La responsabilidad de China, bajo la lupa

Guardar
Foto de archivo de personas con mascarillas pasando por una calle junto a un retrato del presidente chino Xi Jinping mientras el país se ve afectado por un brote del nuevo coronavirus en Shanghai. 10 de febrero de 2020. REUTERS/Aly Song
Foto de archivo de personas con mascarillas pasando por una calle junto a un retrato del presidente chino Xi Jinping mientras el país se ve afectado por un brote del nuevo coronavirus en Shanghai. 10 de febrero de 2020. REUTERS/Aly Song

No es fácil decir algo bueno de Donald Trump. Su personalidad vanidosa y soberbia lo exime de todo comentario positivo en especial durante un año electoral donde está en juego su reelección y la continuidad de su política America First, pero corresponde resaltar algunos aspectos de las decisiones tomadas con relación a la pandemia del coronavirus que en su momento fueron duramente desmerecidas. La pandemia comenzó en China el 17 de noviembre según los servicios de informaciones de Taiwán y en diciembre según las autoridades chinas. La OMS recién envió una misión integrada por 25 expertos del 16 al 24 de febrero que utilizaron su tiempo para transcribir las informaciones y conclusiones provistas por los anfitriones.

El informe publicado el día 28, que contiene múltiples elogios a la política de contención implementada por el Gobierno de China, advierte sobre la gravedad del virus. El informe no hace ninguna referencia a un trabajo de campo y laboratorio independiente. Habían pasado ya dos meses o tres desde la aparición del primer caso. El informe indica en su página 18: “El retorno rápido de China a una conexión con el mundo es vital para China y para el mundo. Es necesario evaluar cualquier restricción de viajes/comercio desde y hacia China que van más allá de las recomendaciones del Comité de Emergencia IHR sobre el coronavirus”.

El 31 de enero el presidente Trump prohibió el ingreso de extranjeros no-residentes que hubieran estado en China en los últimos 14 días. El CDC determinó que los ciudadanos que procedentes de Wuhan debían permanecer en cuarentena obligatoria por 14 días y aquellos provenientes de otras zonas, después de un examen, tendrían que recluirse en cuarentena voluntaria por el mismo lapso. El primer caso importado de Wuhan apareció en los Estados Unidos el 24 de enero; el 31 la pareja fue diagnosticada positivo y fue también en primer contagio por contacto comunitario. Esta medida provocó una caída del 90% en las llegadas de pasajeros desde China. El 11 de marzo Trump suspendió los vuelos desde los países europeos adheridos a Schenguen aduciendo que no habían tomado las medidas necesarias para detener el arribo de pasajeros portadores convirtiéndolos en un epicentro de trasmisión. Las dos medidas restrictivas fueron consideradas desproporcionadas tanto por China como la Unión Europea. El director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, declaró: “Reiteramos a todos los países no imponer restricciones inconsistentes con las regulaciones Internacionales”. La UE y la OMS mostraron su solidaridad con China.

El informe de la OMS reveló la gravedad de la situación en China y recomendó el aislamiento y el testeo para evitar la propagación. El testeo fue considerado prioritario para individualizar y aislar a los portadores asintomáticos. En el tiempo transcurrido desde la primera comunicación, la OMS fue con “prudencia” como corresponde a una organización internacional levantando el nivel de advertencia. El director Tedros optó recién el 11 de marzo por la palabra pandemia bajo la consideración de que los casos fuera de China se habían multiplicado por 13 en dos semanas.

La publicación The Atlantic de los Estados Unidos contiene una larga lista de las inconsistencias de la Casa Blanca para adoptar medidas drásticas de contención dejándolas a consideración de los Estados. Incluso las restricciones de los viajes son cuestionadas por insuficientes al no someter a los nacionales a un estricto testeo y posterior seguimiento. Los organismos CDC y FDA tampoco actuaron con premura para sortear las trabas burocráticas, facilitar los exámenes y la aprobación expedita de nuevos modelos de kits y respiradores. La institucionalización que actúa como precautoria ante los posibles abusos de las empresas de equipos médicos se convirtió en una traba para facilitar el conocimiento de la penetración del coronavirus en el país.

Al momento actual China supera los 80.000 casos con una mortalidad de 3,96% y los Estados Unidos 68.489 con una tasa de 1,4%. Las medidas de restricción de viajes podrían explicar la diferencia entre uno y otro país, pero también habría que incluir en el análisis las demoras por razones políticas tanto en China como en la OMS para revelar el drama que la crisis sanitaria provocaría sobre todo el mundo. Los tres meses entre el reconocimiento del primer caso en China y el cambio de percepción de la duda al espanto fue un plazo insuficiente para zarandear las estructuras burocráticas para implementar políticas de emergencia. Italia y España son un ejemplo.

El cierre de las fronteras de China hubiera sido quizás la medida más apropiada para contener dentro de la frontera la crisis si hubiera habido una evaluación correcta desde el inicio. Pero esta decisión, como se explica en el informe de la OMS, no hubiera sido consistente con la dependencia de la economía china de su comercio internacional. China reconoció ser él origen pero simultáneamente comenzó una campaña sobre el éxito de sus políticas de contención restándole dramatismo. El SARS también comenzó en China en 2002.

Las restricciones a los viajes adoptada por Donald Trump fueron inconsistentes por no tener en cuenta el flujo anterior y el ingreso de nacionales asintomáticos que provocaron el primer caso pero explican las diferencias con Europa. Quizás cuando la crispación política ceda ante la racionalización será posible encontrar una explicación a la negativa de China de asumir su responsabilidad y eludir el cierre de sus fronteras.

El autor es Licenciado en Economía Política (UBA), Master in Economics (University of Boston) y fue embajador argentino en Tailandia. Es Miembro Consultor del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI).

Guardar