Si bien los conceptos de biopolítica y biopoder fueron sistematizados por el filósofo francés Michel Foucault, ambos saberes, al igual que el de la geopolítica, tuvieron al sociólogo sueco Rudolph Kjellen como su gran iniciador a principios del siglo XX. Las ideas de ambos pensadores navegan hoy por las turbias aguas globales de la pandemia derivada del coronavirus.
Foucault nació en la ciudad de Poitiers en 1926 y falleció víctima del virus HIV en 1984. Educado en un colegio jesuita, durante sus estudios universitarios de filosofía y sociología fue alumno de Louis Althusser y de Maurice Merleau-Ponty.
A principios de los años 70, Foucault profundizó sus estudios sobre el desarrollo de la medicina en relación al desarrollo del aparato estatal, tomando como eje de su análisis el saber médico del siglo XVIII.
Destaca que en esa época había cuatro procesos que caracterizan a la medicina. En primer lugar, la aparición de una autoridad médica que puede tomar decisiones relativas a una ciudad, un barrio, una institución y un reglamento. Luego, la aparición de un campo de intervención de la medicina distinto de las enfermedades: el aire, el agua y las construcciones. A continuación, menciona al hospital como aparato de medicalización colectiva. Y finalmente, la introducción de mecanismos de administración médica: registro de datos, comparación y establecimiento de estadísticas.
Fue el autor griego Tucídides en el año 430 a.c. quien, a pesar de no haber empleado explícitamente el término “epidemia”, escribe sobre la plaga que azotó a la ciudad de Atenas, afectando a gran parte de su población.
Focuault señala que desde fines de la Edad Media existía no sólo en Francia sino en todos los países europeos un “reglamento de urgencia” que debía ser aplicado cuando la peste una enfermedad epidémica, violenta, aparecía en la ciudad.
Todas las personas debían permanecer en casa para ser localizadas en un lugar único. Cada familia en su hogar y, de ser posible, cada persona en su propio aposento. Nadie se debía mover.
La ciudad debía dividirse en barrios a cargo de una autoridad especialmente designada. De este jefe de distrito dependían los inspectores que debían recorrer las calles durante el día o permanecer en sus extremos para verificar si alguien salía de su vivienda. Se trataba de un sistema de vigilancia generalizada que dividía y controlaba el espacio urbano.
Estos vigilantes de calle o de barrio debían presentar todos los días un informe detallado al alcalde de la ciudad. Se procedía a la desinfección casa por casa, con la ayuda de perfumes e inciensos.
La medicina pasó de tener como objetivo analizar los sectores de hacinamiento y de peligro, al control de la circulación de los individuos, como así también del agua y del aire.
Según Foucalt, en el siglo XIX abundaba la literatura sobre la salud familiar, especialmente desarrollaba sobre el concepto de limpieza como requisito para gozar de una buena salud, y también como garantía básica para el trabajo social y la producción.
La Academia de Medicina de Francia se fundó en 1820. Para Foucault esta institución no nació de una epidemia sino de una epizootia (centenares de muertes en rebaños del sur del país), lo que demuestra que los problemas económicos fueron los que motivaron el comienzo de la organización de la medicina.
Por su parte, los antecedentes del Reglamento Sanitario Internacional tienen su origen en la primera Conferencia Sanitaria Internacional de París, celebrada en 1851, se discutió en ella sobre cómo lidiar con tres enfermedades de propagación internacional: el cólera, la plaga y la fiebre amarilla.
Foucault considera que a partir del plan de salud y bienestar social creado por el político laborista inglés William Beveridge en 1942, la salud entra en el campo de la macroeconomía. Este sistema se basa en el acceso universal a la sanidad, y en que todo servicio médico está directamente gestionado por el gobierno. En este sentido, el primer instrumento internacional que contempla la obligación frente al derecho a la salud es la Constitución de la Organización Mundial de la Salud de 1946. Su creación precede incluso a la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que fue aprobada en 1948.
Para la historia del cuerpo humano en el mundo occidental moderno deberían seleccionarse los años entre 1940 y 1950 como fechas de referencia que marcan el nacimiento de este nuevo derecho, esta nueva moral, esta nueva política y esta nueva economía del cuerpo. Fue un gran hito en el desarrollo del estado de bienestar de la posguerra. Según Foucault, a mediados de la década del 70 “la medicina está dotada de un poder autoritario con funciones normalizadoras que van más allá de la existencia de las enfermedades y de la demanda del enfermo”.
El campo de la salud pública no es ajeno al impacto de la globalización ni a las emergencias sanitarias en general y a las pandemias en particular. Ambos flagelos afectan en profundidad garantías y derechos contemplados en la Constitución Nacional.
Quien estableció esta disyuntiva tan debatida en estos días, y seguramente lo será en breve en los tribunales de justicia, fue el filósofo y economista inglés, John Stuart Mill. Así lo escribió: “El único propósito por el cual el poder puede ser correctamente ejercido sobre cualquier miembro de una comunidad civilizada, en contra de su voluntad, es prevenir el daño a otros. Su propio bien, sea físico o moral, no es garantía suficiente... La única parte de la conducta de alguien por la cual es responsable ante la sociedad es la que concierne a otros. En la parte que simplemente le concierne a sí mismo, su independencia es, de derecho, absoluta. Sobre sí mismo, sobre su propio cuerpo y mente, el individuo es soberano.