Podemos decir que el último ciclo de crecimiento económico en la región ayudó a fortalecer la institucionalidad democrática de los países de América Latina. La discusión pasó por sí pudo haber sido mejor aprovechado o no, pero lo cierto es que se avanzó. Hoy la Era Covid-19 pone todo en entredicho. A la crisis sanitaria le seguirá la crisis económica, para seguir luego con la crisis política. Este es el nuevo súper ciclo que viene. América Latina siempre ha sido un lugar propicio para la emergencia de liderazgos autoritarios en contextos de emergencia. Aquí no hay nada nuevo lamentablemente.
Kevin Casas, el titular de IDEA Internacional, es una de esas personas que tiene una mirada regional, que sabe cómo impactarán estas olas en el continente americano. En una reciente conferencia que brindó para la ONG Transparencia Electoral de América Latina se mostró muy preocupado acerca de la posibilidad de que la nueva normalidad sean los Estados de excepción. El filósofo Giorgio Agamben describió con detalle este living room en el que se ubica la indeterminación entre democracia y absolutismo.
Abundan ahora los relatos gubernamentales que llaman a una guerra contra un “enemigo invisible”, discursos que instan a una unidad total, sin disidencias, en donde cualquiera que no comparta la implementación en la que se estructura esta “lucha” pasa a ser un colaboracionista de este enemigo invisible. En definitiva, cuestionar los recursos de aplicación de ese Estado de excepción lo convierten a uno en un enemigo en el marco de una suerte de “guerra civil legal” para usar palabras del intelectual italiano mencionado. Esta es la nueva base conceptual de los totalitarismos modernos, por eso hay que estar atentos a los giros autoritarios que le seguirán a la crisis sanitaria, que es tan solo primera ola de tres.
Las elecciones con integridad sufrirán el impacto de este nuevo contexto. Hemos visto cómo más de 50 elecciones se han reprogramado en el mundo. Muchas de estas reprogramaciones han intensificado la conflictividad política y, como si fuera poco, puede que lleven a crisis constitucionales también. Dos elementos pueden afectar los procesos electorales venideros: bajo pretexto de ataque a las fake news puede estructurarse un discurso único oficial que cercene la libertad de opinión o de prensa en el sistema de medios o inclusive en las redes sociales. El segundo elemento se relaciona con el desmantelamiento de la competitividad electoral, que de acuerdo con las distintas intensidades con la que se aplique ese Estado de excepción puede ir desde un marcado debilitamiento a una eliminación total de ella. En definitiva, algunos gobiernos aprovecharán para tener más poder en detrimento del poder de los ciudadanos, y por ende de los partidos políticos de la oposición que representen o tengan la pretensión de representar a estos ciudadanos. Esto ya es una preocupación mundial. Hasta la prestigiosa Fundación Kofi Annan lo ha dejado documentado en un reciente informe que entre otras consideraciones dice que “la democracia no debe convertirse en la víctima silenciosa de la pandemia de coronavirus” e insta a los gobiernos de todo el mundo a implementar decisiones que reflejen los principios democráticos y constitucionales. En definitiva, que respeten los derechos fundamentales de sus ciudadanos.
Lo peor que le podría pasar a nuestro continente es que el nuevo paradigma de gobierno sea una suerte de neo dictadura constitucional y esto es posible dado que no existe ninguna salvaguarda institucional capaz de garantizar que los poderes de emergencia sean efectivamente usados con el objeto de defensa la Constitución. Esta es la paradoja central.
Aquí se ubica la advertencia que hace Casas: la crisis muestra la fragilidad de las instituciones democráticas. Algunas consecuencias se advierten ahora y otras lo harán más adelante.
Sin embargo, no todos los gobiernos están obligados a abrazarse a una solución autoritaria. En tal caso, el reto es mejorar la capacidad de los estados democráticos. Corea del Sur realizó sus elecciones en este difícil contexto instrumentando medidas innovadoras que hasta mejoraron notoriamente los niveles de participación y por ende de competitividad electoral.
Quizá nos encontremos ante una nueva oportunidad, plantea el costarricense Casas, y al mencionar a su país dijo que los índices de apoyo a la democracia crecieron positivamente en la Era Covid-19. Quizá se pueda reconfigurar la relación entre sociedad, Estado y mercado. ¿Qué instituciones serán las capaces de generar este dialogo?, se pregunta el ex vicepresidente de Costa Rica. Quizá nuevas Constituciones y nuevos pactos sociales y fiscales podrán dar lugar a modelos más incluyentes. Pero cuidado, la opción a este tipo de pactos democráticos es la oscuridad, la imposición, la violencia y el autoritarismo.
Es crucial, entonces, defender la gobernabilidad democrática. Es posible combatir esta emergencia con efectividad y al mismo tiempo hacerlo desde un marco democrático sólido. Su contracara es el peligro Estado de excepción, que no es otra cosa que hacer legal lo que no puede tener nunca una forma legal.
Atravesamos ahora una nueva pandemia. No es la primera ni será la última en la historia de la humanidad. Pero atención ante los oportunistas de siempre, porque, como lo advirtió Hannah Arendt, existe un “virus específicamente totalitario” que hace que las personas se olviden fácilmente de esos liderazgos autoritarios que a lo largo de la historia sembraron el odio, la división y la tragedia, que embarcaron a sus sociedades en guerras externas o guerras internas fratricidas innecesarias, haciendo añicos las libertades y cualquier esperanza de un mundo mejor.
El autor es director ejecutivo de Transparencia Electoral