El papa Francisco y la reconstrucción del mundo post-pandemia

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El papa Francisco
El papa Francisco

El paradigma fundacional del cristianismo

Dice el Papa Francisco: “Cada vez que intentemos volver a la fuente y recuperar la frescura original del Evangelio, brotan nuevos caminos, métodos creativos, otras formas de expresión, signos más elocuentes, palabras cargadas de renovado significado para el mundo actual” (EG 11).

Estas palabras nos conducen al origen, al Dios trino y en especial a Jesús de Nazaret, paradigma fundacional del cristianismo. El cristianismo que se sacudió de muchos de los agregados dogmáticos y de conductas ajenas al cristianismo originario retornó a sus fuentes. Lo hizo a partir del Concilio Vaticano II y es continuado por el actual magisterio de Jorge Mario Bergoglio. Hay que volver a él.

Jesús y una opción que nos inmuniza

El nuevo paradigma -como Jesucristo- opta por los pobres y se compromete en su liberación. Liberación que se inicia en este mundo contra toda forma de esclavitud y explotación para salir de la marginación y la pobreza. El individualismo egoísta contamina a la humanidad. El amor libera.

Como lo señalamos en nuestra nota anterior, el nuevo paradigma es ecológico; lejos del exacerbado antropocentrismo según el cual el hombre ha sido el centro del universo, donde todo ha girado alrededor de él y donde él se sintió llamado a dominar al resto de los seres y a toda la naturaleza. La ecología integral nos enseña -como lo dice el Santo Padre en Laudato si’- que “todo está relacionado y todos los seres humanos estamos juntos como hermanos y hermanas… por el amor que Dios tiene a cada una de sus criaturas...que nos une también..al hermano sol, a la hermana luna, al hermano río y a la madre tierra” (Nro. 92 L.S.). Todos los seres están conectados y el hombre es un ser en relación y es sol, es luna, es agua y “es tierra que camina”.

Francisco y los dos virus

El Santo Padre advirtió sobre el "riesgo" de superar la pandemia y recaer en "un virus todavía peor… el del egoísmo indiferente" (homilía 19/4/2020 en la Divina Misericordia).

"Mientras pensamos en una lenta y ardua recuperación de la pandemia, se insinúa este peligro: olvidar al que se quedó atrás" (sea “descartado” por el hombre o “descartado” por la pandemia), dijo Francisco.

El mundo después de la pandemia

Podemos pensar con la difusión de la sanidad pública. Lavarse las manos. Distancia social. Quedarse en casa. Así también lo recomienda uno de los gurúes de la modernidad como Yuval Noah Harari, historiador israelí en nota del Financial Times, “The world after coronavirus”.

Más preocupado por el posible avance de los totalitarismos que por las víctimas del Covid-19, sostiene que hay que “lavarse las manos”. También que en el futuro debería regir -dice -“el control personal de la salud de cada uno, monitorear mi temperatura corporal y presión arterial, la comunicación a distancia y la educación online…”. Relaciones cibernéticas, resguardando la libertad.

“Si yo pudiera controlar mi estado clínico las 24 horas del día -dice- podría saber si me he convertido en un riesgo para los demás…evitando ser controlado por el Estado...”.

Nosotros nos preguntamos: ¿de qué se quiere lavar las manos?

Cuando en el tiempo del Silicon Valley los algoritmos llegan tarde

El citado gurú parece olvidar que -de seguir rodando el mundo así- la mayor parte de la población mundial no tiene y en su vida no podrá tener acceso a un examen de salud. Que el lavado de manos no es posible para más de 2000 millones de personas que carecen de servicios básicos de agua y saneamiento. Que hay 826 millones de estudiantes, según la Unesco, sin acceso a una computadora y un 43% (706 millones), no tienen conectividad en sus hogares. Que más de un centenar de gobiernos no logran repartir equitativamente la torta, ni erradicar el hambre. Que muchos medios y redes ignorantes de la “ecología de la información” no hacen sino manipular datos. Que la ciencia está al servicio de los mercados y estos al servicio de los poderosos que no controlan a los ciudadanos pero si a los consumidores. Que las dolencias infecciosas como el VIH, la tuberculosis, la hepatitis viral, la malaria, las enfermedades tropicales desatendidas y las infecciones de transmisión sexual matarán este año en el mundo unos 4 millones de personas.

Y volviendo al Covid-19, que hay 3.300.000 infectados y 250.000 muertos en seis meses sin contar los no registrados de África, parte de Asia y América Latina, pero en honor a la verdad hay que decir que este virus no discrimina.

Otra vez “la realidad es superior a la idea”. Los datos son la mejor demostración empírica de la inutilidad de los algoritmos a la hora de afrontar los graves problemas que tiene la trágica vida de muchos pueblos sobre el planeta, cuando no se los utiliza para prevenir sino en la construcción de armas espectaculares para la guerra.

“Sin una visión de conjunto nadie tendrá futuro”

En la homilía el Papa advirtió:

“El riesgo es que nos golpee un virus todavía peor, el del egoísmo indiferente, que se transmite al pensar que la vida mejora si me va mejor a mí, que todo irá bien si me va bien a mí… Espero que lo que está pasando nos sacuda por dentro”, dijo Francisco.

"Es tiempo de eliminar las desigualdades, de reparar la injusticia que mina de raíz la salud de toda la humanidad", convocó y llamó a aprender de la primera comunidad cristiana en la que "los creyentes vivían todos unidos y tenían todo en común; vendían posesiones y bienes y los repartían entre todos, según la necesidad de cada uno".

“Porque sin una visión de conjunto nadie tendrá futuro”.

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