El presidente Andrés Manuel López Obrador cumple un primer año con un notable reperfilamiento de prácticas diplomáticas tradicionales para un jefe de Estado latinoamericano. Durante esta primera etapa del sexenio de gobierno, ha estado en general distante de acontecimientos internacionales e incluso ausente de ciertas urgencias regionales. No ha participado de ninguna cumbre ni ha realizado viajes al exterior o recibido visitas relevantes de mandatarios extranjeros en una señal consecuente con el lema de la campaña electoral que la mejor política exterior es la buena política interna. Sin embargo, la agenda internacional de México ha sido activa al haberse convertido, por primera vez en la historia, en el primer socio comercial de Estados Unidos superando a China y a Europa, con exportaciones que alcanzan los 210 mil millones de dólares en los primeros seis meses de 2019.
Este esquema en el que la política exterior va de la mano de la política comercial ubica a México como la decimoquinta economía del mundo, el decimotercer país exportador y el noveno importador a nivel global. El impacto de la Cuarta Transformación que promueve en el orden interno López Obrador depende en gran medida del tratado de libre comercio con Estados Unidos y Canadá, que representa el 25% del PBI, y que aún debe ser ratificado por el Congreso norteamericano. También del tejido de los otros 11 acuerdos de libre comercio que mantiene con 46 países y que le permite el acceso a un mercado de 1500 millones de personas, que incluye la modernización del Acuerdo Global Unión Europea-México.
En el campo político los objetivos de política exterior han sido de un protagonismo medido y discreto, enmarcado en las prioridades y complejidades de su ubicación geográfica. Los temas relativos a la delincuencia organizada transnacional, en particular del narcotráfico, y la cuestión de la migración irregular con Estados Unidos, son un ejemplo como lo es en cuestiones conexas el énfasis en América Central. En ambos casos, López Obrador resaltó la importancia de la cooperación y el rechazo a todo tipo de intervención señalando que no admitirá acciones que impliquen violación a su soberanía nacional.
En este contexto, la diplomacia que impulsa la administración de López Obrador en ocasiones sorprende a América Latina en particular por ser reacio a intervenir más activamente en asuntos regionales. Sin embargo, el apego al principio de la no injerencia en los asuntos internos enmarca esa distancia tanto en el caso de Venezuela como en Nicaragua. El asilo a Evo Morales es una muestra concreta del interés de pertenencia regional y debería interpretarse como una indicación que supera un gesto simbólico de diplomacia presidencial. México es América Latina.
La estrategia del primer año de gobierno pone en evidencia la prioridad de que la política exterior se sintonice con los propósitos de transformaciones internas como con la intención de aislar a México de conflictos regionales o globales y solamente utilizar el sistema internacional e incluso el multilateral para lo que lo pueda ayudar internamente a superar las urgencias de seguridad y económicas que enfrenta. Si las condiciones internacionales se mantienen más o menos constantes, ninguna otra cuestión tendría relevancia suficiente en los próximos años para alterar objetivos y propósitos.
El autor fue vicecanciller de la Nación