El deporte fue una de las primeras bajas de la pandemia. La primera quincena de marzo, se suspendió la Premier League, la Liga de España, el Brasilerao, la NBA y el baseball en Estados Unidos, la Champions League y la Copa Libertadores. El 17 de marzo se canceló el campeonato de la AFA en la Argentina.
En varios países del mundo, estamos todos en casa por las medidas de cuarentena, con mucho tiempo libre, y solo partidos viejos para ver. Esta interrupción -por tiempo indefinido- subraya tanto el lugar que el deporte tiene en nuestras vidas, como la relación entre partidos, medios y tecnología.
¿Cuánto deporte consumíamos antes? En América Latina, 72% de los encuestados miró fútbol online o en la televisión en 2019, según un informe de Global Web Index. Tanto fanáticos como hinchas ocasionales usamos el celular ver un resumen de los goles, o chequear las posiciones de nuestro equipo en la tabla. En Twitter comentamos jugadas o insultamos árbitros, y en Instagram seguimos las vidas de ídolos deportivos como Messi o Ronaldo.
No solo extrañamos los partidos, si no también todo lo que rodea al juego en sí: las declaraciones de deportistas, los comentaristas, la polémica. Seguíamos esos intercambio a través de nuestros dispositivos. Ahora solo podemos ver repeticiones de partidos viejos, y alegrarnos o amargarnos por resultados que ya conocemos.
La pausa en las competencias y la menor información sobre deportes ponen de relieve el creciente rol que la tecnología tiene tanto en la práctica del deporte como en la comunicación social al respecto.
La tecnología no solo está relacionada con cómo los espectadores siguen los torneos, sino también con cómo se juega y cómo se arbitra. Esto se ve en el equipamiento de los atletas, como bicicletas, trajes de natación, o calzado, y en los dispositivos usados por los árbitros, como el VAR en fútbol y el Eagle Eye en tenis.
Ambas instancias de la relación entre deportes y tecnología, así como también en los niveles de inversión pública y privada en distintos deportes, ponen en cuestión los ideales de la equidad y el fair play que a menudo enmarcan las expectativas de deportistas, referís, hinchas, y espectadores.
La relación entre deporte y tecnología no es nueva. Rayvon Fouché, profesor de Purdue University en Estados Unidos, narra en su libro Game Changer: The Technoscientific Revolution in Sports (Cambio de Reglas: La Revolución Tecnocientífica en el Deporte) que la tecnociencia fue crucial para que Alemania ganara la final del mundial contra Hungría en 1954. En el entretiempo empezó a llover, y los jugadores alemanes tenían una ventaja crucial: botines Adidas que les permitían cambiar los tapones por otros más largos. El equipo de Hungría, uno de los mejores de ese campeonato, comandado por el mítico Puskás, nada pudo hacer contra la tecnología alemana, y terminó perdiendo 2 a 3.
Desde la década del 60, argumenta Fouché, el impacto de la tecnociencia en el deporte se hizo más evidente, poniendo en cuestión la imagen de las competencias como “justas y meritocráticas”. Consultado por Infobae, este historiador explica: “El deporte consiste en adquirir y mantener la mayor ventaja competitiva posible a través de medios legales o ilegales. Esta realidad ha estado oculta detrás de narrativas heroicas que respaldan la creencia de que las victorias son obtenidas por los atletas a través de su esfuerzo y trabajo duro. Sin embargo, cuando queda claro que la tecnociencia está proporcionando una ventaja aparentemente injusta a un atleta, se hace difícil mantener este ideal meritocrático”.
Fouché da como ejemplo otro caso en el que la tecnología en el equipamiento usado por los deportistas creó sospechas sobre su performance. Eliud Kipchoge en 2019 se convirtió en la primera persona en correr una maratón en menos de dos horas. Fouché explica que “la grandeza de esta hazaña se cuestionó porque [Kipchoge] usaba una versión personalizada del calzado Nike Air Zoom Alphafly NEXT%, que ha demostrado ser una herramienta poderosa que permite a los atletas correr mucho más rápido”.
El uso de la tecnología también ha estado vinculado con cambios en cómo se arbitran las disputas en distintas competencias deportivas. En 2019, la polémica por dos goles anulados en la semifinal entre Boca y River en la Copa Libertadores pusieron en el centro de la discusión al VAR (Video Assistant Referee, Arbitro Asistente de Video). Harry Collins, profesor de la Universidad de Cardiff, en Gales, e hincha del Liverpool, analiza el conflicto entre uso de tecnología y los árbitros en su libro Bad call: Technology’s Attack on Referees and Umpires and How to Fix It (Pifie: El Ataque de la Tecnología a los Árbitros y Cómo Solucionarlo).
