Rehaciendo el orden internacional

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En un reciente artículo publicado en Infobae, el embajador Mariano Caucino hacía un semblanza del Club de Roma, creado gracias a la iniciativa de Aurelio Peccei y de Alexander King. Recordaba en ese artículo la publicación que en 1972 hiciera el Club, sobre la base del estudio del Massachussets Institute of Technology, “Los límites del crecimiento", que fuera dirigido por Donella Meadows.

La tesis central del trabajo señalaba que, entre los años 2008 y 2020 el mundo alcanzaría un nivel de producción de bienes y servicios máximo y que llegaría al tope de las capacidades materiales y disponibilidad de recursos naturales. Límite que haría imposible el crecimiento, llevándolo a cero.

El informe en cuestión fue cuestionado política y científicamente. Desde el punto de vista político se le objetaba la distinción entre un mundo desarrollado y otro, subdesarrollado o en desarrollo, que vería coartada su posibilidad de crecimiento. Se sostuvo, entonces, que protegía el nivel alcanzado por el primero y resignaba las pretensiones de crecimiento de los segundos. Se abría una confrontación “Norte-Sur”.

Desde el punto de vista científico, el esquema que propiciaba era considerado “simplista”y poco académico.

Bajo esas circunstancias, la Fundación RIO (Reshapping the International Order) elaboró un nuevo informe para el Club, que fue elaborado bajo la dirección del Premio Nobel Jan Tinbergen, y que contó con la colaboración de veinte científicos de primer nivel y el apoyo de cerca de 350 instituciones de todo el mundo. Entre esas instituciones se incluyó a la Fundación Bariloche, de gran prestigio académico y que incluía a personalidades como Carlos Mallmann, Amilcar Herrera, Jorge Sábato y Manuel Mora y Araujo.

El informe en cuestión, que fue publicado en 1976 con el nombre de la Fundación, Reshapping the International Order, no se basaba en un nuevo modelo de la economía o sociedad mundial, lo que lo diferenciaba de trabajos previos del Club de Roma.

Fue presentado como una “contribución al diálogo” sobre un nuevo orden mundial, tema de los sexto y séptimo períodos extraordinarios de la Asamblea General de las Naciones Unidas.

El informe en cuestión es un documento preparado por expertos en cooperación internacional. Además de su evidente carácter político, su énfasis estaba puesto en la base técnica y científica de un orden internacional con el propósito de servir al bienestar mundial.

El informe incluye cuatro partes. La primera se refiere a “La necesidad de un nuevo orden internacional y las principales áreas problemáticas”, y la segunda planteaba “La arquitectura del nuevo orden internacional: iniciar y dirigir el proceso de cambio planificado”.

“Propuestas de acción” –su tercera parte- enumera las principales propuestas y recomendaciones surgidas de los grupos de trabajo en diez áreas principales, mientras que la última parte, la cuarta, contiene los informes de los grupos de trabajo y la base para las discusiones de las reuniones plenarias.

En la primera parte, el informe identifica las áreas problemáticas principales: la carrera de armamentos, la población versus la escasez de comida, asentamientos humanos y otros problemas fundamentales, el colapso del sistema monetario, los sistemas de comercio y ayuda, la creciente conciencia de las futuras escaseces en energía y minerales, el desarrollo y la transferencia de tecnología, las empresas transnacionales, la situación cambiante de los océanos y el uso del espacio exterior. Su énfasis estaba puesto en marcar el aumento considerable de la interdependencia en todo el planeta.

La segunda parte es un conjunto coherente de conceptos y tesis de los cuales derivar un orden mundial óptimo para lograr un objetivo máximo de bienestar de la población mundial, tanto presente como futura, como “una vida de dignidad y bienestar para todos”, mediante la equidad, la máxima libertad compatible con otros componentes, la democracia y participación, la solidaridad,la diversidad cultural y la integridad ambiental.

Entre otros rubros que postula el informe, se enumera la erradicación de la pobreza, una distribución equitativa del empleo y los ingresos, así como los roles que deben desempeñar los propios países en desarrollo. Debido a la interdependencia debemos reinterpretar, dice el informe, el concepto de soberanía nacional.

Muchos otros temas estudiados en el informe mantienen una rigurosa actualidad y con toda seguridad debieran ser parte de nuestra preocupación permanente.

Kurt Waldheim, entonces secretario general de las Nacionas Unidas, sostiene en la introducción al informe que “un nuevo orden internacional es esencial si las relaciones entre naciones ricas y naciones pobres deben transformarse en una sociedad mutuamente beneficiosa. De otra manera, la distancia existente entre grupos de naciones se presentará como una amenaza a la paz internacional y la seguridad”.

En estos momentos, donde la humanidad entera se encuentra amenazada por una pandemia que nos obliga a actuar en conjunto, es totalmente pertinente el recuerdo traído por Caucino, uno de nuestros mejores estudiosos de la política internacional, ya que seguiremos atados en la búsqueda de una solución conjunta.

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