores del Bayern lucían brazaletes negros con la frase ‘Black Lives Matter’ sobreimpresa en sus crespones. También lo han escenificado políticos como el alcalde de Los Ángeles, Eric Garcetti; el candidato demócrata a la presidencia, Joe Biden; o el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau.
En 2017, Trump ya había criticado la acción de Kaepernick y a la NFL por no prohibir lo que consideraba “una total falta de respeto”. Incluso llegó a pedir que se despidiera a todos los jugadores que se arrodillan cuando suena el himno y fue la mano invisible que truncó la carrera deportiva de Kaepernick. Ahora, el republicano vuelve a la carga con uno de sus grandes temas: el orgullo nacional y contrapone, intencionadamente, derechos garantizados por la Constitución norteamericana al patriotismo que cualquier candidato presidencial debe exhibir, promover y defender. Se viene una campaña electoral en clave patriótica. Los demócratas creen que el fracaso sanitario y social en la pandemia pasará factura a Trump. Pero podrían equivocarse, de nuevo, si no entienden las emociones de una parte significativa de los electores.
Trump, enardecido, recreando el clima de combate que tanto le favorece, dijo nada más comenzar el discurso en Oklahoma: “¡Empezamos nuestra campaña! Sois unos guerreros, hay gente mala ahí fuera, pero sois unos guerreros” e insufló optimismo para justificar las gradas parcialmente vacías: “La mayoría silenciosa es mayor que nunca”, aseguró. Trump no se rinde y está dispuesto a utilizar el populismo patriótico, replicando la fórmula electoral de “ley y orden” con la que Richard Nixon ganó las elecciones en 1968.
*El autor de este artículo es asesor de comunicación
@antonigr