En diálogo con Infobae, Collins propone que los problemas surgen porque “la gente cree que las mediciones son exactas, mientras los científicos e ingenieros saben que siempre hay errores. (…) El resultado es una inconsistencia muy frustrante sobre decisiones como ‘mano’ o ‘penal’. Lamentablemente, no hay nadie que tenga poder [en las asociaciones de fútbol] e interés en explicar la diferencia entre justicia y precisión”.
Collins agrega: “Creo que las autoridades deportivas no entienden bien de qué se trata arbitrar un partido de fútbol: es una cuestión de experticia en tiempo real, no de precisión en la medición. El VAR parece estar paralizando a los árbitros”.
Los cambios tecnológicos también han incidido cómo se comunica sobre el deporte. Brenda Elsey, profesora de historia en Hofstra University, en Nueva York, es co-autora de Futbolera: A History of Women and Sports in Latin America (Futbolera: Una historia de la mujer y el deporte en América Latina).
Entrevistada para esta nota, Elsey relata que “la relación entre los medios y las instituciones de fútbol siempre ha sido muy cercana”. La cercanía permitió a los medios retratar al fútbol masculino como “más significativo para las comunidades, para la identidad nacional, con una tradición histórica", mientras que el problema del fútbol femenino es que “simplemente necesita construir un mercado”. Esta diferenciación, agrega Elsey, “ignora la gran cantidad de inversión estatal en el fútbol masculino, ya sea en clubes o estadios”.
En los últimos tiempos, prosigue Elsey, “las redes sociales han facilitado a los hinchas mantenerse al día con el fútbol femenino, formar comunidades distantes entre sí y atraer nuevos fanáticos al juego”. Sin embargo, esta especialista aclara que las redes también pueden tener un impacto negativo, y da como ejemplos la presión a las deportistas para “tener el look indicado, ‘sexy’,” y las agresiones y amenazas de muerte que recibió la futbolista Macarena Sánchez cuando demandó a su club.
¿Qué podrían hacer deportistas, árbitros, autoridades e hinchas de diversos deportes para revertir las inequidades causadas por la tecnología en la práctica, el arbitraje y la comunicación del deporte?
Fouché recomienda que atletas y entrenadores “piensen profundamente sobre qué puede aportar la tecnociencia al rendimiento para comprender que los deportes no son solo una actividad atlética”, y aunque deportistas, instituciones y fanáticos “están interesados en que exista una buena competencia, eso no siempre significa justa o equitativa”.
Collins, seguidor del fútbol inglés, cuenta que las decisiones controvertidas tomadas a partir del VAR causaron una revuelta de hinchas de la Premier League que “amenaza con cancelar [el VAR] por completo, lo que sería una tragedia”. En su paper This is not a penalty! What’s gone wrong with technology and football in the age of VAR? (¡Esto no es penal! ¿Qué salió mal con la tecnología y el fútbol en la era del VAR?), propone mostrar la repetición de video de jugadas controvertidas solo en pantallas en la cancha.
Este sociólogo de ciencia y tecnología explica: “Me parece muy simple solucionar todos estos problemas con el VAR; solo hay que devolverle la autoridad al árbitro en la cancha, pero con la ayuda adicional de pantallas gigantes en los estadios mostrando repeticiones. Toda la tecnología existente podría permanecer, pero sin las mediciones espurias, solo un breve vistazo de algunas repeticiones ofrecidas al árbitro y al público.”
Elsey destaca la necesidad de luchar contra la desigualdad en el tratamiento de hombres y mujeres futbolistas, y cree que “los directores de los clubes, los organismos de internacionales y las asociaciones nacionales de deportes deberían crear mejores condiciones para las atletas”.
Agrega que este pedido también “es válido para los hombres jóvenes en las inferiores de los clubes, ya que la explotación de los niños es parte del mismo sistema que enfrentan las niñas”. Y cierra con un interrogante: “El fútbol femenino no debería imitar todo lo que hace el fútbol masculino, así que la pregunta que todos debemos hacernos es ¿qué tipo de fútbol esperamos tener? ¿Cuál es su función social?”.
El uso de la tecnología influye en cómo se juega, se arbitra y se comunica el deporte. Todas las partes involucradas pueden trabajar para que la tecnología no funcione como herramienta de inequidad entre equipos chicos y grandes, entre mujeres y varones, y entre atletas pobres y millonarios.